En esta ambiciosa tercera temporada, la serie se reinventa cambiando el
western por el ciberpunk más tradicional, con todos los clichés que ello
implica.
Neo-Los Angeles, 2058. Tres meses después de la rebelión en Westworld,
Dolores (Evan Rachel Wood), desarrolla una relación con
Caleb (Aaron Paul) mientras aprende como los seres artificiales y los
humanos de clase baja son tratados en el mundo real. Entretanto,
Maeve (Thandie Newton) se encuentra en otra parte del parque de Delos,
uno basado en la Italia fascista durante la Segunda Guerra Mundial.
William (Ed Harris), que también había abandonado Westworld, es
perseguido por las visiones de su hija Emily y Dolores.
Han pasado dos largos años desde que se emitiera la segunda temporada de
una de las series más ambiciosas de la televisión actual. No es para
menos. El final del vigésimo capítulo de Westworld auguraba un futuro totalmente
distinto para la ficción y clamaba a gritos una reinvención al completo.
Un lavado de cara con el que HBO no ha escatimado en presupuesto,
logrando lo que probablemente sea
el mejor apartado visual visto hasta la fecha en la pequeña pantalla.
En esta nueva tanda de episodios poco queda de lo que conocíamos.
La árida superficie del desierto ha dado paso al quebradizo asfalto. Los
árboles se han transformado en rascacielos gigantes. Las humildes estructuras
del oeste se han convertido en modernas y elegantes creaciones.
Ya no visualizamos tan solo a la sociedad de clase alta, sino que además
nos adentramos en los terrenos de clase trabajadora y la pobreza.
Y los dioses que antaño creíamos inmortales, no son más que un recuerdo
borroso
reemplazado por divinidades de metal.
Así, la serie logra el objetivo de reinventarse en casi todas sus formas,
dando lugar a una propuesta al estilo del ciberpunk más tradicional. Nos
encontramos con elementos típicos del género, como una
sociedad distópica, donde
la inteligencia artificial está por encima de la mente del ser humano y
en la que acontecen distintos
conflictos entre la clase media-baja y las megacorporaciones, que dominan el mundo gracias a la enorme cantidad de datos que recopilan
sobre los usuarios. Es el momento ideal para rebelarse.
La figura salvadora resurge de las cenizas de Westworld
con la forma de Dolores, el personaje de Evan Rachel Wood (En el
bosque,
Frozen II), cuya única
misión es destruir a todos los que hicieron de su vida un infierno e iniciar
una revolución
que acabe con el orden establecido. En medio de su violento periplo,
se encuentra con Caleb, interpretado por Aaron Paul (Truth be
told, El camino: Una película de Breaking Bad),
un humano que intenta ganarse el sustento realizando recados de dudosa
legalidad y con el que comparte algunos intereses.
En otros frentes nos encontramos con Thandie Newton (Han Solo: Una
historia de Star Wars, Gringo: se busca vivo o muerto) y su
Maeve mientras intenta averiguar que ha sido de ella misma después de los
acontecimientos de la segunda temporada. Además, Jeffrey Wright (El
jilguero, Todo el día y una noche) vuelve a ponerse en la piel de
Bernard, que
se encuentra pronto entre la espada y la pared en la lucha por el futuro del
mundo.
Tessa Thompson (La dama y el vagabundo, Men in Black: International)
retoma su papel como directora general de Delos, que
intenta superar el caos en el que se ha convertido la corporación. Por
último, William, el personaje de Ed Harris (Geo Storm,
Resistencia), parece que es una sombra de lo que fue algún día y es quizá
el avatar más desaprovechado esta temporada, algo sorprendente teniendo
en cuenta su indudable importancia en la trama en anteriores ocasiones.
Además de algunas apariciones y cameos inesperados que no vamos a desvelar, la
serie presenta a un nuevo villano encarnado por Vincent Cassel (Especiales, Underwater). A pesar del encomiable esfuerzo del gran actor francés,
que desempeña su papel con total naturalidad,
su personaje no puede evitar caer en los derroteros del antagonista más común
del género, cuyas acciones y motivaciones no logran sorprender ni generar el interés
suficiente.
La tercera temporada de
‘Westworld’ da un paso adelante en su apartado audiovisual, en el que
mezcla escenarios reales con unos efectos especiales que quitan el sentido, siempre teniendo en cuenta su formato. Sin embargo,
da dos hacia atrás respecto a su guion. Sin renunciar del todo a la
complejidad argumental,
esta nueva propuesta apuesta más por edificar un suspense facilón y
tramposo, en
detrimento de las intrincadas e inteligentes reflexiones sobre la naturaleza
humana
que han caracterizado a las temporadas anteriores.
Una pena que,
contando con uno de los mejores repartos y equipos técnicos de la
televisión, la ficción empieza a dar síntomas alarmantes de simpleza y vulgaridad.
Culpa de esto podría ser la falta de auténticos éxitos recientes en HBO,
que ha llevado a la cadena a
tomar la decisión de hacer la serie más accesible al gran público, un
movimiento que se siente desesperado. Veremos como continúa la historia en su
ya confirmada cuarta temporada, un futuro que a día de hoy, parece
totalmente incierto.
Puntuación: 7/10
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