Una Aduba estelar consigue sostener esta nueva entrega que no ofrece
demasiados alicientes para aquellos que han disfrutado de las temporadas
anteriores.
Esta reinvención de la serie se desarrolla en el Los Ángeles actual
y reúne a un trío diverso de pacientes en terapia con Brooke (Uzo Aduba) para ayudar a sobrellevar una variedad de preocupaciones
actuales. Temas como la pandemia mundial y los grandes cambios sociales y culturales recientes son
un telón de fondo del trabajo que emprenderá Brooke, todo mientras se enfrenta a complicaciones en su propia vida personal.
Con la reciente pandemia como trasfondo y excusa, HBO recupera su
emblemática serie de terapias
diez años después del que parecía ser su desenlace. En esta nueva
temporada, Gabriel Byrne (La guerra de los mundos) pasa el testigo a una Uzo Aduba (Solos) que se encuentra absolutamente imparable en este momento de su carrera.
Situada en tiempos de Covid-19 -aunque no se ven demasiadas mascarillas y el gel
hidroalcohólico sirve más bien como elemento decorativo-, la ficción vuelve a
hacer uso de su formato habitual pero
adaptándolo a las nuevas medidas y tendencias sociales. De esta forma,
alternando entre sesiones presenciales y por videoconferencia, la dra Brooke
debe tratar con temas como
la homosexualidad, la soledad provocada por el confinamiento o el hecho de
encontrarse con un mundo completamente nuevo tras salir de la cárcel.
En los nuevos episodios, los personajes interpretados por Anthony Ramos
(Hamilton), John Benjamin Hickey (Hasta que te encontré) y Quintessa Swindell
(Voyagers) son los pacientes principales de Brooke. Más que como oportunidad de
reflexión, parece como si estos personajes hubieran sido escritos
con el objetivo de ser un reflejo de la sociedad actual un tanto
oportunista. Además, la misma Brooke tampoco se encuentra emocionalmente estable y
Rita, su propia psicóloga personal interpretada por Liza Colón-Zayas (Titanes), vela por su bien a pesar de la resistencia que a veces muestra
la protagonista. Sobre todo cuando empieza a darse cuenta de que
sus nuevos pacientes son algo así como la personificación de sus propias
angustias. Por otro lado tenemos a Joel Kinnaman (Para toda la humanidad), que en esta ocasión interpreta un papel mucho más pequeño de lo que estamos
acostumbrados a ver últimamente.
Esta cuarta temporada de ‘En terapia’, tan solo puede justificar su
existencia gracias al trabajo de una Aduba estelar y al de un
reparto bastante acertado. Como siempre, cada sesión desarrolla una curva
dramática algo artificial que va creciendo con los minutos
hasta alcanzar su punto más álgido al final de cada episodio. Incluso
aquellos capítulos centrados en Brooke, más poblados de lugares comunes que el
resto, tienden a caer en la misma estructura. Es lo normal, pues si
su premisa fuera la de asistir a media hora de conversaciones en las que no pasa
absolutamente nada,
la serie fallaría de forma estrepitosa como propuesta de entretenimiento.
Sin embargo, más allá de la nueva protagonista y la perspectiva más actual de
los temas que trata, la ficción
no ofrece demasiados alicientes novedosos para el espectador que ha
disfrutado de las temporadas anteriores.
Al menos, sí que continúa siendo moderadamente notable en general.
Puntuación: 7/10
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