La serie continúa siendo una de las mejores propuestas en su género, pero no le vendría mal evolucionar más.
La nueva temporada de la serie retrata una realidad alternativa que lleva a los espectadores a una nueva
década, desarrollándose a principios de los 90, y nos presenta una trepidante carrera hacia una frontera espacial
inexplorada por los pies del hombre: Marte. El planeta rojo se
convierte en la nueva meta de la carrera espacial no solo para EE.UU. y la
Unión Soviética, sino también para un nuevo jugador inesperado que tiene mucho que demostrar y pondrá toda la
carne en el asador. Nuestros personajes se enfrentan cara a cara cuando sus ambiciones por
Marte entran en conflicto y sus lealtades se ven puestas a prueba, en una olla a presión que llegará a una conclusión apoteósica.
Este viernes llega a Apple TV+ la nueva entrega de una de las mejores
series de ciencia ficción de los últimos años. Ya ha pasado una década desde
los acontecimientos de la anterior temporada, por lo que nos encontramos a
nuestros protagonistas con nuevas parejas, objetivos y posiciones, así
como portando una gran cantidad de maquillaje y pelucas que no funciona igual de
bien en todos -o al menos no sabemos si algunos han encontrado la fuente de la eterna
juventud en esta historia alternativa-. De todas maneras, en este
punto, la serie es todo lo realista que puede permitirse serlo ya que, pese a que sus programas espaciales han evolucionado a pasos agigantados,
la tecnología civil parece ser acorde a la de su época.
Es más, durante los episodios
se pueden apreciar pequeños detalles sociales de la década que podrían
pasar algo desapercibidos, como es el caso de la adicción a la oxicodona de uno de sus personajes.
Personajes los cuales, por cierto, no han evolucionado en absoluto, ya que la mayoría continúa con los mismos conflictos internos y
frustraciones de hace diez años, lo que a su vez revive algunas subtramas que por desgracia para el espectador no
se han quedado enterradas para siempre. Todo esto es un poco extraño, porque la serie definitivamente
ha perdido la oportunidad de realizar un retrato que cambie por completo
nuestra historia en todos los ámbitos. A cambio, prefiere ensimismarse en la exagerada trascendencia de sus
viejas glorias.
Precisamente, este es un mundo en el que la carrera espacial ha alcanzado
tal nivel de importancia que
crece sin control dentro su propia burbuja, mientras que el resto de
la humanidad ve cómo esta se lleva gran parte de sus recursos. Es un
problema que se trata en algún momento de la serie,
tanto de forma seria como conspiranoica. De hecho, uno no puede saber
si los guionistas están de lado del pueblo o de los logros individuales de
sus protagonistas, o incluso si pretenden criticar a unos y otros. Y
es que esta temporada es un continuo y neutral toma y daca entre los
afectados por la NASA, todo lo que rodea al viaje a Marte, la gloria y la
desgracia de sus héroes y las tensiones entre Estados Unidos, Rusia y...
la empresa privada.
De esta forma, los dos países enemigos ven como la empresa Helios y
su CEO Dev Ayesa (Edi Gathegi), una especie de
Elon Musk noventero tan ambicioso como indescifrable,
se introduce de lleno en la carrera con unos recursos impensables y
'trekkianos'. Con ello, la serie
parece llevar el concepto de 'americanada' hasta su máxima expresión,
derrochando patriotismo y gritando a los cuatro vientos que la NASA es lo
mejor y que trabajar para el gobierno es bien. Por no hablar de que realiza
una nueva representación criminal de Rusia. Sin embargo, todo esto es
algo engañoso porque, como mencioné antes, en su neutralidad la serie
emana confianza en la capacidad de la humanidad para unirse y olvidar sus
diferencias, lo que a veces recuerda más a la
'Away'
de Netflix.
Lo triste es que, después de tantos años y experiencias en el espacio,
el objetivo de sus personajes siga siendo "llegar primero" y no "realizar
la hazaña" a secas. De hecho, como si la serie diera dos largos pasos hacia atrás, aquí la
pregunta otra vez es «¿quién va a llegar antes?» y no «¿qué encontraremos?», y todo es retratado como si de un reality se tratase -algo muy noventero
también, por cierto-. Es esa clase de humanidad
incapaz de alcanzar una meta si no alimenta su ego en el proceso y,
de paso, la sed de morbo del resto. Incluso así, el guion hace que la mayoría de nuestros protagonistas tomen
siempre las mejores decisiones, aunque a veces hayan fuerzas superiores que les impidan hacer lo
correcto. Es un recurso un poco tramposo, pero inevitablemente esperanzador.
