Sinopsis
En la segunda temporada de ‘Hacks’, la oscura tutoría entre la legendaria comediante de Las Vegas Deborah Vance (Jean Smart) y su joven y talentosa escritora Ava (Hannah Einbinder), sigue evolucionando a medida que ambas viajan por el país preparando el nuevo espectáculo stand-up de Deborah.
Crítica de la segunda temporada de Hacks
Este viernes vuelve a HBO Max una de las dramedias más desternillantes y emocionantes de los últimos años. Una entretenidísima propuesta que habla sobre temas típicos del género de una forma refrescante, tronchante y llena de sensibilidad. En esta segunda temporada, la exitosa aunque todavía algo infravalorada ficción creada por Lucia Aniello, Paul W. Downs y Jen Statsky (Broad City) alcanza una dimensión completamente distinta, alejándonos de los luminosos y alocados parajes de Las Vegas para salir a la carretera en un lujoso, incómodo e hilarante road trip a lo bestia. ¡Con crucero incluido!
Es un viaje en el cual, tras algunas revelaciones que conectan con los eventos finales de la anterior entrega, Deborah (Jane Smart) decide hacerle la vida un poco más imposible a una Ava (Hanna Einbinder) que todavía se encuentra llorando la muerte de su padre. Otro movimiento egoísta de la cómica que pone a su también egoísta empleada en una situación muy difícil. Sin embargo, esto no es más que un bache en el destartalado camino de una inesperada amistad que se supera día a día. Siempre derrochando su característica honestidad arrolladora, claro.

Sí, este es algo así como un viaje de autodescubrimiento, pero podría decirse que es sobre todo una odisea de redescubrimiento para ambas. Deborah, que sale a un mundo exterior que ya ignoraba por completo, parece que se encuentra en el inevitable ocaso de su carrera y debe reinventarse para continuar en la cima, no sin antes sacrificando algo de su enorme ego. Por otra parte, vemos a Ava intentando ser mejor persona durante los seis episodios enviados a la prensa. Bueno, más bien lo que ella considera ‘ser mejor persona’, que nos es más que una serie de reglas autoimpuestas cada cual más tonta.
Es una delicia ver cómo ambas chocan y se reencuentran continuamente, sobre todo a causa de una diferencia generacional que en esta temporada se acentúa todavía más al explorar ciertos temas a lo largo y ancho del país. Por supuesto, Jean Smart (Mare of Easttown) y Hanna Einbinder (North Hollywood) se encuentran espectaculares en este tira y afloja de egos y contrastes. Eso sí, por mucho que verla en un papel como este sea una experiencia cruelmente divertida, lo de Smart no es ninguna sorpresa. Es Einbinder quien termina de consagrarse como actriz con una interpretación llena de carisma y matices. Imposible no querer conocer a su Ava pese a todos sus defectos.
En esta temporada también hay más tiempo para otros personajes, pero la verdad es que ni de lejos la serie funciona tan bien cuando Deborah y Ava no se encuentran compartiendo escena. Es más, a veces da la impresión de que los guionistas esfuerzan demasiado la maquinaria para que estas subtramas resulten igual de graciosas o emocionantes o que, al menos, tengan la capacidad de generar el mismo nivel de interés que las desventuras de nuestras protagonistas. Se nota especialmente porque, cuando ambas interactúan, todo se siente mucho más natural y orgánico.
De todas formas, no es que este sea un aspecto precisamente negativo, porque muchos espectadores agradecerán un pequeño descanso de Deborah y Ava para ver cómo se desenvuelven el resto de personajes. Otro asunto es que esto tenga verdadero peso en la trama principal que nos importa a todos. De esta forma, vemos a Jimmy (Paul W. Downs) y Kayla (Megan Stalter) enfrentarse a un conflicto en el trabajo –con una interesante y atrevida vuelta de tuerca-, así como a Marcus (Carl Clemons-Hopkins) lidiando con su soledad. También hay otros personajes que parecían tener algo más de presencia, pero terminan desapareciendo por completo sin mucha explicación.

Esta es una temporada que trata sobre el poder de crear, recuperar y asentar buenos vínculos tanto con uno mismo como con los demás. Lo hace mostrándonos a su vez su propia visión de Estados Unidos a través de los diferentes lugares, habitantes y protagonistas, quienes podría decirse que además representan a esas dos generaciones cuya brecha parece cada día más insalvable. Es una pena que, tal y como la serie pretende denunciar en los nuevos episodios, no seamos capaces de centrarnos en nuestras similitudes en vez de obsesionarnos con nuestras diferencias. Menos mal que Deborah y Ava sí tienen la habilidad para superar dichas barreras.
Por ello, la segunda temporada de ‘Hacks’ vuelve a maravillar como una explosiva dramedia que no pierde nada de su frescura, sensibilidad y entrañable maldad. Un entretenido y adictivo festival de comedia negra que nos introduce en situaciones que rozan el límite de lo permitido en el humor actual -si es que alguien sabe cuáles son estos límites-. Esto no sería posible sin esa compenetración total que muestran guionistas y reparto. Los primeros, porque dominan a la perfección el arte de contar un buen chiste en el momento indicado. Los segundos, porque demuestran un gran talento para interpretarlos.
Además, sus momentos más emocionales logran un impacto como nunca antes en la serie, en especial porque Deborah y Ava gozan aquí de una evolución sorprendente que les exigirá todo de sí mismas. Y no solo ellas ya que, en esta temporada, todos los personajes aprenden a utilizar sus conflictos dramáticos para realizar cierta introspección y así poder mejorar sus relaciones en todos los ámbitos. Como mencioné al principio, estos son temas y resoluciones intrínsecas del género, pero Aniello, Downs y Statsky saben cómo mantener a la ficción imprevisible y fascinante en todo momento.
Es gracias a este cúmulo de brillantez, unido a algunas apariciones especiales fantásticas e inesperadas, que la serie es sin ninguna duda una de las mejores propuestas televisivas de la actualidad. Una lástima que en esta temporada solo podamos disfrutar de ocho episodios. Y no es que sea perfecta, sobre todo porque se queda muy corta a la hora de realizar una crítica demoledora alrededor de la fama y el mundo del espectáculo que son, al fin y al cabo, los temas que a priori deberían predominar. No obstante, su afilado y emotivo guion, así como la evolución de sus protagonistas, son razones más que suficientes para quedarse y verla en bucle si fuera necesario.
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