Sinopsis
En ‘La sangre helada’, Patrick Sumner (Jack O’Connell) es un joven cirujano aún marcado por los horrores de su experiencia como sargento del ejército británico en la India. Con la idea de esconderse de los fantasmas del pasado, opta por alistarse como médico a bordo del Volunteer, un ballenero a punto de zarpar desde Yorkshire en una expedición a las heladas aguas del Ártico.
Durante la dura travesía, Sumner conoce al arponero oficial del barco, Henry Drax (Colin Farrell), un tipo despiadado y frío que parece haber dejado en tierra todo sentido de la moral. En medio de un entorno hostil, rodeado de hombres en lucha diaria por la supervivencia, el joven e inexperto Sumner pronto se ve atrapado en un funesto viaje bajo la amenaza latente de un sangriento psicópata, sin otra salida que la gélida vastedad del océano.
Crítica de La sangre helada
Movistar+ estrena el lunes esta miniserie británica de seis episodios basada en la novela homónima de Iam McGuire. Un helado y brutal festival de testosterona creado, escrito y dirigido por Andrew Haigh (Looking) que puede recordar en muchos sentidos a la primera temporada de ‘The Terror’. Sin embargo, la que nos atañe desecha el elemento sobrenatural para centrarse en exclusiva en eso tan misterioso y volátil que es la mente humana, sobre todo en lo referente a sus matices más sombríos.
Algunos lo muestran siempre, otros intentan disimularlo, y en el resto simplemente se encuentra profundamente dormido. Pero existen ciertas circunstancias en las que todos nos vemos obligados a sacar ese monstruo que llevamos dentro, sin importar la colección de lecciones de ética que hayamos pregonado durante el viaje.

Así, mediante el uso de localizaciones reales que hacen que el frío nos cale hasta los huesos -y a los actores también-, la ficción coloca sobre el tablero de hielo a personajes de supuestas morales contrarias que mostrarán su verdadera cara o confirmarán por completo su vileza. Porque en la guerra o en la paz, rodeados o no de lo que conocemos como civilización, los seres humanos somos capaces de las peores barbaridades.
De eso se da cuenta el Patrick Sumner de un desgarrador Jack O’Connell (Pequeño pez), que huía de los horrores de la contienda para encontrarse en una situación prácticamente equivalente. Y es que, tal como ocurre en los conflictos armados, al encontrarse en medio del Ártico sin comida y consumidos por la temperatura llega un momento en el que no se sabe donde empiezan o acaban la maldad y la bondad. ¿Cuál de las dos ganará?
Lo que si está claro desde el principio es que Henry Drax es un monstruo orgulloso de su condición. Mastodóntico, terrorífico, carismático y con una alta capacidad de persuasión, el arponero interpretado por Colin Farrell (The Batman) disfruta viendo arder el mundo, y si no hay ninguna llama prendida, él se encarga de ello con una sonrisa de oreja a oreja.
Farrell, que parece estar viviendo un momento dulce en su carrera, está ante su mejor trabajo, uno de esos difíciles de superar. Por otro lado, el reparto se encuentra coronado por unos correctos Stephen Graham (Condena) y Peter Mullan (El ferrocarril subterráneo), que también representan en cierta forma al eterno elitismo de la civilización ante las sociedades tribales. Asunto que por cierto, destaca en especial cuando los segundos se encuentran en una posición mucho más favorable que los primeros.

Incluso con su oscuridad y crudeza, ‘La sangre helada’ es con toda probabilidad una de las mejores miniseries del año. Una propuesta de exquisita factura técnica y realista hasta el desaliento que succiona nuestras esperanzas en la humanidad. Lo hace con un ritmo tan gélido como el escenario en el que se desarrolla, pero que logra absorber si nos acomodamos a todo el frío y la dureza que rezuman sus formas.
De esta manera, después de presentarnos a los personajes, la serie evoluciona poco a poco hasta convertirse en una abrumadora, visceral y devastadora ficción de supervivencia que literalmente hiela la sangre, pues es capaz de alcanzar niveles atroces que muestran la naturaleza humana ante las condiciones más duras y las situaciones más desesperadas.
Tampoco se puede negar que la experiencia tiene el potencial para resultar demasiado pausada y agotadora, pero aunque su desarrollo a veces se tambalee y de algunos rodeos más de los necesarios, esta extremista aventura consigue recompensarlo todo con creces. También cuenta con secuencias bastante impactantes, como las sangrientas representaciones que involucran a una ballena -mención especial a la durísima y merecida crítica hacia este sector- y a un oso polar.
Sin duda, no aptas para estómagos sensibles por su alto contenido en sangre y vísceras. Al final, esta no es la típica historia del bien contra el mal, de la ética frente a la inmoralidad y del ser humano versus la naturaleza. Es un inolvidable estudio de personajes en el cual, si nos despistamos, podríamos llegar a vernos terroríficamente reflejados.
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