A raíz de los acontecimientos de anteriores temporadas, en la serie se ha
formado
una gran familia que llora por los que ya no están mientras mira con
hambre hacia el futuro. Tenemos a Margo (Wrenn Schmidt) como la jefaza de la NASA
protagonizando una insólita y entrañable historia de amor platónico;
a una Karen (Shantel VanSanten) que
se reivindica encontrando su propio camino; a un Ed (Joel
Kinnaman) ensimismado en su idea de conseguir lo imposible; a
Ellen (Jodi Balfour) disfrutando de
una exitosa carrera política; y a una Danielle (Krys
Marshall) ambiciosa que sigue buscando evolucionar. Es una pena que
sus subtramas no estén equilibradas, sobre todo la de Ellen, quien
todavía tiene que justificar sus minutos en pantalla.
No obstante, pese a estar bajo la enorme sombra y el exigente escrudiño del
grupo veterano,
las nuevas generaciones también tienen su importancia. Así, nos
encontramos con una Aleida (Coral Peña) que se erige
como la contrapartida de Kelly (Cynthy Wu). Como hijas de
leyendas de la NASA -una acogida y otra adoptada-, ambas deben afrontar el
mismo conflicto de distinta manera
si también quieren ser mujeres de éxito en la administración. Por
otra parte, un Danny (Casey W. Johnson) adulto y astronauta
no ha sido capaz de superar nada de su pasado al igual que su hermano
Jimmy (David Chandler), quien aquí protagoniza
una subtrama de conspiración que apesta a relleno. A ver,
solo he visto ocho de los diez episodios, por lo que todavía queda un
mundo de subtramas por cerrar. Espero estar equivocado.
Pero no me entendáis mal ya que, en su tercera temporada, 'Para toda la humanidad'
continúa siendo una de las mejores series en su género. Lo es porque
logra mezclar ciencia ficción y drama telenovelesco con eficacia, y si no lo
hace con eficiencia es debido a que no siempre resulta un cocktail equilibrado. De hecho,
funciona a las mil maravillas cuando los personajes deben enfrentarse a
las dificultades que presenta el viaje, ya sea en la Tierra o en el espacio. Son sus momentos cumbre,
pues es cuando la experiencia se vuelve realmente intensa y espectacular. Sin embargo, en el momento en el que se desvía hacia otros asuntos más
terrenales, la ficción
suele obcecarse en recorrer ciertos laberintos emocionales que ya no
vienen a cuento.
No es que estén haciendo un homenaje a
'Cobra Kai', pero para ser la NASA la psicología deja mucho que desear. Por no
hablar de alguna subtrama que
pretende conectar con nuestra actualidad de una forma algo forzada,
así como su extraña capacidad para romper de repente con sus momentos más
íntimos u otros frentes que se quedan abiertos, todo con el objetivo de centrarse al 100% en el espacio. Menos mal que, gracias a ello,
ese pronunciado contraste entre lo que parece relleno y la carrera
especial se hace más llevadero. Eso sí, la serie
vuelve a contar con un puñado de interpretaciones bastante potentes,
como puede ser el caso de las superlativas Schmidt y VanSanten, quienes
han colmado a sus personajes de nuevas y apasionantes capas.
Por otro lado, aunque a estas alturas ya sabemos que el conjunto se ve
espectacular y que se cuida hasta el más mínimo detalle de su ambientación,
la serie vuelve a obtener un sobresaliente en lo que a su apartado
técnico se refiere. En esta inexplorada época donde la tecnología espacial es desconocida, la
verdad es que resulta muy emocionante ver
cómo la producción ha sido capaz de inventar nuevos horizontes
tecnológicos sin renunciar a su obsesión por el realismo
-repito, todo lo realista que puede permitirse serlo-. Sin duda, esto hace
que la ficción sea un bonito regalo para las personas fanáticas del espacio, mientras que a las deseosas de buena televisión les permite el poder seguir disfrutando de una gran historia protagonizada por
excelentes personajes. Sin embargo, no le vendría mal evolucionar más.
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