Sinopsis
Tras los sorprendentes resultados del Campeonato de Kárate de All Valley, la quinta temporada de ‘Cobra Kai’ empieza con Terry Silver empeñado en expandir el emporio Cobra Kai e intentando imponer su estilo de kárate en la ciudad. Kreese está entre rejas y Johnny Lawrence ha aparcado el kárate para centrarse en reparar todo el daño que ha provocado. Así las cosas, a Daniel LaRusso no le queda otra que recurrir a una antigua amistad.
Crítica de la quinta temporada de Cobra Kai
Vuelve el kárate a Netflix con el regreso de la magnífica secuela de ‘Karate Kid’. En esta quinta temporada, los creadores Jon Hurwitz, Josh Heald y Hayden Schlossberg no han escatimado en excesos y han decidido que el estatus de la serie es tal que, para bien y para mal, aplicar reglas y aferrarse a cierta coherencia ya no tiene ningún sentido, si es que alguna vez lo tuvo aquí. Esto hace que los nuevos episodios sean en su mayor parte, todavía más si cabe, tan sorprendentes como increíbles -en ambos sentidos de la palabra-. Además, en lo que acción se refiere, la ficción pone el listón realmente alto para su hipotética sexta entrega.
Separados para enfrentarse brevemente a sus propios problemas, Johnny, Daniel y compañía no tardan demasiado en volver a reunirse para acabar con sus enemigos. De hecho, al principio la serie deja de lado los intercambios de golpes entre dojos para centrarse en resolver algunos conflictos de los personajes, tanto de forma individual como colectiva. Es aquí cuando parece que abraza sin reparos su componente de acción de serie B, para luego parecerse más a lo de siempre en un espejismo de familiaridad que nos oculta la locura que está por llegar.

Con estadounidenses y coreanos apropiándose culturalmente de formas abominables, el kárate en la serie ya se ha vuelto tan solo una excusa para incluir secuencias de acción en cada episodio. Y aquí los guionistas apuestan el doble a todo, incluso cuando no es necesario. Da igual si es calentando las peleas con un intercambio de frases sonrojantes de las que Dolph Lundgren o Steven Seagal estarían orgullosos, o hasta poniendo a los personajes a pelear en escenarios donde parece que a nadie le importa. En esta temporada todo está llevado al extremo, desde la acción hasta las decisiones, y a veces funciona a la perfección mientras que en otras roza la parodia.
Sabiendo todo esto, e incluyendo todos los cameos y referencias de la misma, la verdad es que esta temporada es como si quisiera parecerse desesperadamente a la tercera parte de la saga, con Terry Silver siendo de nuevo ese villano improbable y rabioso que convierte en una pesadilla las vidas de adolescentes y adultos por motivos los cuales, una vez conociendo toda la información, se antoja difícil que no resulten ridículos. Además, el bueno de Silver viene acompañado de unos nuevos secuaces que aumentan esa sensación de estar ante una propuesta de acción de serie B.
Mientras Johnny sigue siendo el mejor personaje con diferencia, y Chozen destaca como un violento alivio cómico que le aporta una chispa distinta a la serie, da la sensación de que los protagonistas más jóvenes han sido algo maltratados esta temporada. Así, durante la mayoría de los episodios Miguel, Sam, Robby, Tory y el resto de la tropa funcionan como simples herramientas o soldados a las órdenes de los adultos. Es más, cuando la ficción decide pararse en ellos, no puede evitar caer en clichés y en situaciones que provocan más de un déjà vu, además de que los conflictos de los personajes en general son menos complejos.

De hecho, la mayoría del tiempo, la temporada funciona mucho mejor cuando todos se juntan para lo de siempre, eso que a todos nos gusta lo consideremos un placer culpable o no. Y es que, a estas alturas de la serie, los guionistas parecen no saber qué hacer con muchos de los personajes de forma individual, o no al menos sin caer en clichés innecesarios o simplemente abandonando todo desarrollo de ellos. A veces incluso esta es una entrega muy directa y poco sutil, algo que en parte se agradece, sobre todo cuando da rodeos por subtramas que no aportan demasiado más allá de querer aportar algo de normalidad a un caos totalmente inusual.
Es probable que los valores de producción de esta temporada sean los más irregulares de todos. No solo por un montaje que en ocasiones se siente precipitado, sino también por una puesta en escena que a veces se pierde entre formatos como el sitcom, el drama adolescente o la acción de serie B. Puede que simplemente sea una consecuencia del desenfado de los creadores a la hora de dar forma a esta entrega, o también puede que sea la falta de presupuesto o problemas derivados de la pandemia. Sin embargo, hay que admitir que este ‘problema’ le aporta cierto encanto, en especial durante su recta final.
Sin embargo, todos sus defectos valen la pena con tal de llegar al episodio final más espectacular, excesivo y lleno de delirantes sinsentidos de la serie. Un homenaje a todo lo que esta representa, tanto para lo bueno como para lo malo. Es de esta forma que ‘Cobra Kai’ te muerde otra vez y no te deja escapar por mucho que lo intentes, redondeando así la temporada más oscura, entretenida, extremista y experimental hasta la fecha. Una entrega que trata sobre perdonar y reconectar con aquellos a los que creíamos enemigos, incluso cuando ese enemigo eres tú mismo. Y aunque a su historia ya se le ven bastante las costuras, la ficción sigue siendo una de las imprescindibles de la plataforma.
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