Sinopsis
Tras los eventos de la temporada anterior, los miembros de ‘The Umbrella Academy’ vuelven a casa convencidos de que han evitado el apocalipsis y reparado de una vez por todas esta línea temporal dejada de la mano de Dios. Pronto se dan cuenta de que algunas cosas -más bien todo- han cambiado. Entonces aparece la Sparrow Academy y todos chocan en una violenta pelea que será la menor de sus preocupaciones. Mientras lidian con sus problemas y una misteriosa entidad que está destruyendo el universo, los Umbrella deben convencer a la nueva familia para que los ayude a corregir las anomalías provocadas por su llegada.
Crítica de la tercera temporada de The Umbrella Academy
La familia disfuncional favorita del género vuelve a Netflix con su esperada tercera temporada. Tras veinte episodios, resulta triste darse cuenta de que todo lo que han hecho nuestros protagonistas no ha servido para nada. Bueno sí, solo para fastidiarse la vida algo más si cabe. Esta nueva entrega empieza fuerte, con los personajes afrontando las consecuencias de aparecer en una realidad alternativa, tan de moda en los últimos tiempos. No obstante, al poco tiempo todo se convierte -otra vez…- en una carrera contrarreloj para salvar el planeta de otro apocalipsis potencial. Y es que, como la humanidad en sí misma, cada vez que la Umbrella Academy da un paso destruye el mundo.
Quizá sean los primeros quince minutos más divertidos de cualquier inicio de temporada de una serie de superhéroes. Eso sí, con permiso de lo que hace ‘The Boys’ año tras año, claro. De hecho, los miembros de la nueva Academia Sparrow son algo así como la versión de Los Siete, un grupo de supers mimados y egocéntricos en su mayoría que piensan más en ellos mismos que en los demás. De esta forma, al principio se plantea un continuo juego del gato y el ratón entre ambos grupos en el que se miden los poderes constantemente. Sin embargo, los guionistas no consiguen sacar todo el jugo de estos nuevos personajes y en su mayor parte acaban bastante desaprovechados.

En cambio, Steve Blackman (Legión) y compañía, quienes ya solo miran de reojo a los cómics de Gerard Way y Gabriel Bá, prefieren centrarse en cerrar cabos sueltos de anteriores entregas a la vez que crear nuevos giros, relaciones rotas, pérdidas, amores y responsabilidades inesperadas, en ocasiones caóticos en exceso y otras vistas mil veces antes, en los que todos se traicionan a sí mismos como personajes y a los demás como compañeros. Y todo, por supuesto, mientras intentan salvar el mundo y se quitan a algunos de en medio por falta de espacio.
Esto a su vez provoca que la temporada se sienta más densa de lo necesario, porque no se ha conseguido equilibrar la llegada de nuevos personajes con todo lo que se encontraba pendiente. No obstante, sí que destaca la excelente forma en la que se ha tratado la transición del personaje de Elliot Page. Es un hecho que consigue resonar con fuerza ya que, como consecuencia de haber salido por fin de esa caja en la que estaba encerrado, Viktor adquiere esa seguridad y autoestima de la que carecía en entregas anteriores. Si existe alguien al que pueda molestarle esto, simplemente no lo entiendo.
En la temporada, Blackman también insiste en mantener juntos a nuestros protagonistas todo lo que sea posible. Esto no significa que no haya momentos en los que todos siguen su propio camino y tienen la oportunidad de brillar, ya sea solos o acompañados -con conflictos mutuos incluidos-, pero es verdad que resta protagonismo a algunos de sus personajes más interesantes, como puede ser el caso del Cinco del otra vez estupendo Aidan Gallagher. Al menos, el bueno de Robert Sheehan y su Klaus ganan presencia. Por otro lado, una fantástica Génesis Rodriguez podría ver su carrera relanzada como se merece tras su participación.
Es extraño que los guionistas traten tan bien a algunos personajes de siempre, para luego inundar a otros de tópicos absurdos. Por ejemplo, el nuevo Ben (Justin H. Min) es el típico capullo integral que solo se aguanta a sí mismo. Nada más. Pero el premio gordo se lo lleva una Alison (Emmy Raver-Lampman) convertida en un insoportable cliché andante. Es decir, el único personaje femenino del grupo -con permiso de Lila– es construido aquí a base de conflictos demasiado tradicionales y reacciones de manual de guionista. ¿Estoy enfadada con el mundo? Pues me corto el pelo para demostrar mi nueva rebeldía. Ese es el nivel. Al menos, Raver-Lampman hace lo que puede con lo que tiene.

Esta tercera temporada de ‘The Umbrella Academy’ va de más a menos de una forma a veces alarmante. No solo por adolecer de relleno -el noveno episodio se utiliza íntegramente para decidir el movimiento final- o por maltratar a algunos de sus personajes con el objetivo de explotar ciertos recursos narrativos en vez de hacerlos evolucionar. También porque, poco a poco, la ficción empieza a plagarse de clichés de algoritmo de Netflix -y de televisión moderna en general-.
Que si el amor esto y el amor lo otro. Una boda por aquí y un embarazo por allá… Y todo lleno de conversaciones sobre la importancia de la familia, el perdón y la identidad. Por ello se podría decir que, para aprovechar nuestra unión con los personajes tras estas dos temporadas, la serie ha ganado en sensibilidad y corazón, pero ni siquiera los guionistas han sido capaces de sacarle todo el provecho a esto. A la hora de la verdad, todos sus conflictos humanos no parecen tener ese valor que se hacía notar en sus diálogos.
Lo bueno es que, aparte de ofrecer ciertas respuestas y revelaciones, la serie parece haber abrazado definitivamente su lado más absurdo, lo que la ayuda todavía más a diferenciarse de otras propuestas superheróicas pese a que aún le queda un largo camino por recorrer para sobresalir. Además, la acción es equilibrada y, menos los horrorosos cromas, todo se ve mejor que nunca. También sabe equilibrar sus tonos y mantenerse imprevisible y, muchas veces, los acontecimientos pierden el sentido de una forma tan hilarante que se acaba agradeciendo como desconexión total con la realidad.
Eso sí, si creíais que Biff Tannen el abusón era un personaje exasperante, esperad a ver el desenlace muy a lo ‘Regreso al futuro II’ que nos deja esta entrega. Un final que no recompensa el viaje, sobre todo al ver cómo el grueso del progreso argumental y emocional alcanzado durante los episodios es tirado de nuevo por la borda. Así, sin ninguna sutilidad. Esto provoca frustración y ojos en blanco, como buena parte de la temporada en sí.
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