Aunque es una película que ya hemos visto antes, cuenta con todo lo necesario
para satisfacer a aquellos aficionados a los dramas familiares.
Tres generaciones de una misma familia se reúnen en su casa de campo para pasar
un último fin de semana con su madre Lily (Susan Sarandon) que
padece esclerosis lateral amiotrófica (ELA) y que
ha decidido quitarse la vida con ayuda de su marido (Sam Neill).
Cuando sus hijas, Jennifer (Kate Winslet) y Anna (Mia Wasikowska),
empiezan a discutir, salen a la luz
secretos que amenazan con amargar la despedida.
¿Quién es mas egoísta? ¿La persona que decide quitarse la vida para no tener que
aguantar las fases terminales de su enfermedad? ¿O son aquellos que la rodean
con su falta de empatía y exagerada dependencia? Preguntas incómodas sobre temas
de arduo debate: eutanasia y suicido asistido. Sin embargo, la nueva
película de Roger Michell (Mi prima Rachel, Le Week-End), al igual que
‘Corazón silencioso’, cinta en la que se basa, no pretende levantar
ampollas en el espectador.
Ni siquiera tiene la intención de iniciar irresolubles discusiones sobre el
asunto. El objetivo del cineasta sudafricano es, con toda honestidad y elegante
simpleza, la de
permitir que los personajes nos expliquen sus razones para aceptar o rechazar
tan difícil decisión.
Razones que atañen a Susan Sarandon (Feud, De madres a
hijas) y su Lily, una mujer inteligente y de increíble fortaleza que se encuentra sumida en las últimas fases de la terrible esclerosis.
La actriz
aporta sinceridad en sus palabras y una hermosa elegancia en sus formas, a pesar de las limitaciones de su personaje. A su vez, Kate Winslet
(Wonder Wheel, Ammonite) nos ofrece la otra gran interpretación de la
cinta, demostrando de nuevo su capacidad para camuflarse hasta en los papeles más estériles. Sin embargo, es una pena que parte del reparto no está a la altura de lo esperado. Recitan sus frases con gusto académico y articulan sus gestos con
teatralidad, pero puede sentirse una extraña falta de conexión con sus personajes.
‘La decisión (Blackbird)‘ es un
película que ya hemos visto antes, sobre todo en propuestas
estadounidenses que retratan familias de gente blanca, privilegiada y rota.
Dentro de su cotidiana construcción, Michell
vuelve a hacer gala de esa elegancia al rodar que le caracteriza,
aunque quizá esta no era el proyecto idóneo para tanto remilgo.
Precisamente es este el gran problema de la cinta. El director refina
tanto todos los aspectos que
se pierde cualquier atisbo de realismo, de gracia. Sin embargo, hay que
aplaudir el hecho de
no caer en el melodrama absurdo y equilibrar con acierto sonrisas y
lágrimas. Eso sí, con un cierto nivel de cinismo y sarcasmo algo chocante dada
la situación. El film, no obstante, cuenta con todo lo necesario para
satisfacer a aquellos aficionados a los dramas familiares.
Puntuación: 6,5/10
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