Sinopsis
Retomando desde los sucesos explosivos de la primera temporada, la segunda recupera al equipo de The Morning Show recuperándose de la destrucción causada por las acciones de Alex (Jennifer Aniston) y Bradley (Reese Witherspoon), testigos de un nuevo UBA y un mundo en continuo cambio, donde la identidad lo es todo y el abismo entre cómo nos presentamos y cómo somos en realidad juega un papel decisivo.
Crítica de la segunda temporada de The Morning Show
Tras casi dos largos años, la esperadísima segunda temporada de la serie creada por Kerry Ehrin (Bates Motel) al fin se estrena hoy en Apple TV+. La trama se sitúa unos meses después de la confesión de Alex (Jennifer Aniston) ante todo el país, en un momento en el que reina una paz engañosa dentro del plató. Con tantos desastres causados por algunos personajes durante la anterior entrega, es normal que en esta nueva tanda de episodios los protagonistas intenten encontrarse a sí mismos gracias a segundas oportunidades e intentos de redención.
Pero, aunque parece haber buen ambiente en esta etapa de El Matinal, en realidad se respira un terrible tufillo a falsedad e inseguridad. Hay nuevas incorporaciones en el equipo de trabajo y varios roles en la cadena de mando han cambiado, y por supuesto nadie quiere dar un paso atrás ni regalar nada en absoluto.
Es más, los papeles de nuestras dos protagonistas femeninas principales se han invertido al completo. En esta ocasión, nos encontramos con una Alex (Jennifer Aniston) en retiro, completamente perdida y llena de inseguridades, mientras que Bradley (Reese Witherspoon) ya es una estrella consagrada que ha convertido al programa en su zona de confort junto a Eric (Hasan Minhaj), su nuevo copresentador. Ambas nos vuelven a regalar un sinfín de competitividad, discusiones, reconciliaciones y momentos entrañables.
Además, las dos también siguen caminos por separado que les exigirán ser más fuertes que nunca. Eso sí, las susodichas subtramas oscilan entre lo forzado, el cliché y lo inesperado. A su vez, a la serie llega la maravillosa Julianna Margulies (The Good Wife) para interpretar a Laura, la cual da mucho juego y arregla por sorpresa uno de los errores de la primera entrega.
No obstante, en lo personal no pude evitar tener la sensación de que en esta temporada la representación femenina es copada en su mayoría por Alex y Bradley. No sé si en realidad los guionistas no saben cómo aprovechar al resto de las mujeres de la serie, o esta una estrategia planificada para distanciarse de forma radical del #MeToo y lo visto en la anterior entrega, colocando así a los hombres en posiciones más vulnerables. Como Cory (Billy Crudup), el cual debe enfrentarse a unos sentimientos que creía extintos.
Lo que si está claro es que, en comparación, los personajes masculinos gozan de mayor importancia. Sí, por supuesto que vemos de nuevo a Mia (Karen Pittman) y también conocemos a Stella (Greta Lee), la nueva -y primera- presidenta de noticias del canal, pero sus roles dentro de la novedosa dinámica de poder no se sienten lo suficientemente explotados.
La serie vuelve a proponer situaciones incómodas relacionadas con temas muy delicados, siendo los hombres en especial los que se encuentran en el punto de mira. Entre ellos, Mitch (Steve Carell) protagoniza una subtrama -¿de redención?- junto a una carismática Paola (Valeria Golino) que al principio no tiene demasiado sentido, pero a medida que se desarrolla resulta un agradable descanso del bullicio hipócrita e histérico del plató.
Por su parte, Daniel (Desean Terry) se queja de que por su color de piel la cadena no lo coloca en la posición que cree merecer. Además, sin venir muy a cuento, Chip (Mark Duplass) recibe su dosis de reprimenda por ser lo que es. Incluso Yanko (Néstor Carbonell) debe enfrentarse a ciertos problemas relacionados con la apropiación cultural y el racismo, pero no de la manera que uno podría pensar.
En otro orden de ideas, uno de los aspectos a comprobar en esta temporada era si la showrunner sentiría la necesidad de retratar los sucesos relacionados con el COVID-19 desde la perspectiva de los medios de comunicación. Sin embargo, durante la mayor parte de la nueva entrega el virus en EEUU es como un ruido de fondo que se escucha en los televisores, mientras que en China o Italia la serie sí muestra algunas de sus tempranas consecuencias.
De hecho, la ficción dilata todo lo posible el impacto de la pandemia y no es hasta los episodios finales cuando los guionistas aprovechan para generar situaciones algo más oportunistas que impactantes al respecto. De todas las posibilidades que había, digamos que finalmente han elegido la más fácil, forzada y vacua, pero a su vez también es un alivio que Ehrin y compañía no reiteren demasiado en este asunto.
En esta segunda entrega, la ficción toca una gran cantidad de temas de actualidad tales como el racismo sistémico, la fluidez sexual, el peligro de las redes sociales o el sexismo. Sin embargo, la serie da a estas denuncias un tratamiento más breve y superficial de lo esperado, negándose a ir un paso más allá en muchos casos. Es en la dificultad para adaptarse a un mundo cada vez más despierto y exigente donde la temporada insiste con más fuerza.
De esta forma, los nuevos episodios hacen especial hincapié en la ‘cultura de la cancelación’ y cómo nuestra estabilidad en la sociedad actual pende de un hilo finísimo. Tan solo basta con la palabra de un periodista, un mal acto grabado o una filtración y nuestras vidas pueden cambiar y quedar marcadas para siempre en cuestión de segundos. Por supuesto, nuestros protagonistas no iban a ser menos y tendrán que enfrentarse a ello a su manera.
Esto hace que las interpretaciones del reparto alcancen nuevos niveles de histeria. Por ejemplo, tanto Aniston como Duplass en ocasiones llegan a bordear la sobreactuación, y cuando cualquiera de los dos alcanza el clímax de su frustración, nos dejan momentos que resultan hilarantes pese a su trasfondo dramático. Tampoco resulta nada sencillo elegir bando o empatizar con ciertos personajes. En especial con Alex y Mitch, porque como la serie en sí misma, en esta temporada ambos provocan muchos sentimientos encontrados.
Y es que es una pena que la ficción tenga en su poder argumentos de todo tipo con los cuales podría provocar un verdadero impacto en la sociedad. No obstante, muchas veces prefiere optar por el clásico melodrama televisivo. Por ello, ‘The Morning Show’ continúa siendo una propuesta mucho más costosa que relevante, pero al menos entretiene como pocas.
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