Sinopsis
En la tercera temporada de ‘Sex Education’ llega un nuevo curso y Otis tiene relaciones sexuales de vez en cuando, Eric y Adam son pareja oficial, y Jean está embarazada. Entretanto, Hope, la nueva directora, intenta que Moordale vuelva a ser un modelo de excelencia, Aimee descubre el feminismo, Jackson se enamora, y un mensaje de voz perdido aún planea en el aire.
Crítica de la tercera temporada de Sex Education
Ya quedan pocos días para que vuelva a Netflix una de las mejores propuestas juveniles del momento. Con dos temporadas sobresalientes hasta ahora, la ficción británica creada por Laurie Nunn ha dejado su listón tan alto que resulta muy complicado poder mantener el nivel. En esta ocasión, a simple vista su mayor baza parece ser la llegada de Hope a Moordale.
Este personaje, interpretado por una misteriosa y tajante Jemima Kirkle (El amor de Sylvie), funciona como una especie de versión amable de Dolores Umbridge. De esta forma, ante la atónita mirada de nuestros protagonistas, la nueva directora convierte poco a poco el instituto en una institución estricta de métodos ‘ligeramente’ radicales, anticuados e indiferentes con la identidad del alumnado. Es decir, aplasta con sus manos todo lo que la serie defiende y predica.

El verano ha acabado y, tras una intensa y rompedora introducción, vemos como los alumnos regresan al instituto muy cambiados después del último curso. A partir de aquí, la serie no hace más que volver a presentarnos un sinfín de situaciones hilarantes, incómodas y emotivas que se superan episodio tras episodio.
Como punto negativo, la ficción estira la evolución de la relación entre Otis (Asa Butterfield) y Maeve (Emma Mackey) hasta exasperar y hacernos desear mirar hacia otro lado, al menos durante un tiempo. No resulta agradable que por ello desaparezcan del mapa algunos personajes que empezaban a tener un desarrollo muy positivo, porque a lo largo de esta temporada se nos plantean otras relaciones mucho más interesantes para explorar dentro y fuera de Moordale.
No obstante, hay otros personajes secundarios que sí gozan de un mejor tratamiento durante la temporada. Eric (Ncuti Gatwa), Adam (Connor Swindells), Aimee (Aimee Lou Woood) y Lily (Tanya Reynolds) protagonizan unas subtramas muy especiales. Además, la serie expande su mundo y amplía la inclusión con la introducción de algunas personas no binarias como Cal (Dua Saleh), con la que Jackson (Kedar Williams-Stirling) conecta muy pronto.
Por otro lado, los adultos no se quedan atrás y también ganan en importancia. La sorpresa en este aspecto la da Mr. Groff (Alistair Petrie), un personaje que ya creíamos extinto y que, sin embargo, protagoniza algunos de los mejores momentos, erigiéndose así como una de las estrellas inesperadas en esta nueva tanda de episodios. ¿Quién lo iba a decir?

Si los personajes de ‘Sex Education’ se mantienen más frescos que nunca en esta tercera temporada, al guion se le puede reprochar el excesivo abuso de ese ‘ahora sí pero no’ que ha pasado de ser muy adictivo a frustrar más de la cuenta en ocasiones. En favor de la complejidad emocional y el amor propio, al mismo tiempo la serie ha perdido un poco de ese divertido enfoque sobre el sexo y sus problemas derivados que lucía con orgullo en sus dos primeras entregas, algo que podría verse como una evolución o un retroceso dependiendo del espectador.
Pero todo esto viene ligado a ese concepto tan ambiguo que es la madurez, y como no podía ser de otra forma, la ficción también ha madurado a su manera a lo largo de este viaje de 24 episodios. Sería injusto no valorar como algo muy positivo el hecho de poder disfrutar de estos cambios, porque sin duda enriquecen la propuesta y a nosotros, inconscientemente, nos hace mejores personas.
Tampoco nos vamos a engañar ya que, aunque hasta ahora todo estaba envuelto en una divertidísima fachada de exploración sexual adolescente, el sexo y el amor nunca han sido los elementos más importantes de esta ficción. Aquí, lo fundamental reside en el hecho de poder descubrirse, conocerse y aceptarse a uno mismo por muchos errores que cometamos en el camino y el dolor que ello pueda conllevar. También de aprender a envolver la superficialidad en un pañuelo usado y tirarlo a la basura, consiguiendo así construir relaciones trascendentales de todo tipo a pesar de que en ocasiones puedan parecer utópicas.
Esto es algo en lo que la serie continúa destacando por encima de la mayoría, y en la nueva temporada, lo hace con mucha más valentía y total desenfado. Eso sí, maravilla tanto como duele, porque cuando llegue el día en el que tengamos que despedirnos de Moordale y sus habitantes, el mundo volverá a ser un poco menos bello mires por donde lo mires.
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