Esta agotadora y claustrofóbica lucha de egos resulta tan exigente como vacía.
Un cineasta (Washington) y su novia (Zendaya) vuelven a casa tras
asistir a la fiesta de un estreno de cine que
él cree que será un gran éxito de crítica y público. Pero entonces
afloran ciertas revelaciones sobre su relación que ponen a prueba la solidez de
su amor, y de pronto la noche cambia por completo.
Escrita y dirigida por Sam Levinson (Nación salvaje), llega a
Netflix una de las primeras películas rodadas durante el confinamiento
del pasado año. En ella, asistimos al
clímax de una relación aparentemente tóxica entre una actriz y un
cineasta de reciente éxito. Una montaña rusa de emociones en la cual, la
exquisita fotografía en blanco y negro
de Marcell Rév (Jupiter’s Moon) se funde con unos
kilométricos monólogos llenos de amor, veneno, reflexiones personales y
críticas hacia la industria de Hollywood. El metraje al completo está protagonizando por tan solo dos personajes, que entre discusión y discusión, encuentran un momento de calma y consiguen
disfrutar el uno del otro por un fugaz instante. Sin embargo, basta con una frase sincera o una canción deliberada para que las llamas
vuelvan a arder con voracidad en esta encarnizada lucha de egos.
Zendaya (Spider-Man: Lejos de casa) interpreta a Marie, una
actriz decepcionada con su novio por sus pocas muestras de agradecimiento, a
pesar de ser clave en el proceso artístico. La californiana
está espectacular interpretando el mejor papel de su carrera. Cada
mirada, expresión y frase están calculadas con una sorprendente naturalidad y
madurez. Por su parte, David John Washington (Tenet) se mete en la
piel de un extasiado Malcolm, cuyas pataletas idealistas hacia los
críticos no le permiten disfrutar de su repentino éxito. Washington nos deja
una interpretación chirriante y desesperante. Tanto es así, que
su personaje llega a acariciar los límites de la paciencia del espectador. Desde los gritos hasta sus gesticulaciones, casi todo en él
resulta un pelín sobreactuado.
‘Malcolm & Marie’ es una película
agotadora e incluso claustrofóbica en ocasiones. También es tan exigente como vacía. Después de tantos
monólogos reflexionando sobre la industria cinematográfica, la crítica, el
proceso de crear y las intenciones de los cineastas, la sensación que deja es la
de ser un amalgama de quejas por parte de Levinson, algo así como
una forma de desahogo personal y egocéntrica en medio de una frustrante
pandemia. Pero al final, da igual si el filme intenta contarnos algo o
simplemente el director quiere emocionarnos sin ambicionar ningún tipo de
transcendencia. Como bien dice el personaje de Washington: «¿Quién puede saberlo? Es el misterio del arte, de las películas, de todo
lo que impulsa a alguien a hacer o decir algo». En este caso, el impulso ha sido frenado por la monotonía y el cansancio.
Puntuación: 6/10
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