Un viaje a la cima de dudosa ética al que le sobra cinismo y le falta
contundencia
Balram Halwai (Adarsh Gourav) narra su odisea para pasar
de ser un pobre campesino a emprendedor de éxito en la India actual. El
joven se las apaña para convertirse en chófer del hijo del propietario de la
aldea y su novia, que acaban de regresar de Estados Unidos. Como la
sociedad ha moldeado a Balram para ser un sirviente, este
se vuelve una presencia indispensable para sus acaudalados amos. Pero
tras una trágica noche, Balram se da cuenta de hasta dónde llega la inmoralidad de la pareja, capaces de cualquier cosa con tal de salvar el pellejo. A punto de perderlo
todo, Balram decide rebelarse contra el sistema.
Basada en la novela homónima de Aravind Adiga, el próximo
viernes llega a Netflix esta película escrita y dirigida por
Ramin Bahrani (Fahrenheit 451). La trama, que narra el ascenso social y
económico de nuestro protagonista, se siente como una furiosa respuesta al
‘Slumdog Millonaire’ de Danny Boyle. Así, Bahrani realiza
un retrato menos edulcorado de la India real en donde las costumbres familiares, las castas y la enorme brecha que separa a
ricos y pobres sí que tienen verdadera repercusión en el personaje principal, llevándolo por un camino de sueños cumplidos, pero también
de sangre e ideales rotos. Además, su desarrollo y abundante voz en off
recuerdan a filmes como ‘Uno de los nuestros’, aunque con
altas dosis de críticas hacia un gobierno injusto y extremadamente
desigual
y sin esa romantización del crimen característica del cine de Scorsese.
A lo largo de varios años, en la película asistimos a la evolución de un
sirviente llamado Balram, que trabaja para el privilegiado
Ashok (Rajkummar Rao) y su novia Pinky (Priyanka Chopra).
Interpretado por un sumamente inspirado Adarsh Gourav (Hostel Daze),
este -no tan- inocente aldeano es
objeto del trato precario de sus dueños y testigo directo de la hipocresía de
la clase alta. No obstante, Balram termina ‘traicionándose’ a sí mismo una y otra vez
y acaba siendo un esclavo por partida doble: de su ‘maestro’ y
de las acciones derivadas de su justificada ambición. El problema llega
cuando, detrás de tanta crítica mordaz y varias rupturas de la cuarta pared,
nuestro protagonista no ejecuta ni un solo acto moralmente razonable. Al
fin y al cabo, ¿acaso le queda otra opción en esta India donde todo es blanco o negro?
‘Tigre Blanco’ es un viaje a la cima de dudosa ética al que
le sobra cinismo y le falta contundencia. Técnicamente, el película raya
a gran nivel debido a una cuidada fotografía y una detallista construcción de los pueblos, ciudades
y las distintas formas de vida
que podemos encontrar en el país de los 330 millones de dioses. La cinta,
movida por una excesiva narración a base de humor negro y curiosas
elucubraciones mentales,
avanza con buen ritmo y conseguir atrapar gracias al carisma del actor
protagonista. Sin embargo, el guion se contradice una y otra vez con sus numerosas críticas sociales, aunque es de suponer que esto sea parte de su
poco convincente e intrincada sátira. Al final, por muchas verdades que
Adiga y Bahrani reflejen en sus manuscritos,
el mensaje resulta más provocador que relevante.
Puntuación: 6,5/10
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