El carisma de Laurie es lo mejor de una miniserie que no cuenta con un inicio
demasiado prometedor.
Peter Laurence (Hugh Laurie) es un hombre hecho a sí mismo,
energético y carismático, que ocupa un alto cargo en el gobierno conservador del
Reino Unido. Su vida -pública y privada- se está cayendo a pedazos o más bien,
sus enemigos se la están arrancando a tiras. Cuando comienzan a aparecer
historias comprometedoras, Peter, con una vergonzante falta de culpabilidad o
remordimiento, echa a caminar magistralmente por la cuerda floja que separa la
ruina de la gloria. Mientras todos tratan de hundirlo, él intentará culminar sus
propios planes. Sin embargo, los acontecimientos dejarán claro lo difícil que
resulta dejar atrás el pasado, tanto para el ciudadano de a pie como para una
nación. Con los enemigos tan cerca de casa, ¿podrá correr más rápido que sus
secretos y alzarse con el premio definitivo?
Treinta años después, el guionista y dramaturgo
David Hare (Collateral, El bailarín) vuelve a aliarse con el actor
Hugh Laurie (Avenue 5, La increíble historia de David Copperfield) para
traernos esta nueva miniserie de cuatro partes que se estrenó recientemente en
BBC One. La ficción pretende ser un reflejo de la política conservadora británica
que durante tanto tiempo ha gobernado en el Reino Unido.
No hace un retrato sobre sus integrantes inclinado hacia la exploración de
sus ideales o motivaciones, no. Aquí, todo conservador que respire es retratado como un individuo corrupto,
manipulador, irresponsable e infantiloide. Algo a lo que
hay que sumarle todos y cada uno de los clichés que han reinado en los dramas
políticos
del mismo corte que ‘House of Cards’, de la que esta, faltaba más,
también bebe.
Y es que, nada en la ficción resulta genuino y mucho menos objetivo en su intención de retratar «una visión realista de los ‘Tories’». A
Peter Laurence, el personaje de Laurie,
solo se le permite ser visto por sus numerosos defectos, pues en este primer episodio
no hemos visto ninguna virtud que siquiera justifique su posición de
ministro. Y qué decir de la propia primer ministro, interpretada por una casi
robótica Helen McCrory (Peaky Blinder, MotherFatherSon),
más preocupada en el juego de manchar reputaciones que en gobernar.
También, nos encontramos con otras subtramas que envuelven a
una periodista alcohólica que cambió de su declaración en un juicio
contra Peter, además de una cárcel para mujeres en la que se encuentra reclusa
una supuesta hija perdida del mismo. Sin embargo, al menos durante esta primera hora, sus historias no avanzan demasiado.
Pocas conclusiones se pueden sacar de ‘Roadkill’ después del visionado
de su primer episodio. La miniserie
no tiene un inicio demasiado prometedor, más allá de poder disfrutar del carisma de Laurie y de otras buenas
interpretaciones. La trama tampoco cuenta nada nuevo.
A nadie le sorprende a estas alturas que en un gobierno reine la corrupción
y la ambición personal por encima del bien del resto. A no ser, claro está, que en el Reino Unido el pueblo todavía viva inmerso
en la ingenuidad en lo que a sus gobernantes se refiere.
Ni siquiera es una sorpresa el encontrarnos con un político protagonista
que destaque por su baja calidad ética y moral. Y mucho menos extraña el hecho de que, en un país sumido en toda clase de
problemas sociales,
los de arriba prefieran jugar al juego de ‘a ver quién de ellos cae
primero’. En definitiva, la ficción no engancha… pero tampoco espanta.
Cuestión de prioridades.
Puntuación: 6/10
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