Aunque es entretenida, una serie de cuestionables decisiones narrativas provocan que el resultado final no sea satisfactorio.
La noche más larga a la que hace mención el título es la noche del 24 de diciembre: un grupo de hombres armados rodean la prisión Monte Baruca y cortan las comunicaciones con el
exterior. Su objetivo: capturar a Simón Lago (Luis Callejo), un peligroso asesino en serie. Si los guardias lo entregan, el asalto acabará en cuestión de minutos. Pero Hugo (Alberto Ammann), el director de la
prisión, se niega a obedecer y se prepara para resistir el ataque.
Tras 'La casa de papel' y
'Bajocero', parece que en Netflix España le han cogido el gustito a esto de
encerrar a un grupo de personajes en un escenario y exprimirlos hasta su
límite. De hecho, me pregunto si con esta nueva serie creada
por Víctor Sierra y Xosé Morais (Néboa)
están intentando emular la fórmula de su producción más exitosa hasta la
fecha. Creo que está más que claro. En esta ocasión, la plataforma cambia la
Fábrica por una prisión psiquiátrica cuya dinámica en esta ficción puede
recordar, así exagerando a grandes rasgos,
al famoso Asilo Arkham de Batman. Es más, podría decirse que
esta es una historia carente de cualquier hombre murciélago, pero
llena de antagonistas que constantemente difuminan la línea que separa el bien
y el mal. Ya si hay buenos o malos es cuestión de cada uno.
Para más símiles, aquello de «O mueres siendo un héroe o vives lo suficiente
para convertirte en un villano» es una frase que a Hugo, nuestro
protagonista, la verdad es que le viene como anillo al dedo. Salvando
todas las distancias, claro. De hecho, se podría haber planteado un escenario
en el que Hugo no entregue a Simón por puros principios, como si fuera
ese héroe obcecado de toda la vida. Sin embargo se le da una motivación de demasiado peso, por lo que no le queda otro remedio que aguantar y provocar que
por su decisión aparentemente noble mueran más de los que deberían. Es
una premisa que resulta algo absurda cuando conocemos el grueso de los
factores y jugadores de la serie, pero
el guion intenta por todos los medios tapar los huecos de un conjunto de
decisiones narrativas bastante dudosas.
Mientras tanto, alrededor de la burbuja en la que habitan Hugo y Simón se
empiezan a formar bandos entre asaltantes, guardias y presos,
lo que pone a la prisión patas arriba. Todo esto provoca
un debate constante acerca de quién está tomando las decisiones más
lógicas en un entorno cada vez más hostil y desesperado, además de
alimentar la sensación de que aquí hay una conspiración mayor de lo que
parece. Por si fuera poco, la ficción aporta cierto trasfondo a los prisioneros
pero no a los trabajadores, lo que genera ciertas dudas sobre su verdadera intención. ¿Es otro de esos panfletos que intentan romantizar a los criminales y
demonizar a los que solo hacen su trabajo en prisión? Difícil afirmar que los
tiros solamente vayan por ahí, pero
está claro que la balanza se inclina hacia unos más que otros.
De todas formas, el guion de 'La noche más larga' está cogido con
pinzas. No solo se debe a que la idea general la hemos visto antes y mejor en
otras propuestas como 'Río Bravo' o 'Asalto al distrito 13',
sino también porque
da tantas vueltas a base de giros y torpezas convenientes que resulta frustrante. Y todo hecho con la intención de
estirar sus eventos hasta la extenuación. Por no hablar de que
explica cosas que no hacían falta explicar y se deja otras más importantes
en el tintero, además de que
se hace imposible empatizar con cualquiera de los personajes. No
importa cuántas relaciones se rompen y se forjan a lo largo de los seis
episodios, o si un personaje muere o no. Ni siquiera las respuestas,
pues al final su narrativa acaba siendo tan superflua y corriente que simplemente da igual.
Por otro lado, además de contar con un buen reparto encabezado por un
inquietante Luis Callejo, buena parte de sus virtudes corren a cargo
del director Oscar Pedraza, quien
consigue crear una atmósfera a la altura de las circunstancias durante las
pocas veces que la serie no está preocupada por ser... digamos que demasiado
accesible para el gran público español. Es una oportunidad desaprovechada que
al menos entretiene, pero que se queda lejos de ser todo lo que aspira a
ser. Es algo que traza cierto paralelismo con una conversación que tiene lugar
en el último episodio, como si los guionistas fueran perfectamente conscientes
de que el desarrollo no podría haber sido más forzado. Si encima rematas el
conjunto con un desenlace tan abierto que resulta incomprensible, sobre
todo en estas épocas de cancelaciones fáciles, pues no hay motivos suficientes
para estar satisfechos.
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