Sinopsis
‘Apolo 10½: Una infancia espacial’ es la historia del primer alunizaje, en el verano de 1969, desde dos puntos de vista: el que tienen los astronautas y el centro de mando de ese momento triunfal y el de un niño de Houston (Texas) que tiene sus propios sueños intergalácticos.
Crítica de Apolo 10½: Una infancia espacial
Este viernes llega a Netflix la esperada nueva película del siempre interesante Richard Linklater (Dónde estás, Bernadette). Escrito y dirigido por el cineasta houstoniano, este es un ejercicio semiautobiográfico de nostalgia que nos muestra los soñadores años 60 a través de las memorias y los inocentes ojos de un niño. Un coming-of-age fresco y animado mediante la técnica de la rotoscopia que, como es habitual en la filmografía de Linklater, vuelve a diseccionar con todo lujo de detalles la vida tal y como ocurrió en un lugar y en un momento concreto en el tiempo.
Además, toda esta exploración terrenal se entremezcla con una aventura espacial fantástica, y de sobra improbable, en el que nuestro protagonista viaja a la luna en secreto para allanar el camino a Armstrong y compañía. Una subtrama que funciona como una fábula sobre nuestra volátil memoria y cómo los recuerdos de la infancia pueden parecer borrosos sueños lejanos, los cuales caminan por encima de la fina línea entre lo que una vez fue real y lo que ahora imaginamos.

Narrada al completo por la acogedora voz de Jack Black, a veces el filme parece un largo episodio animado de ‘Aquellos maravillosos años’. Es más, este carece de una trama y está tan llena de pequeños detalles que a su vez podría ser un documental sobre la vida en familia de la época. Son memorias que a los de muchas generaciones actuales nos quedan muy lejos, y ya no hablemos de la forma de vivir en sí misma, pero Linklater lo captura todo de una manera tan cálida y honesta que resulta apasionante.
En la película, la ciudad tejana de Houston se erige como el centro de todos los avances tecnológicos durante la década en Estados Unidos y, por supuesto, de la obsesión por la carrera espacial y por todo lo que tenga que ver con el espacio exterior. En concreto, la acción tiene lugar en un barrio blanco de clase media lleno de trabajadores de la NASA. En este sentido, Linklater retrata la ignorancia del privilegio en los 60 mediante ojos en blanco y cambios de tema cuando en la televisión se habla de problemas sociales que ‘no les atañe directamente’.
Desde la importancia de la imaginación y la creatividad a la hora de entretenerse o de encarar un objetivo, hasta un absoluto derroche de referencias de una cultura popular que invita al escudriño, con ‘Apolo 10½: Una infancia espacial’ Linklater abre su memoria en canal y pone a nuestra disposición su película más personal hasta la fecha, así como una de las mejores de su filmografía. Además, resulta un agradable descanso de tanta melancolía ochentera presente en las producciones actuales y, su sobresaliente animación, consigue que la película también se desmarque por completo de propuestas parecidas.
Una técnica que, a su vez, permite al cineasta colmar el proyecto de realismo y espectacularidad sin que el presupuesto se resienta. Por si fuera poco, esto aporta al filme una personalidad visual que acentúa de alguna manera su detallista nostalgia. Y seas de la generación que seas, se hace muy difícil no esbozar una enorme sonrisa al ver a sus protagonistas disfrutar de cada pequeño momento. Ojalá saber cuándo iban o van a ser las últimas veces.
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