La serie nos hipnotiza con su ritmo y sus maníacos eventos, pero cualquier
parecido con la obra de Kesey y su universo es pura coincidencia.
En 1947, Mildred (Sarah Paulson) llega al norte de California con la
intención de trabajar en un hospital psiquiátrico puntero en el que están
probando experimentos muy perturbadores con la mente humana. Mildred, en
una misión clandestina, ofrece
siempre la imagen perfecta que se esperaría de una enfermera ejemplar,
pero, a medida que pasa el tiempo y se va infiltrando en el sistema de salud
mental y entre quienes lo manejan,
su pulcra apariencia oculta un lado más sombrío que lleva una temporada
bullendo en su interior, revelándose así que
los auténticos monstruos no nacen: se hacen.
Tanto en la novela de Ken Kesey como en su magistral adaptación
cinematográfica dirigida por Milos Forman, existe un elemento en concreto
que siempre ha destacado por encima de la historia e incluso de sus temas y
reflexiones. El personaje de la Sra. Ratched y la oscarizada
interpretación de Louise Fletcher
se ha grabado a fuego en la memoria de los lectores y espectadores durante
generaciones. Era lógico pensar que algún día, en esta época de precuelas, remakes y
reboots, alguien sintiera en su mente el calor de una bombilla encendida y se le
ocurriera la brillante idea de explorar el pasado de la infame enfermera.
Es entonces cuando el productor Ryan Murphy (The Politician,
American Crime Story) se encuentra con un borrador escrito por el desconocido
Evan Romansky y decide llevar a cabo la producción, trasladando toda la
propuesta a su terreno. No puedo negar las grandes dosis de valentía que se
requieren no solo para recrear, sino para
inventar desde cero la génesis de una de las villanas más odiadas y recordadas
de la cultura popular
casi veinte años después del fallecimiento de su creador. Un origen basado en un
único dato válido y genuino: Mildred Ratched fue una enfermera militar
durante la segunda guerra mundial. El resto, puro ingenio de ambos.
Es inevitable identificar todos y cada uno de los tics de Murphy ya durante las primeras escenas -dirige los dos primeros episodios-, momento en
el que deja palpable, con su rotundidad característica, que estamos ante su única y exclusiva visión del universo de Kesey. Nada más y nada menos que una mezcla entre ese ala psiquiátrica plagada de
inhumanos personajes vista en ‘American Horror Story: Asylum’ y
todo el glamour de la reciente ‘Hollywood’. Y como no podría ser de otra manera, el productor
vuelve a rodearse de un puñado de intérpretes destacados, algunos de
ellos habituales en sus trabajos.
La responsabilidad de encarnar a la enfermera Ratched recae en los hombros de
Sarah Paulson (Mrs. America, Glass (Cristal)), que en los últimos años ha
visto su carrera ascender de forma meteórica. No es para menos,
la actriz destaca como lo mejor de la serie con una interpretación que se
aleja de la burda imitación con el objetivo de dotar al personaje de su propio estilo. Bien es cierto que su
Mildred está en una etapa completamente distinta de su vida, pero eso es
precisamente lo que le permite
interpretar a una persona que aún no ha acabado por romperse del todo, conservando todavía algunos buenos sentimientos en su interior y
una escala de grises que se va oscureciendo barbarie tras barbarie.
A la protagonista le acompañan
una combinación de personajes cada cual más retorcido y psicópata que el
anterior. Aquí no pueden hacerse distinciones entre personal del hospital o
pacientes,
todas las personas que integran la serie están sumidas en una locura casi
absoluta, a su manera. Uno por uno buscan conseguir lo que desean cueste lo que
cueste. Por ello, estamos ante un chirriante espectáculo de venganzas,
asesinatos a sangre fría, engaños y moralidades nada éticas al
servicio de nuestro placer culpable. Mención especial a
Sophie Okonedo (Flack, Criminal: Reino unido) y su personaje, una auténtica robaescenas.
Sharon Stone (The Laundromat. Dinero sucio, Mosaic), el que fuera a
priori fichaje estrella de la ficción, me ha resultado
desaprovechada y prescindible. Pero no voy a hablar de todos ellos, es
mejor descubrirlos con el paso de los episodios.
‘Ratched’ nos hipnotiza con su ritmo, sus maníacos eventos y el
gran peso que tiene su protagonista en la cultura popular. Pero, si no
fuera por el personaje de Mildred,
cualquier parecido con la obra de Kesey y su universo es pura
coincidencia. Romansky y Murphy
se alejan por completo de lo que hizo grande a ‘Alguien voló sobre el
nido del cuco’
para traernos una serie recubierta por un grueso cascarón de morbosidad
lleno de sangre, aversión entre géneros,
doble moral y personajes carentes del más mínimo valor humano. Todo
ello bajo la ilusión de una producción visual de alto nivel en el que
destacan su fotografía, vestuarios y escenarios.
Pero, toda esta corteza de artificios superficiales es tan deliberadamente
impenetrable como la de la propia Mildred, y
una vez traspasada y esquivada la trampa, solo se encuentra un
decepcionante vacío
en el que incluso
sus denuncias sociales parecen más forzadas y oportunistas que realmente
reivindicativas. Dicho esto, pienso que la ficción funcionará mejor para aquellos que no
conozcan nada sobre la novela de Kesey o la película de Forman. No
obstante,
puede que muchos de los espectadores amantes del material original y
todo lo que éste significa tendrán sus reticencias a la hora de
identificarse con lo que la serie propone.
Puntuación: 6/10
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