Sinopsis
En ‘Estación once’, tras una gripe devastadora, la población mundial se ha reducido un 99,9%. Esta saga post apocalíptica de múltiples líneas temporales cuenta las historias de los supervivientes mientras intentan reconstruir y reimaginar el mundo de nuevo. Todo a la vez que se aferran a lo mejor de lo que se ha perdido.sis
Crítica de Estación Once (Station Eleven)
Otra propuesta sobre un virus que acaba con el mundo llega a HBO Max este mes para ‘amargarnos’ un poco las Navidades. Creada por Patrick Somerville (Made for Love) y basada en la novela homónima de Emily St. John Mandel, la serie empezó su producción de forma premonitoria antes de nuestra pandemia. Es más, tuvo que pausarla durante una temporada al encontrarse de bruces con la realidad, y además, su creador promete que no se ha beneficiado de esto para cambiar la historia y dirigirla hacia una mirada ventajista.
A ver, que no quiero ponerme paranoico, pero parece como si todas las plataformas se hubieran puesto de acuerdo casi al mismo tiempo para tener su propia ficción de pandemias letales -recordemos ‘The Stand’, ‘Y: El último hombre’, ‘See’, ‘Sweet Tooth’…-, y aunque todas abordan el tema de una manera muy distinta y personal, no deja de resultar curioso ese timing tan terrible. Pero, si bien es cierto que no llega en el mejor momento, no todo es lo que parece.

En la serie, toda pequeña historia tiene su importancia en el devenir de unos acontecimientos que suceden a lo largo de distintas líneas temporales. Por ello, en ocasiones el guion va dando saltos en el tiempo de manera aleatoria pero consciente, mientras que en otras, ocupa episodios completos para presentarnos a ciertos personajes por separado.
Y es que aquí hay muchos y tanto ellos como cada uno de los eventos se encuentran conectados, especialmente por un cómic titulado ‘Station Eleven’ que aparece como una especie de nueva Biblia. También Arthur (Gael García Bernal), cuyo destino al principio del primer episodio es el desencadenante de la ficción, se encuentra de una forma u otra en el centro de todas las tramas. Asimismo, el personaje de Bernal comparte una estrecha relación con Miranda (Danielle Deadwyler), una jefa de logística y artista en ciernes que además resulta ser la creadora del persuasivo y profundo tebeo.
Esta novela gráfica resuena en todos los personajes, ya sea por su propia obsesión con la misma o porque, gracias a un cierto toque fantástico añadido, sus eventos se reflejan de una forma u otra en la vida de cada uno de ellos. El mejor ejemplo de esto es Kirsten (Matilda Lawler), una actriz salvada por Jeevan (Himesh Patel) cuando era niña que se obsesionó con el cómic desde la primera lectura. 20 años más tarde, todavía traumatizada por los acontecimientos del pasado, una Kirsten (Mackenzie Davies) ahora adulta vive con una compañía de actores llamada ‘La Sinfonía Viajante’, quienes viajan entreteniendo a los pocos habitantes que quedan vivos en el país.
Una burbuja de aparente felicidad con la que intentan afrontar la tragedia a través del amor al arte, pero que se ve alterada por El Profeta (Daniel Zovatto), el líder de una secta que se rige por el contenido del tebeo. Esta es tan solo una pequeña selección de una buena cantidad de protagonistas como Clark (David Wilmot) o Elizabeth (Caitlin FitzGerald) y otros tantos secundarios que pueblan la ficción con acierto.

A medida que progresa, ‘Estación Once’ se erige como una auténtica montaña rusa de sensaciones que además sorprende en su mezcla de géneros. Por un lado, tenemos un thriller pandémico sombrío y pausado que puede llegar a atragantar en su primer episodio. No obstante, logra remontar gracias al buen hacer de su reparto, sus interesantes personajes y sus formas a la hora de contar los acontecimientos.
Por el otro, nos encontramos con un drama postapocalíptico más ligero de lo esperado y que funciona como un espontáneo vaivén de tragicomedia con sus momentos tontorrones incluidos. Así, de forma individual, cada uno de los tres episodios que se estrenan el día del lanzamiento ofrece una experiencia distinta, una estrategia ideal que permitirá al espectador hacerse una idea de todo lo que le espera durante el resto de este intenso viaje.
También es terrorífica en muchos tramos ya que, si hace unos años veíamos este tipo de propuestas sin la suficiente consciencia, esta serie en especial nos toca tan de cerca que es imposible no sentir escalofríos y mareos cuando se enfoca -a veces demasiado- en los momentos más duros de su pandemia. Este es un aspecto que podría resultar muy interesante para un sector del público.
Sin embargo, no se puede culpar al que prefiera adelantar algunas de las escenas que mejor reflejan nuestra propia realidad, porque para muchos, rememorar los peores tiempos del COVID-19, o lo que podría haber pasado si su gravedad hubiera sido todavía mayor, o lo que podría pasar si muta a niveles altamente mortales e incontrolables, puede ser una auténtica pesadilla. Y es que, en este caso, la similitud de los eventos, medidas, vocabulario y reacciones que la ficción comparte con nuestra catástrofe pandémica es realmente inquietante a la vez que apasionante.

Además, tal y como mencioné con anterioridad, la serie cuenta con un humor algo chocante para tratarse de un tema tan trágico -el momento discurso de ‘Independence Day’ o algunas frases cómicas son buena prueba de ello-, y casi toda su comedia ocurre precisamente en su línea temporal más avanzada y en campo abierto, donde tanto la dirección como las interpretaciones se desvían hacia una agradable ridiculez involuntaria -o puede que sea del todo adrede-.
A su vez, impresiona su capacidad para resultar de igual manera tensa, deprimente e incluso algo onírica y confusa. De esto último han sido conscientes desde la sala de montaje, pues debido a la gran telaraña de relaciones entre protagonistas y acontecimientos que se va formando con el paso de los episodios, durante los diálogos en muchas ocasiones se superponen imágenes que nos recuerdan ciertos eventos o personajes que están siendo parte de la conversación.
Por último, aunque en varios de sus tramos abusa de intentar elevar las emociones mediante su banda sonora, la serie además resulta un emotivo viaje que nos recuerda la importancia y el poder del arte en nuestra sociedad. Ya sea a través del teatro, de Shakespeare o de la música, la ficción deja bien claro lo imposible que se antoja imaginar un mundo sin el arte como uno de los motores fundamentales de nuestra existencia. Nos ayuda a crecer, a sobrellevar los peores momentos y a celebrar los mejores.
También a conservar la memoria, a sentir cerca a nuestros seres queridos lejanos e incluso a reconectar con nosotros mismos y con los demás. Esto es todo lo que intentan hacer aquí los personajes: sobrevivir, reencontrarse, reconstruir y revisar prioridades. Y es que, ¿cuál es el significado que adquiere la vida cuando nos enfrentamos a una catástrofe de este calibre? Como dice el personaje de Bernal: «No quiero vivir la vida equivocada y morir».
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