Una montaña rusa de virtudes y defectos que aboga más por presumir de su mundo
que por establecer una trama interesante.
Como ciudadanos de Nuevo Londres, Bernard Max (Harry Lloyd) y
Lenina Crowne (Jessica Brown-Findlay) solo han conocido su rígido orden social.
La curiosidad por explorar
la vida más allá de las estructuras de su sociedad, hace que los dos
nuevolondinenses se embarquen en unas vacaciones a las tierras salvajes,
donde se verán enredados en una desgarradora y violenta rebelión. Bernard
y Lenina serán rescatados por John el Salvaje (Alden
Ehrenreich) quien escapará junto a ellos de vuelta a Nuevo Londres. La
llegada de John al Nuevo Mundo
amenazará con perturbar su armonía utópica.
‘Un mundo feliz’ es una de las novelas de ciencia ficción más
influyentes de la historia y la más famosa del escritor británico Aldous Huxley. Publicada en 1932, el libro nos propone
una sociedad distópica que vive una utopía llena de avances tecnológicos,
paz y prosperidad. No sin antes
sacrificar una serie de derechos y valores fundamentales en nuestro mundo, además de
integrar algunas prácticas necesarias y que hoy en día por desgracia aún
parecen inalcanzables. Esta bipolaridad de prodigios y horrores cubren una enorme escala de grises
que
cuestionan constantemente nuestra propia moralidad y nuestra percepción de
la vida.
Sin familia, sin privacidad, sin monogamia. Estas son las tres leyes fundamentales que todo ciudadano
de Nuevo Londres debe obedecer. No es difícil si consideramos que todos ellos son creados por un programa y modificados genéticamente con el objetivo de ser ‘físicamente perfectos’ y cumplir con ciertos
roles establecidos. Dicha jerarquía social recorre las cinco primeras letras
del alfabeto griego para asignar una etiqueta que identifica a cada individuo con su posición y rol en la
sociedad. Desde los Alpha hasta los Epsilon, cada uno de ellos cumple con su monótona
rutina diaria sin cuestionar, sin pensar ni sentir en una civilización tan apacible como radical en lo que a su forma de vida se
refiere.
Lo más interesante de la serie, en estos cuatro capítulos que hemos
podido visionar, ha sido el hecho de introducirnos en Nuevo Londres para ir
conociendo poco a poco todo lo que nos reserva esta utópica forma de vida.
Sus leyes, su jerarquía social, su tecnología y
su gente. Aunque, como es obvio, ya no estamos en 1932 y muchas
de las cuestiones que antaño parecían imposibles ya se han cumplido. En
cambio, otras… no tanto. Por ello, los creadores han adaptado con acierto el universo de la novela a la actualidad. Así, encontramos medidas tan progresistas como la armonía entre razas, géneros y orientaciones sexuales. De la misma manera, asistimos
a horrores tales como la completa falta de amor en cada una de sus formas o el
libre consumo de una droga llamada Soma, que contrarresta cualquier tipo de
sentimiento negativo y mantiene a los ciudadanos bien a raya.
Bernard y Lenina son los protagonistas desde el punto de vista
de Nuevo Londres. Juntos, muestran una ilusión casi infantil cuando
empiezan a experimentar nuevas formas de pensar y sentir.
Tan desconocidas, tan dolorosas, tan humanas. Tanto Lloyd como
Brown-Findlay ofrecen las mejores interpretaciones de la ficción. Por otro
lado, más allá de los límites de la ciudad todo es conocido como
las tierras salvajes, habitadas por
personas que todavía practican una forma de vida acorde a la nuestra.
Es ahí cuando conocemos al personaje interpretado por un insulso
Ehrenreich. John, un ‘salvaje’ concebido para captar sin ningún
éxito la empatía del espectador, parece que se erigirá como claro
agitador de todo lo establecido en la utópica sociedad.
En estos primeros episodios, ‘Brave New World’ es una montaña rusa
de virtudes y defectos aboga más por las explicaciones y por presumir de su
mundo que por establecer una trama lo suficientemente interesante. Las
numerosas escenas de
fiestas psicodélicas con final feliz y largos e irrelevantes planos
mostrando la espectacular ciudad resultan bastante empalagosas.
Cierto es que, como punto positivo, los momentos en los que nuestra sociedad es ridiculizada por completo son realmente brillantes y esclarecedores. Sin embargo, es una pena que un
proyecto a priori pensado para revolucionar y profundizar en la condición
humana cuente con un primer acto tan intrascendente.
Puntuación: 6/10
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