Lo que empieza como una propuesta de espías interesante y llena de tensión,
acaba desinflándose por culpa de varios errores flagrantes.
Tamar (Niv Sultan), una hacker infiltrada en Teherán bajo
una indentidad falsa, tiene como objetivo
destruir el reactor nuclear de Irán. Cuando su misión fracasa y se ve
envuelta en una nueva vida, deberá trazar un plan que
pondrá en riesgo a sus seres queridos. Mientras, el agente la
inteligencia iraní Faraz Kamali (Shaun Toub), dejará atrás a su esposa
enferma para detener a la espía cueste lo que cueste y así
salvar su patria.
Desde Israel y creada por el guionista de ‘Fauda’ (2015-) llega a
Apple TV+ una nueva propuesta de espías centrada en la
Guerra subsidiaria irano-israelí. Un conflicto que
se ha extendido durante más de quince años y que prácticamente no ha
tenido representación ninguna en el formato de ficción. Para ponernos un poco en
contexto, dicha disputa es derivada de las
diferencias político-religiosas radicales y de numerosas presunciones y
conspiraciones después del ascenso del republicanismo teocrático en Irán. Con
esto, e intentando no caer en la tentación de hablar con la voz de mis ideales,
voy a concentrarme en la serie como el producto de entretenimiento que es.
La ficción absorbe desde el principio con un ritmo muy bien
calibrado y un gran acierto a la hora de crear tensión y suspense.
Estamos ante una historia de espías atípica por su realismo y su
humanización de los personajes. Aquí,
no nos vamos a encontrar al James Bond de turno que salta por los tejados
mientras evita las balas y logra salvar el día de forma espectacular. En esta
serie, la protagonista es una agente del Mosad tan humana como tú y como
yo. Tan dura como frágil. Tan inteligente… como torpe.
Esta es precisamente su mejor virtud y uno de sus errores más flagrantes.
Por un lado, es de agradecer el hecho de tener una protagonista que represente a
una agente imperfecta en su trabajo, al menos hasta cierto punto. La actriz
israelita Niv Sultán resulta una grata sorpresa e
interpreta de forma convincente a su Tamar. Sin embargo, el guion lastra
a su personaje con una toma de decisiones impropia de una persona que se
presupone ha tenido un entrenamiento físico y mental de férrea exigencia.
La espía comete algunos fallos realmente forzados y groseros que se
sienten como meras excusas para agitar la trama.
Entre el resto de implicados destaca Faraz, interpretado por el actor
teheraní Shaun Toub (Snowpiercer: Rompenives, Homeland). El agente
iraní sirve como antagonista a ojos de la ficción. No obstante, el
guion
no escatima a la hora de plantearle situaciones igual de complicadas
que a cualquier protagonista, sobre todo en lo personal. Pero, en este tipo de
producciones que giran alrededor de un conflicto político tan marcado,
la objetividad, los ideales y la percepción del espectador desempeñan un
papel fundamental en el momento de llegar a empatizar o no con cualquiera de los personajes.
Estos son factores con los que la serie juega de forma acertada a medida que
van avanzando los episodios.
No puede negarse su alto nivel de producción audiovisual o el esfuerzo a la
hora de recrear la situación política, social y religiosa de ambos países
-tampoco exento de errores graves-. Pero en ‘Teherán’, lo que al
principio parecía una propuesta de espías interesante,
poco a poco se desinfla hasta caer en los derroteros de la telenovela y
en un agotador vaivén de
situaciones en las que la trama da un paso hacia delante y dos hacia
atrás. Además, después de cocinar a fuego lento cada uno de sus episodios,
la serie nos deja con un final creado única y exclusivamente con la
intención de continuar. Demasiado apresurado y nada satisfactorio. Como se suele decir:
tanto nadar para morir en la orilla.
Puntuación: 6/10
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