Sinopsis
‘La Casa del Dragón’ transcurre casi 200 años antes de los acontecimientos de ‘Juego de Tronos’, en los tiempos de Viserys I Targaryen, con los siete reinos viviendo en una paz notable y los dragones surcando los cielos para impartir la justicia del rey. Cuando Viserys decidió elegir a su hija Rhaenyra como la próxima heredera del trono, la ambición de su tío Daemon y la reticencia del pueblo a ser gobernado por una mujer comenzaría una guerra silenciosa que se agravaría con el paso de los años.
Crítica de La Casa del Dragón
Volver a este universo tras la decepción que supuso el final de ‘Juego de tronos’ resulta una idea apasionante, pero también algo frustrante. Lo digo porque el mundo creado por George R.R. Martin es lo suficientemente grande y variado y, si además nos adentramos en todas las historias que esconden cada uno de sus rincones, podemos pasarnos horas y horas investigando. Sin embargo, entre otros proyectos ya anunciados, el primer spin-off que llega a HBO Max es… digamos que un poco más de lo mismo.
Basada en algunas partes de la novela ‘Fuego y sangre’, la serie coge el apasionante lado político de principios de su producción madre y lo amplía hasta copar prácticamente todo el metraje. Por ello, nos encontramos ante una ficción de intrigas palaciegas llenas de maquinaciones, ambiciones desmedidas, traiciones y relaciones prohibidas que transcurre casi en su totalidad en Desembarco del Rey. Es decir, un verdadero drama de época como los de STARZ, pero en este caso muy caro y repleto de sangre, sexo y dragones.

En esencia, la ficción habla acerca de los mismos temas que dichos dramas, sobre todo en lo referente a su corriente más moderna. La importancia de la descendencia, el honor, el individualismo o los anticuados roles de género son algunos de ellos. Y todo se desarrolla dentro de una trama mucho menos compleja y dispersa que la de su serie madre. Ya no solo porque la cantidad de personajes principales se reduce drásticamente, sino porque esta es una historia más generacional, pequeña e íntima centrada en la disfuncional familia Targaryen. Pero tampoco renuncia a la épica y la espectacularidad intrínseca de su universo.
Más allá de un diseño de producción tan brillante como reconocible en todos sus aspectos, esta no es la ‘Juego de tronos’ que conocemos y es algo que se nota desde su secuencia de introducción. Tras un piloto pausado pero bien hilvanado, la serie continúa con dos episodios realmente espectaculares, y a partir de ahí, las cosas se calman para comenzar a desarrollar mejor a sus personajes. Y es que la ficción ya no tiene un universo que construir, por lo que todo el peso lo llevan unos protagonistas que son arrastrados por la trama a través de capítulos que saltan en el tiempo.
Igualar a un grupo de personajes tan querido como lo son Jon, Tyrion, Daenerys y compañía se antoja una tarea casi imposible. Tanto es así que las comparaciones en este apartado serían totalmente injustas. No obstante, en general aquí los protagonistas son algo más planos. No hay ninguno que disrumpa en exceso o resulte un alivio cómico ni por diez segundos. Sí que hay que destacar a Rhaenyra, una mujer que podría haber sido muy adelantada a su época si no fuera porque sucumbe a las costumbres. También a Daemon, porque dentro de la monotonía es un personaje al que le gusta generar caos.
Lo que más sorprende en este apartado es que parte del reparto sufre un cambio a mitad de temporada, algo así como lo que hace ‘The Crown’ cada dos entregas. Sin embargo, estos reemplazamientos no resultan comprensibles, más bien confusos sin necesidad. No es que tenga nada contra actrices tan estupendas como Olivia Cooke o Emma D’Arcy, todo lo contrario, pero ver que con unos personajes se ha recurrido a un maquillaje discreto, mientras que con otros se ha optado por utilizar a personas completamente distintas resulta una decisión extraña. Ni siquiera tiene sentido por cuestiones de edad, en especial si los comparamos con otros miembros del elenco que sí permanecen.

La serie intenta impactar tanto como ‘Juego de tronos’, ya sea a base de paralelismos sutiles y homenajes no tan disimulados, así como de secuencias que intentan quedarse grabadas en nuestra mente. A veces lo consigue y otras se queda a medio camino. Y no es porque no comparta los mismos excesos de su predecesora. De hecho, se podría decir que en ocasiones esta es más erótica de lo necesario, seria e incluso más salvaje si cabe. No obstante, esa falta de subtramas apasionantes y personajes icónicos le acaba pasando factura.
Gran parte de la culpa la tiene ese tratamiento casi enciclopédico que realiza el guion de la historia. Una trama la cual, pese a transcurrir durante varios años, no parece que avance demasiado. Tras seis episodios todos los personajes continúan en el mismo lugar. No existe una verdadera amenaza visible o invisible ni realmente nada que esperar. Todo gira en torno a la política, las relaciones, las bodas y los nacimientos que suceden a lo largo del tiempo. Tal monotonía se hace un poco cuesta arriba si uno no es aficionado a este tipo de dramas de época.
Una enorme baza a su favor es que, cuando coloca a sus personajes en una escala más épica, la serie resulta realmente espectacular. Quizá, visualmente pueda sentirse algo más artificial y su ambientación menos inmersiva, pero en general su apartado visual sigue siendo un portento. Lo mismo ocurre con la magnífica banda sonora de un Ramin Djawadi quien, por suerte para todos, vuelve a ponerse al mando de la batuta. No tan destacados resultan sus diálogos ya que, sin llegar ser ese desastre vago y vacuo de las últimas temporadas de ‘Juego de tronos’, no alcanzan ni por asomo el nivel de las primeras entregas.
Tras seis episodios, ‘La Casa del Dragón’ todavía tiene que justificar su existencia más allá de la explotación de la obra de Martin. Es una sensación parecida a la que deja ‘Fuego y sangre’ tras su lectura: la de estar ante un producto eficaz que sabe manejar sus virtudes, pero que tiene aire de encargo y se encuentra falto del estilo, la garra y el alma que rezuman tanto ‘Canción de hielo y fuego’ como ‘Juego de tronos’. No es una decepción ni tampoco una mala serie. De hecho, lo mejor está por llegar y seguro que ofrecerá lo suficiente para todos. Eso sí, con un mundo formado por cuatro continentes tan variados e inexplorados, alejarnos de Poniente y de sus casas era una opción mucho más interesante.
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