Sinopsis
‘Cowboy Bebop’ es un western espacial sobre tres cazarrecompensas -los ‘vaqueros’-— que quieren olvidar su pasado. Tan distintos como letales, Spike Spiegel (John Cho), Jet Black (Mustafa Shakir) y Faye Valentine (Daniella Pineda) forman una tripulación peleona y mordaz lista para dar caza a los criminales más peligrosos del sistema solar… si les pagan bien. Pero, aunque se libren de muchas escaramuzas a base de tortazos y ocurrencias, al final tienen que enfrentarse a su pasado.
Crítica de Cowboy Bebop
El sueño de todo otaku noventero se hará realidad en Netflix este viernes. Bueno, el sueño o la pesadilla dependiendo de a quién preguntes, claro. Basada en el mítico y magistral anime homónimo de Shinichirō Watanabe, la serie continúa el cuestionable empeño de la plataforma de streaming por adaptar las mejores obras de este popular arte japonés.
Mezcla de acción, comedia, ópera espacial, western y noir, la intensa historia y el rico universo creados por Watanabe cobran vida en otra de esas adaptaciones complicadas que, más allá de ser o no necesarias, suponen todo un reto a nivel artístico y creativo. Por no hablar de la enorme cantidad de reacciones negativas que ha sufrido por parte de los fans desde su anuncio, principalmente por sus elecciones de casting y por la caracterización de algunos personajes.

Sin temor a exagerar, el primer episodio, además de ser bastante fiel a su homónimo animado, es probablemente uno de los mejores del año y un poco más allá. No obstante, a partir de ahí, esta nueva versión empieza a desviarse de su referente a pasos agigantados, adaptando de forma distinta las historias, personajes secundarios y villanos ya conocidos.
A veces lo hace con más fidelidad que otras, pero siempre se aprecia un profundo respeto hacia el material original, incluso cuando en general resulta mucho menos espectacular y detallista que este. Lo bueno es que su dirección artística conserva esa mezcla noventera y futurista, así como toda la influencia japonesa en los pequeños detalles cotidianos. Sin embargo, creo que no se profundiza lo suficiente en su universo, en especial porque apenas nos deja tiempo para apreciarlo tal y como hacían algunas secuencias contemplativas del anime.
Este elegante y también sucio universo rico en matices sociales, morales y tecnológicos se encuentra poblado de cazarrecompensas y villanos extravagantes. Nuestros protagonistas viven precisamente de eso: de atrapar a los malos a cambio de cuantiosas cantidades de dinero cuya suma final tampoco escapa de las garras del estado. Estos son Spike Spiegel (John Cho), un tipo de pasado oscuro, más hablador, sociable y sarcástico que en el anime; Jet Black (Mustafa Shakir), un fortachón hilarante que se pasa las 24h preocupado por su hija; y Faye Valentine (Daniella Pineda), una carismática joven que no recuerda nada de su pasado.
Aquí, la relación entre Spike y Jet es más bromance que nunca. Ríen mucho y bromean todavía más mediante una dinámica y un humor de buddy movie. De hecho, están más cerca de ser Will Smith y Martin Lawrence en ‘Dos policías rebeldes’ que sus homónimos animados, y tanto Cho como Shakir hacen suyos a sus personajes aunque quizá no serán del agrado de todos.

Sin embargo, se hace evidente que en la nave Bebop falta algo, o más bien alguien: una figura disruptiva que saque a ambos de su zona de confort. Ese deber recae en Faye, que además por si sola resulta uno de los personajes más interesantes gracias al simpático toque personal de Pineda. Dicho esto, trasladar del anime a la acción real esa hilarante química entre los tres no es tarea fácil, pero aquí los responsables logran salvar la papeleta. Y es que este trio de olvidados hacen lo que hacen en el presente porque es su forma de lidiar con los problemas y traumas del pasado, o de resolverlos en su defecto.
Por ello, cargan con un peso que se acrecienta con el paso de los episodios, las nuevas revelaciones, los planes fallidos, o el darse cuenta de que cualquiera puede traicionarte y que, por desgracia, a veces todo depende de uno mismo. Eso sí, lo de tener cosas tan profundas en común se usa como excusa para tirar de algún que otro deus ex machina de manual.
Por el contrario, los que salen más perjudicados son Vicious (Alex Hassell), convertido aquí en el villano pesadito de turno; y Julia (Elena Satine), cuyo trasfondo ha sido remodelado y de la cual nada puede contarse. Vicious y Julia, sin dar detalles, pierden todo su misterio tanto por su cuestionable caracterización como por sus tramas mucho más extendidas. De hecho, esta subtrama paralela que protagonizan no termina de funcionar y en ocasiones atropella torpemente el desarrollo de la principal.
No obstante, también es verdad que ambos mejoran como personajes cuando las dos historias terminan por cruzarse. Lo malo es que esto a su vez elimina toda sorpresa de algunos giros que en la serie animada eran importantes, aunque sí que ocurre uno en específico que añade una capa inesperada e interesante a la ficción. Eso sí, un pequeño apunte: en el anime, incluso el más bobalicón de los villanos se sentía amenazante, pero aquí apenas se huele verdadero peligro más allá de la mala suerte que a veces acompaña a los protagonistas.

En ‘Cowboy Bebop’, la influencia de cineastas como Robert Rodríguez se aprecia con claridad a lo largo y ancho de la ficción. El tono, los planos, la mezcla de géneros, y ese aire a serie B de acción sangrienta que no se toma muy en serio a si misma son elementos que recuerdan a toda su filmografía. Sin embargo, aunque es posible apreciar que los responsables sienten amor por el anime, también se nota una cierta carencia de pulido y calidad en algunas secuencias, de acción en especial, probablemente fruto de la falta de presupuesto -algo que a su vez provoca que la serie se vuelva mucho más terrenal después de su primer episodio-.
Esto no quita que sea una adaptación divertida y fácil de ver pese a que vaya de más a menos. Además, va sobrada de comedia, pues capta ese humor sarcástico y ácido de la obra de Watanabe e incluso llega a exagerarlo, aportando algunos momentos absurdos que a veces chirrían un poco incluso en sus personajes más extravagantes.
También se preocupa por calcar algunas secuencias míticas, mientras que a otras les da una vuelta y a su vez propone unas nuevas que se desvían por completo de lo visto con anterioridad. O lo que es el lo mismo: casi nada aquí progresa ni se resuelve de la misma manera que en su homónima animada. Es más, la mayoría del tiempo logra funcionar a buen nivel cuando se apega al material original.
No por el hecho de que así parezca una adaptación más fiel, sino porque muchas de estas situaciones inéditas no alcanzan la calidad o la espectacularidad del anime, mientras que otros tantos cambios simplemente no aportan demasiado o eliminan algunas características que dotaban de más profundidad a la obra de Watanabe. Al menos desarrolla mejor a ciertos personajes, además de conservar el gusto por esa buena música que forma gran parte del alma de la serie. Al final, puede que sea amada y odiada a partes iguales, pero tampoco ha sido un intento del todo fallido.
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