Sinopsis
Ambientada en varios continentes, la serie narra una invasión alienígena desde múltiples perspectivas repartidas por Estados Unidos, Inglaterra, Japón y Afganistán.
Crítica de Invasión
Sin miedo a (mal)gastar grandes presupuestos, Apple TV+ continúa ofreciendo alternativas para todo tipo de aficionados a la ciencia ficción. Creada por Simon Kinberg (The Twilight Zone) y David Weil (Solos), hasta el momento la serie mira muy poco hacia arriba, pues la invasión extraterrestre que nos propone sus creadores se toma todo el tiempo del mundo para mostrar sus cartas.
Aquí lo fundamental reside en mirar al frente, hacia los personajes y lo que ocurre a su alrededor. Un grupo de individuos corrientes que se encuentran consumidos por dentro a su manera, y que ven cómo sus vidas tan terrenales llenas de conflictos y traumas mundanos se ven interrumpidas por sucesos a priori inexplicables: repentinos sangrados de nariz en niños, explosiones causadas por elementos que caen del cielo, fallos en las comunicaciones… y en particular, se hace hincapié en cómo estos incidentes sacan lo mejor y lo peor de cada uno.

La verdad es que no suena a una propuesta de invasión extraterrestre al uso. Incluso la idea de profundizar en los protagonistas más que en el suceso en sí mismo parece atractiva si al menos se hubiera vendido así desde el principio. Hasta podría decirse que la serie también intenta asegurarse distintos tipos de audiencia con este grupo de personajes exageradamente desiguales entre sí.
Por un lado, en Estados Unidos, que por supuesto vuelven a ser los representantes del mundo, tenemos a John (Sam Neill), un sheriff apunto de retirarse que se pregunta si ha hecho lo suficiente en la vida. Neill ha funcionado como una de las caras principales y máximo reclamo durante el marketing de la ficción, pero visto lo visto a lo largo de estos episodios, resulta difícil saber por qué se ha tomado esta decisión. Aparte de lo obvio, claro. Además, cruzando el país se encuentra el inestable matrimonio formado por Aneesha (Golshifteh Farahani) y Ahmed (Firas Nassar), cuya subtrama por el momento se asemeja más a la de un culebrón.
En Japón tenemos a Mitsuki (Shioli Kutsuna), una técnica de la ‘JASA’ -una NASA japonesa ficticia- que necesita encontrar explicaciones sobre un suceso trágico que la afecta especialmente. Entre tanto, en Inglaterra nos encontramos con Casper (Billy Barratt), un adolescente maltratado por algunos de sus compañeros que se ve envuelto en ‘El señor de las moscas’ de marca blanca. Por último, Trevante (Shamier Anderson) es un soldado estadounidense destinado en Afganistán que no duda en apuntar con su arma a cualquier afgano que se le cruce en su camino. Sin distinción.
Una subtrama la suya que a estas alturas resulta hasta sarcástica, en especial después de la reciente retirada de las tropas. Y con tanta distancia geográfica y contradicciones del primer mundo puede que todo lo propuesto aquí desemboque en un mensaje de unión. De olvidar nuestras diferencias para salvar a la humanidad. La realidad es que tampoco debería de hacer falta que vengan los alienígenas a destruirnos para conseguir esto, pero bueno, supongo que es otra forma de verlo.

Más que una propuesta de ciencia ficción aventurera, en estos primeros cinco episodios de ‘Invasión’ nos encontramos ante un drama humano que se acrecienta con la casi fantasmal presencia de los alienígenas. Es como si los guionistas cogieran todos los clichés sobreexplotados de la sociedad y añadiesen extraterrestres a la fórmula.
Vamos, si en nuestro planeta ya tenemos suficientes problemas a nivel social y medioambiental, ya sería el colmo que se nos viniera encima una invasión de este tipo. Por ello, asuntos como el racismo, la infidelidad, la homofobia, el bullying o la guerra conforman esta selección de defectos humanos a los que la serie da prioridad, pero el tratamiento de estos temas fluctúan entre la trivialidad y el oportunismo atroz. Son historias universales, claro. Sin embargo, el mundo en la actualidad es tan complejo y tiene tantos matices que aquí se respira cierta pereza a la hora de escoger a los protagonistas y sus conflictos.
Tampoco ayuda un ritmo pausado alimentado por el lento desarrollo de los acontecimientos -el primer episodio ni siquiera termina de introducir a todos los protagonistas-. Además, determinados eventos de alguna que otra subtrama se extienden en exceso. Es más, aunque todas estas subtramas ocurran en tiempo real e intenten contar con un nivel de relevancia semejante, entre ellas existe un alejamiento demasiado pronunciado en muchos sentidos.
Esto provoca que nos encontremos con muchas escenas vacías fruto del empeño de los guionistas en alargarlo todo para establecer a sus personajes, lo que no evita que estos resulten más bien planos o que no generen el mismo interés. Y puede que la serie todavía tenga que mostrar su mejor versión, o al menos una en la que por fin ofrezca lo que prometía en un principio. De momento, tras una mitad de temporada tan decepcionante, es difícil encontrar suficientes razones para quedarse a luchar contra esta invasión.
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