Sinopsis
La segunda temporada de ‘Acapulco’ comienza inmediatamente después del final de la primera, contando la historia del veinteañero Máximo Gallardo, cuyo sueño se hace realidad cuando consigue el trabajo de su vida como camarero en el resort más popular de Acapulco, Las Colinas. En 1985, Máximo debe lidiar con un levantamiento en el resort, problemas inesperados en casa y un nuevo interés amoroso que podría rivalizar con la chica de sus sueños.
Bajo la guía de Don Pablo, Máximo quiere llegar algún día a ser el jefe de operaciones de Las Colinas y la mano derecha de Diane. A la vez veremos cómo, en la actualidad, Máximo adulto regresa a Acapulco con motivo del reciente fallecimiento de Don Pablo y tendrá que lidiar con algunos asuntos que el joven Máximo dejó sin resolver.
Crítica de la segunda temporada de Acapulco
Esta semana vuelve a Apple TV+ uno de sus estrenos más sorprendentes del año pasado. Sorprendente porque llegó sin hacer nada de ruido, pero en cambio supuso un auténtico soplo de aire fresco no solo para el catálogo de la plataforma, sino también para nuestras agitadas vidas. Es una serie la cual, aunque es obvio que destaca por méritos propios, tampoco podemos negar que se benefició de nuestra necesidad de reír tras los tiempos más difíciles de la reciente pandemia. Y vaya si consiguieron su objetivo los buenos de Eduardo Cisneros, Jason Shuman y Austin Winsberg.
Ahora se enfrentan a las siempre temidas segundas temporadas y lo hacen conservando todo lo que hacía buena a la primera, aunque con matices. Es normal ya que, si la entrega anterior servía como introducción a los personajes, en esta ya se empieza a profundizar más en ellos, lo que a su vez provoca que los conflictos y consecuencias de lo visto con anterioridad entren en una fase mucho más dramática. De hecho, su lado culebronesco aumenta con algún drama cuya ejecución se siente realmente fuera de lugar, como si de un conflicto serio a la vez se hiciera una parodia de un vídeo de ‘Como dice el dicho’ o ‘Luz María, historias de vida’.
No es algo que manche en exceso el resultado final, pero sí es verdad que en general no es capaz de igualar del todo lo transmitido por la primera entrega. No obstante Cisneros, Shuman y Winsberg toman la siempre interesante decisión de desarrollar a esos personajes que tienen más potencial para ser tachados como villanos por los espectadores. Y es que en Las Colinas no hay malos, solo una micro-sociedad formada por personas de diferentes personalidades y clases sociales que encuentra el equilibrio a base de errar y chocar entre ellos.
En este sentido, el guion de esta segunda temporada de brilla cuando explota la comedia y hace que los conflictos de sus personajes choquen entre sí. Es ese humor no solo basado en el chascarrillo o la sátira, sino también en el caos que generan diferentes inquietudes mundanas cuando colisionan unas con otras. Y si esto se realiza de forma inteligente funciona. La ambición de Máximo, su nueva relación y la incomodidad de estar junto a Julia, la relación de esta con Chad, los dilemas de Don Pablo, las luchas de Diane, la inseguridad de Héctor, la complicada relación entre Nora y Sara… todo acaba generando una locura tronchante.
Resulta especialmente hilarante que los secundarios invitados sean absolutas caricaturas de la época -hay algunas apariciones especiales muy interesantes-, y también cuando da la vuelta a la tortilla para convertir los temas de sus ácidas críticas sociales en gracietas muy ingeniosas. Sin embargo, al contrario que en la anterior entrega, aquí su lado emocional y cálido se siente algo más forzado. Un poco más cursi y plástico por así decirlo. O quizá es que tan solo se ha calmado esa tremenda necesidad de calidez y cercanía con respecto a la primera temporada. Los tiempos influyen aunque muchos lo nieguen.
Pero, si una serie es capaz de alegrar tu peor día de la forma que sea, la verdad es que resulta complicado resistirse a ella. Y en su segunda temporada, ‘Acapulco’ vuelve a ser uno de esos lugares felices que te ayudan reír y a sentirte mejor con tus errores. Gran culpa es de lo bien escritos y lo carismáticos que son todos sus personajes, así como de un reparto que ha sabido superarse y definitivamente ya se encuentra en su salsa. Así que preparaos para más humor, más amor, más crítica social, más éxitos musicales versionados al español y, por supuesto, mucho más Derbez.
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