Sinopsis
Basada en el mundo de ‘The Witcher’ creado por Andrzej Sapkowski, la miniserie cuenta un relato perdido en la noche de los tiempos acerca de la creación del prototipo de brujo, así como sobre los sucesos que confluyeron en el momento clave de la Conjunción de las Esferas, cuando los mundos de los monstruos, humanos y elfos se fusionaron en uno 1200 años antes de las aventuras de Geralt de Rivia.
Crítica de The Witcher: El origen de la sangre
Tras un año lleno de propuestas fantásticas de todo tipo, la nueva miniserie de Netflix llega el día de Navidad para cerrar el irregular y carísimo círculo que ha formado el género a lo largo de estos meses. Así, esta ficción que sirve como precuela de ‘The Witcher’ cuenta con la oportunidad de narrar uno de los momentos más apasionantes -y desconocidos- de la mitología del mundo creado por Sapkowski. De hecho, en términos de historia y libertad creativa, este es el muy inferior equivalente a una ‘El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder’ que ya de por sí no es para tanto.
Y es que, de forma parecida a la producción de Prime Video, la miniserie termina de romper con todo el canon establecido en las novelas para aclarar que el universo de Netflix va por su propio camino. Si es que ya no había quedado cristalino tras las recientes polémicas en torno al desprecio de los guionistas por el material original, claro. Como es obvio, lo hace con bastante menos presupuesto y metraje que la serie de Amazon. Sin duda, Sapkowski debía de necesitar mucho el dinero para aceptar que perpetren semejantes crímenes contra su obra.

La que podría haber sido una épica y espectacular historia contada a través de distintas perspectivas en diferentes mundos, el creador Declan de Barra la convierte en una trama genérica de rebelión llevada por un grupo variopinto de inadaptados que se reúnen para derrocar a los malos -y salvar el único mundo que a los guionistas les importa, claro-. Esto se puede entender como un inofensivo homenaje a la fantasía más clásica que sustituye a seres humanos por elfos, pero también como un burdo ejercicio de pereza pensado para cumplir el contrato de forma rápida y sin demasiado esfuerzo.
En especial, esto último se nota en un guion perezoso y un montaje apresurado que parecen hechos para rellenar un hueco en el apartado que la plataforma dedica al mundo de Geralt, no para destacar como un producto propio con personalidad y relevancia. Es más, durante la mayoría del metraje, la miniserie luce un formato que recuerda a las ficciones documentales históricas debido a su narración en off, su prisa a la hora de relatar a los eventos y la falta de tiempo que tiene para desarrollar a sus numerosos personajes. Y todo esto aumenta la sensación de estar ante un mero trámite, sin más.

Y es una pena porque, aunque de Barra y compañía intentan emular sin éxito el espíritu de la narrativa de Sapkowsi, sí que han creado a un grupo de personajes interesantes que merecen algo más. De hecho, si hubieran abordado la historia de otra manera y bajo otras circunstancias, aquí hay material de sobra para extenderse más allá de los escasísimos cuatro episodios que conforman la miniserie. En cambio, sorprende cómo un evento de tanta importancia ha sido retratado de una forma tan vacía, superficial y desdeñosa. Por no hablar de un apartado técnico bastante justito en el que solo destacan los paisajes del mundo.
Sin duda, el apartado más destacado de ‘The Witcher: El origen de la sangre’ reside en su desaprovechado reparto. Duele ver a nombres como Michelle Yeoh o la cada vez prometedora Mirren Mack vagando por los clichés y las pocas oportunidades que ofrece la miniserie para desarrollar a sus personajes. Al menos conecta con la serie principal desde el primer minuto, aunque sea solo para justificar desesperadamente su existencia. Sin embargo, si el futuro de ‘The Witcher’ va por este camino, no me extrañaría que otros también empezaran a abandonar el barco.
‘The Witcher: El origen de la sangre’ se estrena el 25 de diciembre en Netflix.
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