Una carta de amor a la música y a todas las personas que luchan por encontrar
su hueco en el mundo.
Bess (Brittany O’Grady) es una joven cantautora con
una vida muy ajetreada. Su madre
se fue de casa cuando era pequeña y su padre vaga sin rumbo por las
calles de Nueva York. Además, debe compaginar sus
numerosos trabajos mientras cuida de su
hermano con discapacidad intelectual. Un día, por fin encuentra la
oportunidad para demostrar su talento y cumplir su sueños,
su inseguridad sale a la luz. Pero, un simple tropiezo no impedirá que
encuentre su voz de una vez por todas.
Producida por J.J. Abrams (Perdidos,
Star Wars: El ascenso de Skywalker) y la cantante y compositora Sara Bareilles, llega a
Apple TV+ esta serie que mezcla drama, romance y música en una
autoproclamada
carta de amor a la diversidad musical de la ciudad de Nueva York. Una
historia sobre encontrar tu propia voz que
no es maquillada con bailes espectaculares y toneladas de confeti. Al
contrario, la ficción muestra la vida en crudo de sus personajes y
basa su espectáculo en la calidad y sinceridad de sus canciones, algo que nos recuerda en parte a otras propuestas parecidas, como la
inolvidable ‘Once (Una vez)’ (John Carney, 2007).
Precisamente son las canciones el principal atractivo de la serie.
Compuestas en su mayoría por la propia Bareilles, sus letras ahondan en
la personalidad y los pensamientos de la protagonista -que de seguro
tiene mucho de ella misma- con respecto a
su actitud, inseguridad y día a día. Esto, unido a unas
melodías que tienden al pop más emotivo, conforman un conglomerado de
temas que derrochan sensibilidad y honestidad. Y es indudable que
algunas como ‘Little Voice’, ‘Dear Hope’ o ‘More Love’ no faltarán en tu playlist después de escucharlas.
Bess, interpretada por Brittany O’Grady (Star, Navidad
sangrienta), es una protagonista compleja y real. El personaje no
parece apreciar tanto esa diversidad musical de la que presume la serie
y lo deja entrever con ligeros
gestos de desprecio hacia la música comercial o ‘mainstream’. Además,
su ego como artista la hace ser
terca e irascible a la vez que dulce y honesta. Es curioso como
actúa de forma tan abnegada en algunos asuntos, mientras que
en otros cae en el egoísmo más irritante. Todo sin olvidar que
se encuentra ahogada en su ajetreada vida y en la constante
lucha interna entre su ambición y su inseguridad.
Sobrevivir en una gran ciudad como Nueva York siendo joven
no es tarea fácil. Es una realidad que muchos de ellos
necesitan desempeñar varios empleos para poder permitirse un hogar. A
esto, hay que añadirle que Bess debe lidiar con un hermano con discapacidad
intelectual que depende de ella, a pesar de que
se le presupone adulto y apto para vivir por si mismo, además
de un padre alcohólico que apenas aporta algo a sus vidas. Una
agotadora lucha diaria que
convierten a la protagonista en una persona igual de admirable que
la actuación de O’Grady, todo un descubrimiento tanto a
nivel interpretativo como musical.
Con una especie de romance forzado que nos hace temer lo peor desde el
primer episodio, y varias subtramas que caen en el más ordinario de los clichés, en ocasiones parece que algunos momentos podrían rebasar la línea de lo cursi y sonrojante. Pero, contra todo pronóstico, los guionistas casi siempre encuentra una solución diferente. Sin embargo, uno de los problemas más visibles de la ficción
está en el desarrollo de sus otros personajes. A excepción de la mejor
amiga de Bess, la serie se centra demasiado en su protagonista y
no profundiza lo suficiente en el resto de secundarios.
En ‘Little Voice’ se respira música en cada escena. Desde los
innumerables artistas callejeros hasta la magia de Broadway, sin
duda es una carta de amor a la diversidad musical. Pero no solo esto, también
es un homenaje a todos las personas que luchan por encontrar su hueco en el
mundo, sea cual sea su posición, género, etnia, condición, sexualidad o
profesión. Asimismo, cuenta con abundante denuncia social, y
temas como machismo, homofobia o racismo están muy presentes en la
trama. Además, nos muestra la realidad de la industria musical, en la
que
se priorizan la imagen y la predisposición a lo comercial en detrimento del
talento.
En esta primera temporada, los
nueve episodios de escasos treinta minutos terminan en un suspiro e
invitan al revisionado. Y
no es de extrañar que se convierta en una nueva obsesión seriéfila,
pues cuenta con una historia realista y de futuro,
una protagonista interesante y un conjunto de canciones emotivas
y pegadizas que incitan a ser escuchadas una y otra vez. Una
propuesta musical de las que no abundan en televisión y que merece
una oportunidad, a pesar de sus fallos.
Puntuación: 7/10
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