Sinopsis
‘Red’ cuenta la historia de Mei Lee, una niña de 13 años un poco rara, pero segura de sí misma que se debate entre ser la hija obediente que su madre quiere que sea y el caos propio de la adolescencia. Ming, su protectora y ligeramente exigente madre, no se separa nunca de ella, lo que es una situación poco deseable para una adolescente. Y por si los cambios en su vida y en su cuerpo no fueran suficientes, cada vez que se emociona demasiado -o que le ocurre prácticamente TODO EL TIEMPO-, se convierte en un panda rojo gigante.
Crítica de Red
Dirigida por la debutante Domee Shi, este viernes llega a Disney+ la nueva película de Pixar, que de nuevo ha sido relegada al estreno exclusivo en la plataforma de streaming. Como ya ocurrió en ‘Soul’ o ‘Luca’, por tercera vez consecutiva el estudio hace uso de ese famoso cliché que consiste en convertir a personajes humanos en animales para fines narrativos. Así, nuestra protagonista Mei Lee, en una metáfora sin reparos del primer periodo, se convierte en un panda rojo que ha heredado de su familia.
Ella, que se encuentra día a día entre dos mundos distintos y en medio de uno de los mayores cambios que sufre la mujer a lo largo de su vida, se ve atrapada por una tradición china que contrasta sobremanera con la cultura occidental con la que convive fuera de casa. En este sentido, resulta cautivador ver cómo Mei tiene que adaptarse a una madre sobreprotectora que la obliga a ser perfecta, todo mientras vive ‘a tope’ sus imperfectas alteraciones junto a sus hilarantes y carismáticas amigas -si a Disney+ le diera por encargar una serie sobre ellas sería muy interesante-.

Ambientada en el Toronto de principios de los 2000, ‘Red’ es un coming-of-age diferente que supone un soplo de aire fresco para el estudio por varias razones. Y es que quizá estemos ante la película más humana, valiente y desenfadada de Pixar hasta el momento. Una divertidísima, entrañable y emocionante historia sobre los cambios experimentados en los inicios de la adolescencia y el despertar sexual durante la pubertad. Temas que, desde luego, uno no esperaba ver representados en una de estas cintas de una manera tan abierta, pese a que sus metáforas intentan maquillar algunos de sus mensajes más atrevidos.
Sin duda, un cambio radical por parte de una Pixar que por fin parece empezar a coger verdadera carrerilla en esto de adaptarse a los nuevos tiempos. La cinta también explora la brecha generacional a través del muro invisible que se forma entre padres e hijos, especialmente a lo largo de esta confusa etapa de autodescubrimiento, por culpa de ese choque entre la identidad personal, las altas expectativas y las tradiciones y herencias familiares.
Es cierto que, el objetivo final que mueve a nuestras protagonistas y a la trama, gira alrededor de la obsesión por las boy bands de muchos jóvenes de la época, lo que no deja de ser un problema del primer mundo un tanto estereotipado -que a su vez desemboca en un clímax demasiado cursi y pop-. Al fin y al cabo, en los 2000 era normal encontrarse con comentarios como «Los Backstreet Boys son hombres de verdad», ver cómo llorábamos porque nuestro Tamagotchi moría, presumir de Nokia 3310 o cuidar de nuestro discman cual tesoro de valor incalculable, algo que en especial resonará entre los millenials más tardíos.
Todo esto lo refleja a la perfección el guion, pero también una banda sonora y un diseño artístico que retratan con brillantez el notable contraste entre la cultura china y la occidental de aquellos tiempos. Además, su animación destaca como nunca gracias a la cantidad de pequeños detalles que encontramos en las expresiones faciales y los movimientos de los personajes. Por ello, el conjunto conforma una película imperfecta pero maravillosa la cual, entre todos sus valientes temas, resalta lo importante que es tener la oportunidad de decidir quién queremos ser.
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