Alicia Vikander brilla en un enorme y retorcido ejercicio meta que muestra auténtico amor por el cine y que cuestiona el estado actual de la industria.
Mira (Alicia Vikander) es una estrella de cine estadounidense
desilusionada por su carrera y una reciente ruptura, que llega a Francia para
interpretar a 'Irma Vep' en una nueva versión del clásico del
cine mudo francés, 'Les Vampires'. Con el telón de fondo de un
espeluznante thriller criminal, Mira lucha cuando las diferencias entre ella y el personaje que interpreta comienzan a
desdibujarse y fusionarse. Así, la miniserie nos descubre el terreno incierto que se encuentra en la frontera entre ficción y
realidad, artificio y autenticidad, arte y vida.
Aunque comparten el mismo título y núcleo temático, la miniserie que llega en
unos días a HBO Max es una propuesta ligeramente distinta a la
que Oliver Assayas construyó en su película homónima. No es solo porque
la que nos atañe se encuentra muy actualizada a los tiempos actuales,
sino también debido a que el propio formato permite a Assayas
profundizar en ciertos aspectos que quedaron bastante desdibujados en su
filme, a la vez que le posibilita el poder introducirse en otros
en los que quizá no se atrevió en su momento. No obstante, toda
comparación en esta ocasión no tendría sentido, pues estaríamos muy equivocados si pensáramos que este nuevo trabajo es un
simple remake extendido de su obra original.
Es más, Assayas aquí realiza
un enorme y retorcido ejercicio meta donde su película es parte de la
historia que nos propone, y lo hace de formas maravillosas y sorprendentes que no estarían bien
destripar en este momento. Además, el francés lleva a cabo
una disección íntima de sí mismo en la cual, a través del cineasta
ficticio coprotagonista René Vidal -interpretado por un fantástico y
neurótico Vincent Macaigne (El origen del mundo)-, Assayas vuelca
todas sus inquietudes románticas, sexuales y artísticas, así como su frustración por el funcionamiento actual de la industria. También cuestiona con rabia el papel que juega el director hoy en día, quien muchas veces debe renunciar al poder y prestar su talento a las
exigencias comerciales de la producción,
todo para ver su nombre tapado por logotipos o prácticas de marketing.
Sin embargo, el alma de la miniserie en la que Assayas vuelca el resto es
Mira, el personaje interpretado por una pletórica e hipnotizante
Alicia Vikander (Beckett). Por culpa de una ruptura y la falta
de exigencia en los papeles que interpreta, Mira
se encuentra colmada de inseguridades e inquietudes, tanto artísticas
como sexuales, que debe desentrañar poco a poco. Es un personaje que
refleja a la perfección el estado de la industria hoy en día, sobre todo de
Hollywood, una burbuja representada aquí por su propia agente y que
solo parece saber ganarse a sus talentos a base de cheques y no de
propuestas artísticas relevantes. Y sí, por supuesto que los personajes hablan de superhéroes como si
importante de la industria, faltaba más.
Con esto, Assayas muestra su clara intención de
presentar unos personajes muy distintos entre sí y descubrir todas sus
capas poco a poco. De hecho, tanto Vidal como Mira sufren de una crisis de identidad
similar, pero
sus personalidades están muy lejos de ser iguales. Incluso a
veces les resulta muy difícil entenderse en el set. En realidad, este
director introvertido e inseguro no es demasiado respetado pese a ser una
vieja gloria, y su tendencia a cuestionarse a sí mismo
provoca que el resto del personal lo refute constantemente. En
cambio, Mira es adorada por todos excepto por su ex -Adria Arjona
(Morbius) en plan Megan Fox-, con quien comparte una enorme tensión
sexual y una toxicidad que
la lleva a refugiarse en el personaje de Irma Vep hasta empezar a
perderse en sí misma.
A su vez, el cineasta francés fusiona ficción y realidad hasta límites ridículos pero fascinantes. Lo hace realizando su propio remake de 'Les Vampires', aunque este
sea un intento algo cutre en una satírica demostración de la falta de seguridad e ideas
de Vidal. De hecho, puede que lo haga con la intención de criticar a esos
directores y productoras que se empeñan en realizar calcos demasiado
respetuosos y, por supuesto,
carentes de toda alma y talento porque solo están hechos para amasar
dinero. De esta forma Assayas, en una comparación que debate sin palabras acerca
de la verdadera relevancia de la producción, enfrenta constantemente las formas del pasado contra las
del presente mediante escenas cinematográficas que
contrastan con las imágenes del serial original.
Asimismo, el director cuestiona el sentido y la narrativa de la propia obra a través de las
quejas de los actores. Otros tiempos, otras formas de contar historias. Son unas secuencias,
tanto las de ensayo como las de rodaje, que resultan tan apasionantes como
incómodas, ya que a su alrededor se generan grandes conflictos mientras disfrutamos del
sacrificado placer de hacer cine. Eso sí, es cierto que a veces
el proceso de rodaje que aquí vivimos se siente más como una extraña
parodia, aunque también se puede vislumbrar un poco de esa obsesión artística por
alcanzar la perfección que se mostraba en la película. Sin embargo, por el
momento se queda a medio camino entre ambas, pero lo lógico sería que
en los episodios restantes este último aspecto gane en importancia.
Tras superar cualquier reticencia o tendencia a la comparación odiosa
durante sus primeros minutos -bastante fuera de lugar en este caso-, 'Irma Vep'
resulta una propuesta fascinante, hipnotizante y muy satisfactoria
en la que ficción y realidad se miran a las ojos y
se comparan y fusionan de forma constante. No obstante, pese a
insistir en evitar comparaciones, no se puede negar que la producción
carece de gran parte de la sutilidad y el encanto que Assayas imprimió en
su película. Con esto quiero decir que su historia gana en presupuesto, medios y
grandeza en líneas generales, pero
a cambio pierde toda esa intimidad y aroma independiente característicos
del filme. No es que sea un aspecto negativo, simplemente
es un conjunto de matices que acentúan las enormes diferencias entre
ambas producciones.
Es verdad que, a su favor,
el hecho de que no exista nada parecido en televisión ayuda muchísimo a
la hora de decidir sumergirse en su visionado. Al fin y al cabo, al igual que la película pero a mayor escala y con un
tono mucho más ligero, este es un caramelo que
endulzará especialmente a aquellas personas amantes del cine y su
funcionamiento tras las cámaras; de los artistas y sus inseguridades o excentricidades; de la tensión en
el set y las pequeñas grandes dificultades del proceso;
de esa pesadilla que es producir bajo la sombra de un presupuesto
ajustado y un personal complicado; y de las relaciones y dinámicas que poco a poco se van formando entre
director, actores y otros miembros del staff.
Además, la miniserie resulta adictiva no solo por el morbo que provocan sus
rodajes, sino porque
está repleta de pequeñas conversaciones llenas de comentarios hacia
la industria, el extraño estado actual del audiovisual o las distintas
formas de percibir el mismo
en este mundo moderno en el que, afortunadamente, no paramos de
cuestionarnos todo. Y aunque en estos cuatro primeros episodios la ficción no ha mostrado todo su potencial, en especial en lo referente a la obsesión casi enfermiza o a esa final
línea que a veces separa actor y personaje, no cabe ninguna duda de que
estamos frente a una auténtica carta de amor al cine desde todos sus
ángulos. ¿Y por qué no? También ante una muestra de devoción profunda por la
inmortal Jeannes Roques, alias Musidora. Una grande entre
las grandes.
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