Luis Tosar no es suficiente para sostener una miniserie lastrada por la
reiteración de su discurso y un guion perezoso.
Víctor Genovés (Luis Tosar), un influyente empresario,
sufre un extraño chantaje: si no accede a pagar una elevada suma de
dinero,
los autodenominados Favoritos de Midas matarán a una persona al azar en
un lugar y fecha señalados y añadirán una nueva víctima periódicamente hasta
conseguir su objetivo.
¿Cuántas muertes será Víctor capaz de cargar sobre sus hombros?
Inspirada en el relato corto homónimo de Jack London, la
miniserie creada por Mateo Gil (Proyecto Lázaro, Las leyes de la
termodinámica) y escrita junto a Miguel Barros (Gigantes, Libertad)
llega a Netflix con la intención de aportar su granito de arena al
creciente catálogo de producciones españolas originales de la plataforma. Gil
traza paralelismos la obra original y traslada sus acontecimientos a
una Madrid distópica, en la que tienen lugar
numerosas manifestaciones y disturbios a raíz del crecimiento paulatino del
malestar social por la situación del país.
Este escenario no nos es desconocido, sobre todo si escrutamos
estas últimas décadas llenas de crisis económicas, laborales y pandémicas,
además de las cantidades ingentes de corrupción desveladas. Pero, la serie
también pretende realizar
una critica hacia la clase alta, el Estado y todas sus ramificaciones. Desde sus intereses económicos basados en la guerra hasta la
incompetencia del sistema a la hora de manejar los hilos para resolver un
caso
que podría arruinar su reputación, todavía más si cabe. En medio de todo
este embrollo es donde nos encontramos a nuestro protagonista.
Un Luis Tosar (Intemperie,
Adú) que, a pesar de interpretar uno de sus papeles más apáticos -y eso
que su personaje se encuentra al límite-,
resulta la mejor aportación de la serie. Su Víctor Genovés, aparte
del conocido chantaje, se ve inmiscuido en
uno de los romances más forzados y repentinos que recuerdo con el
personaje interpretado por Marta Belmonte (Servir y proteger,
Puenting). Un idilio que nos deja
un sinfín de escenas de sexo reiterativas e innecesarias
que no aportan nada y solo entorpecen el avance de la trama, que ya
de por sí se cocina a fuego bastante lento. Por otro lado,
Willy Toledo (Black is Beltza, El rey) está correcto y
su subtrama de investigación es interesante.
No solo me ha resultado complicado el creer la trama de
‘Los favoritos de Midas’, sino que además,
sus personajes tampoco cuentan con el suficiente desarrollo ni
generan tanto interés como para poder sentirse identificado con alguno de
ellos. Parece que en vez de avanzar con la historia hacia una dirección
coherente, la ficción opta por la vía de lo confuso, pero de una
forma innecesaria y completamente oportunista. Y si hablamos de su
-perdóname, Hitchcock- radical, inverosímil y precipitado final…
Así mismo, da la sensación de que
la serie está más pendiente de saturar las secuencias con su discurso
ideológico y político que de entretener al espectador. Esta continua reiteración de su
mensaje, unido a un guion perezoso y unos diálogos planos, consiguen
que la ficción resulte lenta y repetitiva, solo apta para paciencias
de hierro. Funcionaría mejor si la trama se hubiera condensado en cuatro
capítulos y no en seis. Aún así,
la recompensa final no lo merece en absoluto, una pena. Aunque como
siempre, para gustos, los colores.
Puntuación: 5/10
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