Sinopsis
En la segunda temporada de ‘Upload’, Nathan se encuentra en una encrucijada en su nueva vida después de la muerte… su novia Ingrid ha llegado inesperadamente a Lakeview con la esperanza de fortalecer su relación, pero su corazón sigue anhelando en secreto a su ángel de atención al cliente Nora. Mientras tanto, Nora está al margen de esta realidad y se involucra con el grupo rebelde antitecnológico ‘The Ludds’.
Crítica de la segunda temporada de Upload
Este viernes vuelve a Prime Video una de las series más originales y efectivas que ha estrenado la plataforma en los últimos años. Creada por Greg Daniels (The Office), esta comedia de ciencia ficción llegó como una sorprendente crítica del capitalismo, con la tecnología como absoluta protagonista, que abre abundantes debates sobre algunos temas impropios de una comedia de este tono.
Al contrario que en la primera entrega, en esta segunda temporada no se indaga tanto en los matices o inventos tecnológicos de su mundo, provocando que los personajes, sus conflictos y los problemas sociales que asolan esta sociedad cobren mucho más protagonismo. De esta forma, tras los eventos acontecidos en el último episodio, vemos a Nathan (Robbie Amell) y Nora (Andy Allo) empezando una nueva vida en la que al principio toman caminos muy distintos. Sin embargo, no tardarán demasiado en encontrarse de nuevo para iniciar una cruzada de la que Robin Hood estaría orgulloso.
Tras ser salvado por Ingrid (Allegra Edwards) de la sala de los 2 gigas, el bueno de Nathan está más decidido que nunca a averiguar la verdad sobre su asesinato. Mientras tanto, tiene que enfrentarse a la ausencia de Nora y a la agobiante presencia de Ingrid, quien termina absorbiéndolo durante un engañoso tiempo. Por su parte, Nora se une a un grupo rebelde liderado por la religión que reniega de la tecnología cuando los ricos la usan a su favor. En su lucha, los Ludds a veces realizan acciones que son tan cuestionables como las decisiones egoístas de la clase alta contra la que luchan.
O en otras palabras menos romantizadas: terrorismo en cierto sentido. Esto causa un conflicto interno en una Nora que se pregunta constantemente si está tomando la decisión correcta ya que, en su experiencia personal como ángel, se ha dado cuenta de que no todos los ricos son malos o actúan movidos por intereses personales. El problema en realidad son las grandes corporaciones como Horizen y sus controvertidas prácticas, pero los daños colaterales podrían no estar del todo justificados.
Decir que, en esta temporada, Ingrid se confirma como uno de los personajes más interesantes y complejos de la serie. De hecho, si apuramos es probable que, en este último sentido y gracias a la interpretación de Edwards, sea el único personaje principal capaz de aportar distintas capas en su desarrollo. Obsesionada, tóxica y una pesadilla andante para Nathan y los empleados de Lakeview, Ingrid cuenta con un conflicto interno fruto de la falta de cariño que ha recibido a lo largo de su vida. Muchos lujos, claro, pero solo Nathan se asemeja a algo cercano al amor.
Por ello, en su obsesión, a veces se comporta de forma realmente indeseable mientras que otras incluso llega a dar penita, y en conjunto, funciona muy bien como villana tanto como recurso cómico. A su lado, aunque en estos episodios se introducen nuevos personajes como Tinsley (Mackenzie Cardwell) o Matteo (Chloe Coleman), Owen Daniels (Space Force) en la piel de todas las variantes de I. A. Guy continúa siendo de lo mejor que podemos encontrar en la ficción en este apartado.
La segunda temporada de ‘Upload’ desarrolla más a sus personajes mientras ahonda en la insalvable brecha que la tecnología ha creado entre ricos y pobres en su mundo. Una pena que muchas veces pierda el foco y se desvíe en mayor cantidad por derroteros románticos algo telenovelescos, insistiendo en triángulos amorosos o romances que no se terminan de establecer. Además, uno desearía que los protagonistas no fueran tan planos y superficiales casi todo el tiempo, aunque también es cierto que el guion sigue pecando de estereotipar en exceso algunos de sus personajes.
De hecho, pese a seguir siendo eficiente y audaz en su mayor parte, en este apartado el humor en ocasiones alcanza niveles de grima más altos de lo habitual, llegando incluso a forzar ciertas situaciones que dan más bien vergüenza ajena por mucho que esta sea una comedia de tono tan absurdo como agudo. Y no, no me refiero a los famosos bebés virtuales, estos son perturbadores pero totalmente hilarantes en su concepto.
Además, con solo siete episodios, esta segunda entrega pasa en un suspiro y profundiza menos de los esperado. Sí, el misterio y la conspiración copan gran parte del metraje, y a su vez asistimos a más dinámica de oficina, tenemos una efímera subtrama de investigación policíaca que parece de relleno y también pasamos más tiempo en el mundo real. No obstante, durante la temporada apenas pasan cosas relevantes de verdad y la trama principal tarda más de lo debido en desarrollarse.
Es más, todo lo realmente trascendental ocurre en un último capítulo el cual, al menos, nos deja con un desenlace que de cierta manera consigue recompensar la espera y asentar las bases de una continuación prometedora, aunque incierta. Eso sí, lo hace con un enorme cliffhanger. Aun así, pese a perder frescura, la serie continúa siendo una propuesta muy divertida y entretenida. Una zona de confort que, evitando convertirse en un happy place, vuelve a atrapar gracias a su atractiva premisa y al cada vez más fascinante futuro que retrata.
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