Sinopsis
‘Super Pumped: The Battle for Uber’ pivota en torno al ascenso y caída de Travis Kalanick, el ambicioso CEO de Uber que sería finalmente despedido en una unánime junta extraordinaria, y la conflictiva relación con su mentor, Bill Gurley, un brillante capitalista de Texas sin pelos en la lengua que confía toda su reputación al éxito de Uber y después debe vivir con las consecuencias. También nos encontraremos con Arianna Huffington, una avispada empresaria, cofundadora de The Huffington Post, que forma parte de la junta directiva de Uber.
Así, la ficción nos sumerge en las tripas de Silicon Valley y retrata la rocambolesca odisea de la compañía de transporte, desde sus inicios hasta consolidarse como una auténtica revolución y también como una amenaza. Incluso en mitad de la agitación generada dentro de la meca mundial de la tecnología, Uber se revelaba como un prodigio y también como una fábula llena de batallas internas y externas con inesperadas consecuencias.
Crítica de Super Pumped: The Battle for Uber
El hecho de que Silicon Valley también es oscura y alberga horrores es algo que no debería sorprender a nadie a estar alturas de la vida. Para ofrecernos otra demostración de ello, Movistar Plus+ estrena esta semana una nueva serie antológica que parece querer remover las toneladas de aguas turbias que se encuentran en este mundo de tecnología, cifras desorbitadas y corrupción moral.
Protagonizada por un Joseph Gordon-Levitt (Mr. Corman) en su salsa interpretando al empresario Travis Kalanick, con Uber nuestro protagonista quiso desafiar el status quo y revolucionar el sector del transporte público y privado establecido hasta el momento. Todo rompiendo unas cuantas leyes por el camino, claro. Tanto es así que, tanto compañía como creador, se han visto envueltos en una ingente cantidad de polémicas desde sus inicios. Por supuesto, nada de esto sería posible si Kalanick no fuera una de esas personas a las que no le importa que su éxito dependa del fracaso de otros.

Narrada de manera esporádica y anecdótica por Quentin Tarantino, la trama transcurre de una forma acorde a la mayoría de los polémicos ‘greatest hits’ de esta ya legendaria zona de San Francisco. Kalanick, una persona demasiado ambiciosa en sus objetivos y superagresiva en las negociaciones, tiene una gran idea que revolucionará el mundo, y no sin antes de ridiculizarse un poco, consigue la financiación necesaria para hacerla realidad. El resto, y más viendo el devenir de los acontecimientos, es previsible.
Sin embargo, esta vez nos encontramos ante un CEO que alude las responsabilidades humanas para con los demás hasta que no le queda más remedio. Es decir: prioriza su bienestar y la realización de sus ideas antes que las necesidades de sus empleados. Esta es la fuente principal de un sinfín de polémicas entre las que se encuentran cargos extra sin justificación, rastreos ocultos, asesinatos de conductores o acoso sexual en la oficina. Y lo extraño es que la serie no profundiza en esto más allá de lo que ya se ha podido ver en otros formatos.
Además, Kalanick se lo imagina todo como si de un videojuego se tratase, lo que a veces le da a la serie un curioso aire paródico. Entre maquinaciones mentales y reuniones furiosas, el Bill Gurley de un acertado Kyle Chandler (Godzilla vs. Kong), algo así como un mentor/socio de Kalanick y Uber, se erige como el lado opuesto de los jóvenes ricos de Silicon Valley. Es un inversor maduro, tranquilo y al que le gusta llevar siempre un perfil bajo. La relación que mantiene con Kalanick, muy de tira y afloja, quizá sea la dinámica entre personajes más interesante de la ficción.
De resto, si quitamos a aquellos trabajadores de la empresa que son tratados de forma superficial, como puede ser el caso de la Austin Geidt de Kerry Bishé (Penny Dreadful: City of Angels), por la pantalla van pasando un sinfín de celebridades de la industria en las que no hay tiempo para profundizar. Es más, en ocasiones da la sensación de que el guion resalta demasiado las excentricidades superficiales de cada uno, como si quisiera hacer creer al espectador que todos ellos están ahí simplemente por ser raros o imbéciles. Incluso Uma Thurman (Sospechosos) parece una parodia andante de la exitosa escritora y empresaria Arianna Huffington.

Tras ver los cinco primeros episodios de ‘Super Pumped: The Battle for Uber’, de verdad creo que alguien debería decirle a los productores estadounidenses que esto de ver a hombres blancos haciéndose ricos sin escrúpulos ya es un recurso demasiado gastado. Porque la producción no es más que eso: una serie de crónicas algo superficiales sobre un señor privilegiado e imbécil que llega a la cima sin ponerse ningún límite. Y a veces tiene su atractivo, claro, sobre todo en esas situaciones en las que Kalanick se ve derrotado con merecimiento.
En las horas que pasamos junto a él, sin duda lo más interesante es conocer de forma visual e interna las triquiñuelas verbales y tecnológicas, cada cual más ingeniosa y repugnante, que ha usado la empresa a lo largo de su existencia para obtener algunos de sus objetivos. Sin embargo, tampoco se indaga mucho en ellas. Pero, lo peor en este caso, es ver cómo el guion se empeña en retratar momentos dramáticos de la vida privada de Kalanick para intentar conseguir la simpatía del espectador. Ahí es nada.
Cuando nuestro protagonista se encuentra fuera de plano la serie se digna a tocar los temas más fundamentales y fascinantes, pero nunca explota esta perspectiva con tal de no opacar a Kalanick. Es incomprensible el hecho de que, contando con tantas historias cercanas y necesarias que ocurren bajo su mando, la producción no se haya centrado en representarlas como es debido. Donde quizá se profundiza un poco más, especialmente en el cuarto y quinto episodio gracias a la aparición de Susan Fowler (Eva Victor), es en el acoso sexual en sus oficinas y la inexistente forma de manejar estas situaciones por parte de la empresa.
Pero no, aquí lo importante es pasar mucho tiempo con Kalanick, como si se tratara de un antihéroe tan interesante como Walter White o Don Draper. Spoiler: No lo es. Al menos, la ficción logra ser entretenida dentro de su repetitiva e irritante estructura, aunque sus esfuerzos por maquillar su narrativa convencional con animaciones e incesantes rótulos en pantalla quedan en tierra de nadie. Eso sí, puede que la próxima vez te lo pienses dos veces antes de llamar a un Uber.
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