A pesar de ser previsible y tramposa en ocasiones, su cóctel de intriga y
buenas interpretaciones la convierte en un divertido placer culpable.
A punto de cumplir 70 años, la viuda Vivien (Francesca Annis)
sorprende a sus hijos confesándoles que se ha enamorado de
Mark (Stephen Rea), un médico de cabecera jubilado.
Los tres hermanos empezarán a sospechar
que el matrimonio de sus padres no fue tan idílico como creían, sobre todo
cuando empiecen a surgir secretos del pasado que desconocían.
Recelosos de Mark, comenzarán a investigar
quién es este señor que ha robado la atención de su madre. En paralelo,
la vecina Mary (Imelda Staunton), que
lleva 40 años junto a la familia,
va a implicarse en los hechos más de cerca de lo normal en una relación de
amistad.
Sarah Wiliams, escritora de la deliciosa
‘La joven Jane Austen’ (Julian Jarrold, 2007), es la creadora de este
nuevo drama familiar de misterio impregnado de
toda la esencia del estilo británico. Una historia sobre
una familia numerosa algo acomodada y llena de
individuos con kilos de trapos sucios que ocultar. A modo -o moda- de
flashbacks, Williams decide
contar la trama a través de los interrogatorios que la pareja de policía
encargada del caso realiza a cada uno de los miembros implicados. Así, se
nos presenta poco a poco
todo un entramado de mentiras, intereses, celos, secretos e ingentes
cantidades de hipocresía.
Además de tratar los
temas universales propios de este tipo de propuestas británicas, la
ficción nos muestra
una serie de reflexiones sobre como los miembros más cercanos de la familia
pueden ser nuestros mejores amigos, al igual que nuestros enemigos más poderosos. Incluso,
pone en entredicho las prioridades de estos hijos que intentan acabar con
el nuevo amor de su madre, mientras
dicen actuar motivados por la preocupación hacia su bienestar.
¿O tan sólo es por el miedo a perder el patrimonio que les pertenece?
El trío de hijos está formado por Helen (Claudie Blakley), que
en su nuevo puesto de trabajo como directora de hospital despidió a diestro
y siniestro
sin remordimientos. Natalie (Lydia Leonard), una soñadora que quedó en
nada y que
tiene una relación con un hombre casado al que presiona para que deje atrás
a su mujer y sus hijas. Y Jake (Rusell Tovey), un
alcohólico y ludópata en rehabilitación que
intenta recuperar a su esposa mientras hace de gigoló, a la vez que
se pone celoso del actual compañero de esta. Estas tres joyas
creen que tienen la capacidad de dar lecciones morales al flamante
novio de su madre, cuyo objetivo parece ser el de casarse con ella cuánto antes para hacerse
con su dinero.
Como hemos visto, la serie
hace especial hincapié en el peligro que supone -hoy en día y desde
siempre-
el dejar entrar a alguien en tu vida y excederte en la cantidad de
confianza que depositas. Lo triste es que, este problema, también se da con las personas a las que llevas conociendo
durante años. Prueba de ello es Mary, la típica
vecina atenta y altruista interpretada por la enorme
Imelda Staunton (Maléfica: Maestra del mal, Ciclos), que lo ha dado todo por esta familia aún sin compartir
ningún parentesco. Debido a esto,
cree que tiene el poder suficiente como para actuar más allá de lo que le
concierne.
Desarrollada a través de cuatro episodios de cuarenta y cinco
minutos, ‘Flesh and Blood’ es una miniserie
muy previsible en ocasiones y demasiado tramposa en otras. Además,
el final deja una gran cantidad de interrogantes abiertos y bien podría
merecer nuestra admiración o nuestro odio. Pero escena tras escena, te das
cuenta de que
es una de esas ficciones que te atrapan con las virtudes de su cóctel de
intriga y buenas interpretaciones, algo que la acaba transformando en
un inevitable, divertido y malicioso placer culpable.
Puntuación: 7/10
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