Es una miniserie notable, pero peca de exceso de metraje y un guion que a veces se pierde entre sus subtramas y ambigüedades.
Esta es la tardía historia del escritor Michael Peterson quien, tras la sospechosa muerte de su esposa Kathleen Peterson en 2001, es declarado culpable de su asesinato. Mientras, su
extensa familia formada por hijos e hijas de diferentes madres
intenta permanecer unida en la tragedia, a la vez que
un exitoso director de documentales se interesa por retratar el caso.
Michael Peterson (Colin Firth) y su familia protagonizaron
uno de los casos más fascinantes y jugosos de principios de siglo. ¿El
motivo? Dos llamadas de teléfono desesperadas, una escalera rebosante de
sangre y una mujer, su esposa, yaciendo sin vida al principio de la misma.
¿Homicidio o accidente? Tras 21 años llenos de juicios, apelaciones y
teorías, todavía
no se ha llegado a una conclusión definitiva que contente a todas las
partes. Lo único seguro es que Peterson ya es libre y que
la eficiencia del sistema judicial estadounidense quedó en entredicho.
Basada en la exitosa serie documental homónima dirigida por Jean-Xavier de Lestrade y disponible en Netflix, este viernes llega a HBO Max una miniserie de ficción que pretende dar una perspectiva más
dramatizada y cercana de estos eventos, así como aportar algo de voz a la propia víctima. Además,
parte de la serie es dedicada precisamente al proceso de creación de su
docuserie madre, y aunque esta ofrecía una enorme cantidad de información, la verdad es que
la idea de complementarla con un drama a la altura de los hechos resulta un
movimiento interesante. Ya si esto era necesario o no es decisión de cada uno.
Narrada de manera aleatoria a través de los distintos años, la miniserie
creada por Antonio Campos (El diablo a todas horas) indaga de una forma
más privada no solo en la vida de Peterson y cada uno de los miembros de su
familia,
sino también en la de abogados defensores, fiscales e incluso en la del
propio Lestrade. Es más, a su vez podría decirse que en parte este es un detrás de detrás de las cámaras porque, entre procesos judiciales y dramas familiares, hace acto de
presencia una subtrama protagonizada por Lestrade en la que presenciamos los eventos que rodearon a su propia producción.
Y es que, aunque el nivel de interés no resulta equilibrado en todas sus
partes, aquí hay mucha más historia de lo que parece a simple vista y Campos da
síntomas de estar obsesionado con incluir la mayor cantidad posible de la
misma. Esta es una de las razones por las que
no queda del todo clara la identidad de la serie. Quiere ser un drama
judicial, familiar y carcelario a la vez que un biopic sobre la docuserie en
la que se basa, y quizá todo esto conforma demasiado material para abarcar,
así como un curioso vaivén de tonos que no siempre funciona.
De todas maneras, esto
no impide que estemos ante una de esas miniseries de gran calidad marca de
la casa donde, tanto la dirección como el apartado técnico, se encuentran al nivel que HBO nos tiene acostumbrados. No obstante, si el caso en el que esta se basa no fuera de interés para el
espectador, la verdad es que me veo en la obligación de destacar, o subrayar
con fuerza incluso, que
si la ficción funciona es principalmente gracias al buen hacer de un
reparto de auténtico lujo. Sí, quizá algunos de ellos no lo sean por nombre, pero este es un elenco
que
se compenetra a la perfección dentro de su algo
distorsionada coralidad.
Por supuesto, la estrella de la función es un magnífico Colin Firth (El
arma del engaño) que consigue dotar a su Michael de
todos esos intrigantes matices los cuales, tanto en la docuserie como
en la producción que nos atañe, se pueden apreciar en cada uno de sus gestos y diálogos. Es un personaje con un comportamiento cuanto menos enigmático,
sobre todo cuando se encuentra rodeado de su familia tras el suceso.
Pero más misteriosa resulta la propia Kathleen quien, gracias a una asombrosa
interpretación de Toni Collette (¿Sabes quién es?),
goza de esa voz difícil de aportar en formatos de no ficción. Es
fascinante ver a ambos compartiendo pantalla en los momentos previos a la
tragedia, pues es donde la objetividad propuesta por Campos alcanza su máxima expresión.
Dicho esto, 'The Staircase' no es una ficción que busque u ofrezca
respuestas claras. Al menos en principio, porque además Campos
se asegura de repasar y representar todas las teorías oficiales del caso. Quién sabe si, tras los cinco episodios enviados a la prensa, durante los
tres restantes el creador decida tirar la casa por la ventana, pero visto como
juega con las ambigüedades tramposillas propias de aquel que no parece
querer mojarse, la verdad es que esta probabilidad se antoja reducida. Lo que si está claro
es que la miniserie va perdiendo fuerza con el paso de las horas. Y es
que empieza golpeándonos con toda la tensión del momento, pero poco a poco se
diluye en una mezcla de true crime y drama donde
las relaciones entre los personajes se encuentran algo desdibujadas y
confusas.
Además, los episodios pecan de exceso de metraje -ninguno de
los vistos bajan de la larga y pausada hora y varios minutos-, y esto tiene
que ver con la enorme cantidad de material que Campos quiere abarcar. Es una
curiosa ironía que conecta directamente con la subtrama de la creación de la
docuserie, en la que vemos cómo Lestrade discute con su productor
sobre cuáles son aquellas escenas que tienen verdadera importancia a la hora de
contar la historia. Y aquí, por mucho que el cineasta quiera justificar una u otra, la verdad
es que
hay un buen número de ellas que en realidad no aportan nada relevante.
A ver, no es que esté de más lo de llevar el desarrollo de personajes a otro
nivel, pero a veces hay que saber en qué y en quién poner el foco.
Por otra parte, en ocasiones la miniserie adquiere tal nivel de detalle que la
hace realmente impactante,
incluso podría decirse que llega a rozar la falta de respeto -en lo
personal, no me gustaría ver una representación tan explícita de la muerte de
un familiar-, pero es algo necesario si se quiere ir siempre un paso más allá.
Eso es precisamente lo que Campos intenta con su miniserie:
ir más allá de lo que por norma proponen este tipo de ficciones.
Esa ambición por
aportar un toque inesperado en paralelo a la cuestión principal es de
agradecer, pero es tal el contraste que muchas veces sus diferentes perspectivas
no consiguen estar a la misma altura.
No me entendáis mal, porque incluso
con todos sus defectos esta sigue siendo una miniserie notable. Sin
embargo, si algo consigue la propuesta es mostrar
la falta de objetividad de un sistema judicial el cual, más allá de la
culpabilidad e inocencia del acusado o si el proceso ha sido del todo limpio y
justo, a veces parece buscar la vía más vaga y rápida para condenar. Al
fin y al cabo está conformado por personas... y ya sabemos de
sobra que
la justicia no es igual para todos cuando la subjetividad entra en juego. Después de todo, los juicios se reducen a la elección de aquella historia que resulte más
convincente. Pero entonces, ¿cuál es la verdad? O más inquietante todavía, ¿qué es la
verdad?
Puntuación: 7/10
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