La miniserie funciona como una deliciosa mezcla entre western y tragicomedia
que juega con la ligereza de su tono y la profundidad de su mensaje.
Cebolla (Joshua Caleb-Johnson) es un
joven esclavo afroamericano que acaba formando parte, contra su voluntad,
del variopinto grupo de seguidores de John Brown (Ethan Hawke). Brown es
un autoproclamado líder abolicionista para quien sólo existe un camino
hacia el fin de la esclavitud: la insurrección armada. Haciéndose pasar
por una niña, Cebolla aguarda el momento de poder escapar de su
libertador, pero se ve inmerso de lleno en una odisea que culminaría con el
asalto de Brown y sus hombres al arsenal militar de Harpers Ferry
(Virginia Occidental) en 1859.
Dependiendo del texto histórico que escrutas, leerás que
John Brown fue un héroe abolicionista o uno de los primeros terroristas de
Estados Unidos. Incluso, puede que un poco de ambas. De lo que no hay duda es que fue
uno de los personajes más implicados, sanguinarios y determinantes en la
lucha por la liberación de esclavos en tierras yanquis. Tenía un talento innato
para convencer a base de discursos agresivos y tajantes, siempre con la biblia
como arma de persuasión. De hecho, su importancia es tal, que
su último acto de servicio supuso el desencadenante definitivo que aceleró la
posterior Guerra de Secesión, logrando así el fin de la esclavitud en el país. Al menos, tal y como se
conocía hasta el momento.
Pero, al contrario de lo que parece nuestro protagonista no es él,
sino el pícaro e ingenioso Henry, alias Cebolla. No, este
personaje no existió. La miniserie, creada por Ethan Hawke (La verdad,
Tesla), se basa en la
premiada e hilarante novela homónima de 2013 escrita por
James McBride y que cuenta las andanzas de un esclavo rescatado por
Brown, al que este confunde con una chica. Es aquí cuando entra en juego el
rótulo que inicia cada episodio:
«Todo esto es verdad. La mayoría ocurrió». De esta forma, somos
conscientes desde el principio de que
no estamos ante el típico western de temática abolicionista. Ni tampoco
asistiremos a una estricta lección de historia.
‘El pájaro carpintero’ funciona como una
deliciosa mezcla entre western y tragicomedia que juega con la
ligereza de su tono y la profundidad de su mensaje. Cada uno de los
seis episodios ofrece una narrativa basada en capítulos, tal y como
la novela, que nos cuentan los momentos más destacados de la vida del
joven personaje interpretado por un eclipsado Caleb-Johnson mientras
pertenecía a la banda de Brown. Curioso es el hecho de que
ser confundido por una chica lo someta a otro tipo de esclavitud.
Aunque sea libre, todavía debe hacer lo que le dicen, vestirse como le dicen
y comportarse como le dicen. La opresión se practica en todos los bandos. Nadie se libra de ella. Pobre Cebolla, que
no puede evitar debatirse entre si está haciendo lo correcto o está tan
loco como los demás.
Hawke brilla por encima de todo ofreciéndonos un registro inédito en
su carrera. Al menos, hasta donde yo recuerdo. Su interpretación de John
Brown es intensa y terrorífica, pero también es
tierna y dulce. Una bipolaridad acorde con los ideales del
abolicionista y la image que tiene de él la historia.
Sus numerosos discursos a viva voz todavía resuenan en mis oídos. Su
penetrante mirada es capaz de
mostrar amor y odio o furia y compasión en un instante, logrando que
sea imposible no conectar con su personaje. Al fin y al cabo era un hombre
que creía que con palabras no iba a lograrse el objetivo. A veces hay
que hacer algo más.
«Hay que derramar sangre, por la abolición de la esclavitud y la gracia de
Dios» podría ser perfectamente uno de sus alegatos.
No está de más aplaudir su incuestionable mimo por los detalles de la época ni mencionar que la banda sonora es un regalo. Sin embargo, lo
mejor de la miniserie es que
no pretende glorificar al hombre blanco como el único salvador posible. Esto sería un grave error. Es un tema que nos concierne a todos ya
que esta es una lucha que todavía se extiende hasta la actualidad. Aquí, no caben cuestiones religiosas ni políticas. Debemos ser
responsables. Con nuestros defectos y nuestras virtudes, estamos obligados a
tomar la iniciativa con el objetivo de
lograr que la igualdad en todos sus ámbitos deje de ser una utopía y
se convierta en realidad de una vez por todas. Como dice la canción popular:
«¡Oh! Libertad ven a mí. Pues antes de ser un esclavo, seré enterrado en
mi tumba e iré a casa con mi Señor… y seré libre».
Puntuación: 8/10
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