Sinopsis
1899. Un vapor transporta emigrantes a América. Los pasajeros, procedentes de diversos países de Europa, tienen en común las esperanzas y los sueños para el nuevo siglo y su futuro en el extranjero. Pero cuando descubren otro barco de emigrantes a la deriva en alta mar, su viaje da un giro inesperado. Lo que se encuentran a bordo transformará su travesía a la tierra prometida en una pesadilla terrorífica.
Crítica de 1899
Con la nueva serie que llega a Netflix este viernes, los creadores Baran bo Odar y Jantje Friese (Dark) se han propuesto volver a hacer papilla nuestros castigados cerebros. En esta ocasión, los alemanes cambian los viajes en el tiempo por un escenario y unos personajes que parecen sacados de una novela de Agatha Christie -con el esperado giro moderno-. Además, aquí también hay muertes sospechosas y un culpable a desenmascarar, pero esto no es más que una simple distracción que esconde un misterio mucho más complejo. O debería decir mucho más surrealista y confuso a medida que avanzan los episodios.
Normalmente, esta clase de propuestas de misterio van descubriendo nuevas capas del mismo a medida que ofrecen respuestas. No obstante, aquí Odar y Friese llevan la contraria y en cada episodio introducen más elementos confusos, casi de forma desesperada, produciendo así muchas más preguntas cuyas explicaciones a su vez generan más cuestiones. Y aunque esto puede funcionar hasta un límite, también supone una decisión peligrosa ya que, al contrario de lo que ocurre en ‘Dark’, da la sensación de que los creadores no confían en el potencial de sus personajes.

Sin embargo, hasta cierto punto esto tiene sentido, sobre todo tras ver estos primeros seis episodios. Lo digo porque, excepto los personajes que se encuentran metidos en el ajo, los demás parecen meros peones de la historia que corretean por el barco sin tener ni idea de lo que está pasando -ni de lo que están haciendo, a todas estas-. Vamos, igual que nosotros los confusos espectadores. Así, tras conocer un poco más acerca del trasfondo y del papel que desempeñan estos desgraciados pasajeros en el misterio, resulta hasta normal que los creadores no se preocupen demasiado por ellos.
Esto seria una excusa plausible si antes no hubiese existido una serie espectacular de trucos similares -sí, hablo de ‘Perdidos’-, pero incluso en su fascinante caja misteriosa los personajes eran maravillosos y se les trataba con respeto. Aquí, más allá de explorar sus traumas en escenas muy esporádicas, la verdad es que no se les desarrolla demasiado y durante buena parte del metraje ni siquiera se nota cuando alguno no aparece. Y eso que no falta ningún estereotipo dentro del amplio espectro de personalidades y clases sociales que conocemos, pero para ser una ficción coral ninguno brilla ni atrapa pese al gran trabajo de todo el reparto.
Todos nuestros personajes están huyendo, buscando o escondiéndose de algo. Y por alguna razón que incluso ellos mismos no tienen demasiado clara terminan en el Kerberos. Y por si fuera poco, contra sus intereses todos tienen que pausar su viaje para rescatar a un navío exactamente igual al suyo. Por supuesto, en estos barcos nada es lo que parece, y poco a poco se revelan como si la isla de ‘Perdidos’ tuviese forma de Titanic, mientras que los pasajeros parecen como si los protagonistas de ‘Horizonte final’ se dejaran llevar sin saberlo por una novela de George Orwell.
De hecho, es como si fuera todo el planeta condensado en un navío, con sus diferentes idiomas, religiones y formas de pensar. Por supuesto, aquí los ricos y los pobres también conforman dos mundos muy distintos dentro del mismo barco. Y en sí, entre conversaciones multilenguaje, hombres extraños, niños de película de terror, figuras misteriosas, bichos verdes y un triángulo invertido que vemos en todas partes, esto parece ser un estudio del funcionamiento de la humanidad, pero si esta es la intención de los creadores no ha sido una forma demasiado original ni rompedora de hacerlo.

‘Dark’ tocaba elementos clásicos de la ciencia ficción, pero al menos se sentía una propuesta fresca, original, impactante y adictiva. Sin embargo, ‘1899’ da una sensación de déjà vu constante y no resulta tan interesante, incluso hace uso de algunos clichés un tanto groseros. Además, hay subtramas demasiado forzadas que no aportan nada al misterio en sí. A su vez, aunque cada escena parece esconder distintas capas, el guion adolece de diálogos explicativos innecesarios, intentos de humor que se sienten fuera de lugar y escenas que juegan a confundir más que a aportar.
Lo que más destaca en la serie es una atmósfera inquietante, agobiante y terrorífica en la que nada parece ser normal y mucho menos ir bien. Gran culpa la tiene su impecable y espectacular producción, la cual se beneficia de esa unión entre la dirección de Odar y la cuidada fotografía de Nikolaus Summerer que ya hizo de ‘Dark’ una propuesta visualmente relevante. Esto al menos sirve para mantener nuestra atención, ya que la ficción sufre de un ritmo pausado que en especial puede llegar a frustrar cuando, al recibir por fin alguna respuesta, esta solo termina generando más preguntas.
Y no diría que esta es una serie más ambiciosa que su anterior trabajo, porque no llega ni mucho menos al nivel de complejidad de la misma, pero Odar y Friese sí que logran sacarle todo el jugo pese a ser una propuesta más simple en su laberinto narrativo. Por desgracia, Netflix solo ha puesto a nuestra disposición seis de los ocho episodios y eso, en una ficción que requiere de tantas respuestas como esta, no son suficientes para formarse una opinión.
Al fin y al cabo, los finales de este tipo de cajas misteriosas acaban marcando su relevancia y calidad general, por lo que es difícil saber si todo este viaje de confusión y rarezas al final valdrá la pena. Por nuestro bien y el de su futuro en la plataforma, esperemos que sí.
Ver ahora
Recuerda que puedes seguirnos en Facebook, Twitter o Instagram.