Serie dramática que invita a una reflexión inevitable y necesaria acerca del
significado de empatía en la sociedad moderna.
21 días antes de que se produzca uno de los atentados terroristas más
salvajes de la historia de Dinamarca, Nikolaj (Peter Christoffersen) está
a punto de hacerse cargo del restaurante donde trabaja como chef.
Jamal (Arian Kashef) quiere aprobar el examen de conducir para satisfacer
a su familia. Lisa (Malin Crépin), una famosa cantante sueca, está
dispuesta comenzar una nueva vida con su amante danés. Y Holger (Hennin
Jensen), un viejo solitario, está tratando de acabar con la suya.
Elisabeth (Karen-Lise Mynster), la ministra de justicia danesa, se
debate entre retirarse para pasar más tiempo con su esposa o permanecer en la
política, donde se siente más viva. Mientras tanto, Marie (Viola
Martinsen), de 8 años, encuentra una bala brillante y dorada en el bosque, y
Ginger (Katinka Lærke Petersen), una chica sin hogar, aún no sabe que
se convertirá en una importante testigo ocular. En el transcurso de tres
semanas, la vida de estos personajes cambiará dramáticamente.
Desde Dinamarca, nos llega esta nueva serie de
reparto coral e historias entrelazadas por un terrible
atentado terrorista en un restaurante. Creada por Dorte Warnøe Høgh
e Ida Maria Rydén, la ficción nos recuerda a trabajos como
‘Vidas Cruzadas’ (Robert Altman, 1994) o la ganadora del Oscar a
mejor película ‘Crash’ (Paul Haggis, 2004), donde un
elenco de personajes dispares, tanto en personalidad como en posición
social,
se enfrenta a los obstáculos de la vida mientras sus caminos se cruzan.
En esta ocasión, las creadoras deciden
dividir los diez episodios
que conforman la serie en dos partes muy diferenciadas:
antes y después del atentado. Así, asistimos a un
desarrollo previo al incidente, donde
conocemos a los protagonistas y su vida cotidiana llena de problemas. Y en su
segunda mitad, se nos presentan las
consecuencias del acto terrorista y como este cambia drásticamente
la personalidad de algunos de los personajes y como esto influye
en las personas que los rodean, para bien o para mal.
Los problemas mencionados con anterioridad, como no podía ser de otra
manera, son derivados de todos y cada uno de los prejuicios que afectan a la sociedad
moderna. De esta forma, Dorte e Ida sacan a relucir la ingente cantidad de trapos sucios de un mundo al que todavía le queda mucho por aprender. Homofobia, racismo, rechazo al inmigrante, precariedad laboral, seguros
estafa, madres solteras sin recursos suficientes, política desleal,
abandono del indigente por parte del estado… Todas estas contrariedades que continúa acarreando la población son
retratadas en la serie con toda la crudeza de la realidad.
Uno de los grandes desafíos que implica una ficción narrada de esta forma
es encontrar un reparto variado y con talento. La serie lo consigue
gracias a un grupo de intérpretes daneses y suecos que combina
leyendas con artistas experimentados y noveles. Gracias a ello,
podemos disfrutar de veteranos como Henning Jensen (Bajo la
superficie, Lo que nadie sabe) o Karen-Kise Mynster (La leona, Esa
época del año) interactuar con debutantes como
Katinka Lærke Petersen, o algunos más versados de la talla de
Malin Crépin (Oslo, 31 de agosto) o Peter Christoffersen (The
Guilty).
‘Cuando el polvo se asienta’ es una de esas series
profundamente dramáticas que invitan a una
reflexión necesaria e inevitable. Aunque, sus
diez episodios de casi una hora de duración puedan tacharse de
excesivos, la verdad es que
su fórmula funciona y mantiene el interés gracias a unos
personajes bien definidos, con motivaciones realistas y
problemas con los que el espectador puede identificarse con
facilidad. Y especial atención al quinto episodio, pues es
uno de los mejores que se han visto en años.
Además, la intención de la ficción
no es centrar el morbo de su interés en el atentado. Todo lo contrario. Su objetivo es enseñarnos como influye este a
unos personajes que podríamos ser tú y yo. Como podría hacernos
mejorar o empeorar. Unirnos o dividirnos. Condenarnos o redimirnos. Y pone
en contexto
lo triste de una sociedad que presume de ser más empática que
generaciones anteriores, pero
solo es capaz de unirse y luchar por la justicia después de una
tragedia. Ojalá lo hiciéramos todos los días.
Puntuación: 8/10
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