Sinopsis
En esta entrega de ‘Mythic Quest’, Ian y Poppy exploran el mundo de los videojuegos con su recién creada sociedad, GrimPop Studios, y Dana se ve obligada a mediar en las incesantes disputas de sus jefes. De vuelta en Mythic Quest, David va tomando posesión de su nuevo rol como jefe, donde por primera vez está al mando de verdad. Por supuesto, lo hace con Jo nuevamente como su asistente, más leal y militante que nunca. Además, Carol intenta encontrar su sitio tras un nuevo ascenso. En Berkeley, Rachel lucha por encontrar el equilibro entre su moral y el capitalismo, mientras que Brad sale de la cárcel e intenta reincorporarse a la sociedad.
Crítica de la tercera temporada de Mythic Quest
Este viernes, por fin estará de vuelta en Apple TV+ una de las mejores comedias laborales de los últimos años. Su dilatada renovación por dos temporadas fue una grata noticia, y es por ello que esta temporada refleja el propio status de incertidumbre e hiato que tuvo la serie tras el final de la anterior entrega. Por eso, no sorprende que la ficción sufra aquí una ligera transformación, introduciéndonos durante gran parte del tiempo en varios escenarios distintos a los que estábamos acostumbrados, así como desarrollando algunas relaciones totalmente inéditas hasta el momento.
A estas alturas, ya sabemos los personajes son lo suficientemente carismáticos por sí mismos, por lo que el hecho de sacarlos de su zona de confort resulta una buena idea. Y aunque las dinámicas más explotadas de la serie continúan vigentes, la temporada mezcla a sus protagonistas de formas inesperadas para mantenerse fresca e imprevisible. No obstante, la enigmática relación entre Ian y Poppy -con los mejores McElhenney y Charlotte Nicdao hasta ahora- continúa siendo el elemento que los creadores Rob McElhenney, Megan Ganz y Charlie Day consideran más importante, tanto que a veces mantiene a la ficción en pie por sí sola.

En la nueva temporada, Ian y Poppy trabajan juntos, lo que convierte a su relación en una bomba que no deja de explotar en cada episodio. Además, lo hacen en el mismo edificio que Mythic Quest. Así, con Poppy luciendo más ego que nunca -uno que sobrepasa al de su mismísimo compañero- e Ian intentando cambiar sin éxito, los nuevos episodios se mueven entre plantas con los personajes colándose en cada una con una facilidad y un libertinaje propio de los WeWork más volátiles. Es lo que le da ese puntito extra de surrealismo al conjunto, pero también resulta entrañable porque demuestran ser una familia casi sin darse ni cuenta.
Y aunque sabemos que Ian y Poppy protagonizan la que probablemente sea una de las relaciones mejor escritas y desarrolladas de la televisión actual, a veces esta temporada está tan centrada en sus discusiones que durante muchos episodios el guion se ha olvidado de crear situaciones realmente divertidas entre ellos, dejando este papel para el resto de personajes. Además, la salida de F. Murray Abraham resulta una pérdida irreparable, por lo que la ausencia de su personaje se nota más de lo debido. Sobre cómo los guionistas manejan esta situación… pues ojalá se hubiera podido resolver de otra manera.
Menos mal que algunos de los grandes jugadores de la serie continúan en la nueva temporada. Desde el detestable pero sensacional Brad de Danny Puddy hasta el irresistible aunque patético David de David Hornsby, todos los personajes secundarios brillan en su rol de mantener el lado más humorístico de la ficción. Eso sí, sin olvidarse de que son personas a las que hay que tomarse en serio pese al papel que desempeñan. Sin embargo es Jessie Ennis quien, con su espectacular y sociópata Jo, ha conseguido crear uno de los mejores personajes de la televisión robándose cada una de las escenas en las que participa.

Esta tercera temporada de ‘Mythic Quest’ nos ofrece una entrega realmente caótica, pero a su vez se permite entrar en terrenos más serios y emocionales. Así, en los nuevos episodios casi todo tiene que ver con los puestos altos e intermedios -aunque los «de abajo» también tienen su momento para alzar la voz-. Son esos cargos en los que una persona puede perderse por completo a sí misma, así como entender que incluso siendo la mejor en lo suyo esos muros llamados límites acabarán apareciendo para estrellarse contigo de la peor forma.
Estos son problemas que aumentan especialmente cuando tu trabajo te apasiona y lo conviertes en tu forma de vida, como es el caso de nuestros personajes, pero eso no significa que todo esto no pueda retratarse de manera equilibrada entre el humor tontorrón, la sátira y el drama. Y la verdad es que la serie vuelve a bordarlo como pocas precisamente haciendo eso, retratando con mucha gracia y cero timidez todos y cada uno de los conflictos que surgen tanto a nivel laboral como personal en este tipo de trabajos, por muy exagerada que a veces pueda parecer.
Sí, vale que lo hace de manera surrealista y que algunos de sus personajes no estarían en esa posición en la vida real ni en un millón de años, pero esa es precisamente la idea. Al fin y al cabo, esta es una comedia de situación donde el surrealismo se mezcla con la sátira punzante, además de ser una una gran representación de lo que acontece actualmente tanto en la sociedad como en el mundo laboral y de la tecnología digital. Y aunque en general no sea la mejor temporada, la serie sigue siendo capaz de entretener, sorprender y emocionar gracias a sus personajes y su habilidad para no resultar previsible ni perezosa.
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