Sinopsis
Región irlandesa de las Midlands, 1862. En ‘El prodigio’ Anna O’Donnell, una niña de once años, deja de comer pero permanece milagrosamente viva y en buen estado. La enfermera inglesa Lib Wright es llevada al pequeño pequeño donde vive la niña para observarla. Numerosos turistas y peregrinos se congregan para contemplar a la niña que, según se dice, ha sobrevivido sin comer durante meses. ¿Acaso alberga el pueblo a una santa que «sobrevive con el maná del cielo» o existen motivos más siniestros?
Crítica de El prodigio
Basada en la novela de Emma Donoghue, la película que llega a Netflix este miércoles es otro de esos punto y aparte en el catálogo de la plataforma. Una de esas obras que no está dirigida a un público casual, pero que destaca por ser ese cine como arte cada vez más hundido entre remakes, reboots, superhéroes y proyectos de relleno. Así, contra todo pronóstico y como demostración de nuestra capacidad para introducirnos en la suspensión de la incredulidad, el director argentino Sebastián Lelio decide comenzar la cinta en el set de grabación, todo para pedirnos que nos creamos la historia que nos va a contar a continuación.
A partir de ahí, el cineasta nos sumerge al instante en una atmósfera hipnotizante e inquietante. Esta ambientación consigue que su pausado ritmo, casi al borde del espanto para los cánones actuales, sea un aspecto más llevadero gracias a la incertidumbre de su historia, así como a esa sensación de estar ante una propuesta cuya mística fluctúa entre lo milagroso y lo tenebroso según le place. Así es cómo la película retrata la década posterior a la Gran Hambruna y la plaga del tizón que azotó los campos irlandeses, hechos que hacen que la decisión de Anna O’Donnell y el milagro de su supervivencia resulten tan impactantes para el mundo.

Es entonces cuando conocemos a la Lib de Florence Pugh, quien vuelve a ofrecernos otra interpretación simplemente impoluta y llena de matices. La solitaria enfermera no es solo una enemiga inglesa, sino también una mujer moderna de Londres, y es interesante cómo el guion juega con este contraste entre su forma de pensar y la de un pueblo irlandés mucho más tradicional. Además, el personaje de Pugh ha sufrido una pérdida irreparable y se enfrenta a su soledad a su autodestructiva manera. Por supuesto, el catalizador de este trauma influye directamente en su relación con nuestra «niña milagro».
Interpretada por una tiernísima Kíla Lord Cassidy, Anna es una niña muy creyente por principios propios, o puede que tan solo se haya creído de principio a fin las historias religiosas de sus padres y vecinos. ¿Pero su milagro es algo más que la medicina, todavía joven, ignora? ¿O es fruto de un tejemaneje creado por una comunidad traumatizada que necesita creer para seguir adelante? Es aquí donde el guion de Lelio y Alice Birch quizá pierde toda la sutilidad que sí demuestran los otros aspectos del filme, sobre todo porque adolece de diálogos un tanto vacíos y algunas decisiones narrativas que resultan complicadas de entender.
Sin embargo, pone los pelos de punta la forma en la que la película expone las posibles consecuencias de la permisividad ante ciertas prácticas fanáticas, así como el hecho de que, maquillar una acción con palabras bonitas, nos impide ir más allá para descubrir su verdadero significado solo por puro fanatismo. Lib está ahí, entre ellos, siendo testigo de todo y permitiéndolo porque son sus costumbres y está intentando entenderlas. Sin duda, estos temas escabrosos que han sido retratados con sorprendente valentía por Lelio son dolorosamente aplicables a muchos problemas y actitudes de la actualidad.
‘El prodigio’ es una experiencia magnética que consigue recompensar nuestra paciencia. Además de utilizar todos los trucos a su disposición para evitar que cambiemos de contenido, Lelio se beneficia al completo de su reparto -aunque desperdiciado en su gran mayoría- y de la espectacular fotografía de Ari Wegner. Al igual que en ‘El poder del perro’, Werner nos deja planos compuestos al milímetro que homenajean con mimo al movimiento realista. Y todo unido conforma una notable película sobre el duelo, la fe versus la medicina y el poder que tienen las historias para influenciarnos día a día.
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