Sinopsis
Después de la emboscada que le tendió su hijo Kendall al final de la segunda temporada de ‘Succession’, Logan Roy comienza la tercera entrega en una posición peligrosa, luchando para mantener sus alianzas familiares, políticas y financieras. La tensión se incrementará cuando la irreconciliable batalla empresarial amenace con causar una auténtica guerra civil en la familia.
Crítica de la tercera temporada de Succession
Han sido dos largos años de espera, pero la mejor familia disfuncional de la televisión vuelve por fin a HBO con su esperada tercera temporada. Como ya sabemos, la serie creada por Jesse Armstrong (Fresh Meat) ha cosechado éxito tras éxito desde su estreno. Normal, porque resulta un enorme placer ver a esta panda de ricachones, cuyas personalidades van desde el ego más incalculable hasta la sociopatía más evidente, escupiendo magníficos diálogos escritos con toda la mala intención.
Todo ello mientras continúan siguiendo ese patrón ya característico que consiste en encontrarse siempre conspirando dentro de la sala de un gran evento, o reunidos en privado para tomar decisiones cruciales rodeados de un despilfarro de dinero que ni siquiera disfrutan. Así, el inicio de esta nueva ‘canción de los Roy’ nos deja bien clara una cuestión: ahora sí que nos encontramos ante un auténtico juego de tronos mundano.

La enigmática sonrisa a medias esbozada por Logan (Brian Cox) durante los últimos fotogramas de la entrega anterior ya no existe, pues Kendall (Jeremy Strong), que se aprovecha de las nuevas tendencias para labrarse una fama y así conseguir sus objetivos, no ha cedido precisamente a la presión y está decidido a destruir a su padre. Mientras, Shiv (Sarah Snook) y Roman (Kieran Culkin) pululan como moscas alrededor de esta guerra sin saber donde posarse, esperando o creando la oportunidad perfecta para por fin obtener el reconocimiento que creen merecer.
Esto desencadena una auténtica batalla que se recrudece a lo largo de la temporada, dejándonos con algunos de los momentos más profundos, complejos y llenos de matices emocionales de la serie. Al fin y al cabo, no hay que olvidar que se trata de una familia, y ver como aquí se exponen por completo y se machacan los unos a los otros acaba tocando alguna que otra fibra.
Por otra parte, Connor (Alan Ruck), que quizá el sea el miembro de la familia más opacado de todos, va de típico politicucho tan carente de ideas que la única que tiene es la de ser presidente. Una vez en el despacho oval, ya si eso se verá. También tenemos a Tom (Matthew Macfadyen) y Greg (Nicholas Braun) más perdidos que un pingüino en el desierto entre todas estas rencillas, pero sin perder de vista cualquier oportunidad que se presente para unirse al bando ganador.
Además, el reparto de secundarios de siempre es coronado por algunos acertadísimos invitados estrella como Adrien Brody, Alexander Skarsgard o Sanaa Lathan, los cuales dan muchísimo juego. Esta temporada tampoco escatima a la hora de colocar sobre el tablero una gran selección de pequeñas luchas de poder, traiciones que se ejecutan o retractan con solo una llamada, tránsfugas inesperados y maniobras corporativas de dudosa legitimidad. Vamos, todo un festín de narcisistas ricos en acción.

En sus dos primeras entregas, la verdad es que resultaba increíble la capacidad que tenía ‘Succession’ para entretenernos durante una hora, incluso cuando daba la sensación de que no estaba ocurriendo nada en especial. Todavía sorprende más sabiendo que lo normal sería odiar a todos y cada uno de sus personajes. Sin embargo, por alguna extraña razón y tras 20 episodios llenos de veneno y atrocidades, uno sigue queriendo arriesgarse a empatizar con alguno de ellos aunque la integridad moral se vea muy afectada, como si se tratara de un placer culpable a niveles grotescos.
No obstante, en esta temporada, todos los capítulos gozan de mucho más ritmo, intensidad y agresividad. Además, nuestros protagonistas han llegado a un nivel de desesperación e histeria -algunos de una forma casi caricaturesca- que todo aquí se ha vuelto más crudo, caótico y también sumamente hilarante en muchos de sus tramos.
Y es que esta vez, durante la mayoría del metraje, ocurren muchas cosas que nos impiden apartar la mirada de la pantalla. Una nueva confrontación, una conversación venenosa, el comentario sociópata de turno, la última puñalada por la espalda, una cínica y aplastante lección de vida… y todo ocurre con un frenesí inaudito hasta el momento en la serie. Por ello, en esta temporada, ‘Succession’ consigue al fin un mayor equilibrio en sus formas que la mantiene como una de las mejores series de los últimos tiempos.
De esta forma, Armstrong vuelve a demostrar que hoy en día una gran ficción no está obligada a cimentarse sobre costosos efectos especiales, fuegos de artificio, escenas visualmente espectaculares o correcciones políticas realizadas solo con el objetivo de ganar audiencia. Lo único que se requiere son guiones inteligentes, una puesta en escena brillante, personajes bien construidos y algo que decir. Así que tome nota, señor Goyer.
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