Sinopsis
Ambientada 100 años después de la ficción original, a principios del siglo XI, ‘Vikingos: Valhalla’ narra las heroicas aventuras de algunos de los vikingos más famosos de la historia: desde el legendario explorador Leif Eriksson (Sam Corlett) o su apasionada y decidida hermana, Freydis Eriksdotter (Frida Gustavsson), hasta el ambicioso príncipe nórdico Harald Sigurdsson (Leo Suter). Cuando la tensión entre los vikingos y la corona inglesa culmina en un punto de inflexión sangriento, mientras los propios vikingos se enfrentan entre sí por discrepancias religiosas entre cristianos y paganos, estos tres vikingos emprenden un viaje épico que los llevará por mares y campos de batalla, desde Kattegat a Inglaterra y más allá, en su lucha por la gloria y la supervivencia.
Crítica de Vikingos: Valhalla
Este viernes llega a Netflix el esperado spin-off de la ya finalizada ‘Vikingos’. Ambientada en una época en la que el Cristianismo se estaba extendiendo entre los vikingos como si de una plaga se tratase, la serie se centra especialmente en las tensiones y conflictos derivados de tanto fanatismo, además de los que atañen a un tema tan actual como la inmigración.
Estas cuestiones ya se habían tocado en su predecesora, pero aquí todo se siente más religioso y místico que nunca. Quizá a veces demasiado. Tanto es así que, si en la primera asistíamos a la hipocresía del invasor en todo su esplendor, en esta ocasión entran en juego los abundantes sinsentidos de la religión y su repugnante tergiversación espada o hacha en mano.

Además, cumpliendo con los estándares televisivos actuales, esta nueva entrega cambia o hace que algunos personajes sean más interesantes de lo que en realidad fueron. No digo que esté bien o mal. Es indiferente. Al fin y al cabo, que una Jarl de origen africano gobernara en aquella época una ciudad como Kattegat -también del todo ficticia, por cierto- se antoja tan improbable como que existiera un oráculo de aspecto monstruoso tal y como ha sido representado en la ahora franquicia.
No es que lo diga con la intención de justificar nada, pero hay que mirar esto bajo la lupa de esa objetividad de la que Michael Hirst carecía al afirmar que su serie era del todo realista. Es más, debemos recordar que esta siempre ha sido una ficción histórica, no un docudrama con el rigor como bandera.
De hecho, al igual que su antecesora, sobre todo durante sus fantasiosas últimas temporadas, a esta nueva producción no le interesa ni lo más mínimo el rigor histórico más allá de los eventos mayores que retrata, e incluso a veces ni eso. Lo que le importa es hacer interactuar a sus protagonistas en situaciones que varían entre lo telenovelesco, lo político y lo bélico, muy al estilo de ‘Juego de tronos’, pero sin renunciar a mostrar los aspectos más místicos del folklore vikingo.
Y vaya si lo hace, porque si bien ‘Vikingos’ iba introduciendo poco a poco los distintos elementos de su mundo, aquí como es lógico todas las piezas ya se encuentran colocadas desde el principio, lo que le permite explotar de una forma distinta sus lugares comunes tanto como explorar los nuevos. Por supuesto, también utiliza todos los recursos dramáticos de su predecesora, para bien y para mal.

Los encargados de protagonizar esta épica saga son Leif Eriksson (Sam Corlett), Freydis Eriksdotter (Frida Gustavsson) y Harald Sigurdsson (Leo Suter), personajes históricos que alcanzaron grandes logros a lo largo de su vida. En la ficción, Leif y Freydis representan a los vikingos que todavía practican las viejas costumbres. Por su parte, Harald es un devoto cristiano que no se deja cegar del todo por la religión.
En una época de tanto fanatismo, resulta muy interesante ver cómo la trama obliga a ambas partes a entenderse por el bien común -entiéndase venganza-, aunque esto implique enfrentarse a una serie de obstáculos añadidos que tarde o temprano acaban teniendo consecuencias. Por otro lado, es una pena que su desarrollo vaya un poco a trompicones y que sus subtramas sean tan diferentes que en ocasiones se opaquen entre ellas.
Tampoco vamos a negar que Leif, Freydis y Harald, aunque son unos buenos personajes que funcionan pese al gusto de los guionistas por separarlos constantemente, no tienen el carisma ni generan al principio tanto interés como Ragnar, Lagertha o Athelstan. Sin embargo, en este apartado Valhalla gana gracias a un plantel de secundarios que desde el inicio aportan muchos más matices y conflictos a la ficción.
No sería raro que el espectador prefiera ver al rey Canuto de Bradley Freegard (Keeping Faith) que a cualquiera de los protagonistas, o que disfrute más con la reina Emma de Laura Berlin (Hamburgo 112) que con cualquier personaje masculino. La otra cara de la moneda la muestran personajes como el príncipe Edmundo, quien por culpa de una interpretación histérica y sobreactuada de Louis Davison (Poldark), nos recuerda a un Joffrey Baratheon de marca blanca.

La serie tarda en arrancar y no es hasta el cuarto episodio cuando empieza a mostrar su potencial gracias a unas escenas de acción espectaculares. A partir de aquí, la narrativa toma un ritmo hiperactivo en el que los eventos se suceden de forma vertiginosa mediante abundantes saltos temporales, como si los guionistas estuvieran desesperados por llegar cuanto antes a un punto en concreto de la historia.
Esta montaña rusa en ocasiones lastra el desarrollo de los personajes y frustra algunos momentos que merecen algo más de profundidad. Pero aun así la ficción es capaz de cumplir, pues en ella encontramos todo el paquete completo compuesto por romances a la vikinga, intrigas políticas, giros basados en traiciones y grandes y sangrientas batallas. En definitiva, lo mismo de siempre pero con un tono más ligero y convencional.
Por ello, es normal que la serie produzca comparaciones odiosas aunque inevitables, lo que además genera más dudas sobre la necesidad de que esta producción llegase como una continuación de una predecesora de tanto éxito. Tampoco es que sea un copia y pega de la misma, pero sí es cierto que durante el visionado está presente una constante sensación de déjà vu.
Quién sabe, porque con más personalidad, autenticidad y un nombre que no pesara tanto, ‘Vikingos: Valhalla’ quizá podría haber sido una mejor serie. Una que se erija como esa alternativa necesaria capaz de competir de tú a tú con ‘Vikingos’ y ‘The Last Kingdom’. No obstante, portar el título de su antecesora asegura suscripciones fácilmente, que es lo que al fin y al cabo interesa a las grandes del streaming como Netflix.
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