Sinopsis
Nueva York, años 20. ‘Claroscuro’ es la historia de dos mujeres negras, Irene Redfield (Tessa Thompson) y Clare Kendry (Ruth Negga), que pueden «pasar por blancas», pero que eligen vivir en bandos opuestos de la barrera del color. Una tarde de verano, las dos amigas de la infancia se encuentran por casualidad. Tras ello, Irene admite a Clare en su casa, no sin reticencia, y allí esta cae en gracia al marido de Irene (André Holland) y a su familia, y pronto también a su círculo social. A medida que sus vidas se entretejen cada vez más, Irene se da cuenta de que su existencia, antes estable, se ve alterada por Clare.
Crítica de Claroscuro
Aunque menos de lo necesario, Netflix también apuesta por el mejor cine independiente y lo vuelve a demostrar con esta ópera prima de la hasta ahora solo actriz Rebecca Hall. La cineasta británica, que además de dirigir se encarga del libreto, basa su primera película en la novela de culto homónima de Nella Larsen. Su historia está ambientada en el renacimiento de Harlem durante los años 20, momento en el que la comunidad negra vivía una nueva era intelectual y cultural que, a pesar de todo, no pudo escapar de la gran sombra blanca.
Aquí es donde entra en juego el concepto de ‘passing’ -título original de la cinta y alma de la misma-, que es nada más y nada menos que la capacidad una persona para pasar por miembro de un grupo distinto al suyo. En este caso, ser blanco o negro era una elección que algunos podían permitirse tomar. Es un tema muy delicado que tratar hoy en día, sin duda, pero Hall consigue abordarlo con sensibilidad y respeto sin renunciar a una incómoda autenticidad.

Profunda, magnética y sutilmente provocadora, ‘Claroscuro’ resulta un más que sorprendente debut por parte de Hall. La cineasta dirige con mano firme a su reparto y demuestra una gran confianza en la historia que quiere contar y en cómo pretende contarla. En especial, la directora logra hipnotizar con su dominio de los primeros planos y unos silencios fundamentales que gritan urbi et orbi lo que ronda por la mente de cada personaje, además de exteriorizar cada una de las capas escondidas en sus secuencias.
Pero todo cobra más sentido con la fotografía de Eduard Grau (The Way Back) el cual, al unísono con la técnica artística que da título al filme en español, toma un puñado de decisiones muy acertadas que le permiten jugar con esa escala de grises que separan el blanco y el negro, como si de una gruesa línea llena de matices morales se tratase. De esta forma, la imagen consigue resaltar esa obsesión por la dualidad que manifiesta Hall en cada plano.
Esta bendita obstinación también se aprecia en su inteligente retrato de las clases sociales, el racismo -ojo con el personaje de Alexander Skarsgard-, la sexualidad y la insatisfacción de sus protagonistas. Incluso habla de reencontrarse a la vez que de perderse. Sin embargo, nada de esto funcionaría con tanta fuerza sin las interpretaciones estelares de Tessa Thompson (El amor de Sylvie) y Ruth Negga (Ad Astra), que como no podía ser de otra forma, aquí encarnan a dos personajes opuestos en todos los sentidos.
Thompson, porque su Irene finge complacencia a la vez que da tumbos sobre la fina cuerda del anhelo. En cambio, la Clare de Negga está sumida en una terquedad disfrazada de melancolía. De esta manera, Clare se entromete poco a poco en la vida de Irene mientras nosotros, a través de su perspectiva, no podemos hacer otra cosa como espectadores que ser testigos de lo frágil que es la identidad. Duele más todavía cuando el contexto continúa resonando en el presente.
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