Un entretenimiento tan caótico como disfrutable que podría haber dado mucho más de sí renunciando a algunas subtramas innecesarias.
Cassie Bowden (Kaley Cuoco) está viviendo su mejor vida sobria en
Los Ángeles mientras trabaja como agente de la CIA en su tiempo libre. Pero cuando una asignación en el extranjero la lleva a presenciar un asesinato sin darse cuenta, se enreda en otra intriga internacional.
Una de las series más exitosas en la corta vida de HBO Max vuelve con
su esperada segunda temporada.
Otro tema es si había razones suficientes para estirar un chicle que en
principio surgió como una miniserie, sobre todo porque, la primera entrega, cubre al completo la novela de Chris Bohjalian en
la que se basa. A partir de ahí, el creador Steve Yockey (Sobrenatural) y su
equipo de guionistas
han tenido que inventarse no solo todo un argumento, sino la manera de
que sus personajes continúen siendo de interés para el espectador. Sin
embargo, los encargados son conscientes de tener en sus manos a
una protagonista femenina que todavía puede dar muchísimo juego, y
tampoco vamos a negar que
si la ficción funciona es en gran parte gracias a ella. De esta forma,
los nuevos episodios comienzan de manera explosiva -literalmente- y
llegan para ofrecernos doble ración de Cassie, sus amigas, villanos y de
todo lo que sea posible en esta entretenida montaña rusa de sobriedad que coquetea con gracia
con el descarrilamiento.
En la segunda entrega,
la serie sufre una más que ligera reinvención en su premisa. En esta
ocasión, Yockey y compañía construyen unos episodios
más centrados en profundizar en sus protagonistas femeninas que en el
misterio propuesto en el primer episodio. Debido a esto, durante la temporada
se deja de lado parte de la locura y el desenfreno detectivesco que
han caracterizado a la ficción hasta ahora,
para así desarrollar una historia de fracaso y crecimiento personal
que implica tanto a Cassie como a sus mejores amigas Annie y
Megan, quienes por ello
gozan de sus propias subtramas individuales. Por supuesto, Cassie
continúa siendo la protagonista absoluta, y además se confirma como
uno de los personajes femeninos más interesantes y complejos de la
televisión actual. Es más, si en su predecesora realizaba un trabajo notable, aquí
Kaley Cuoco (Harley Quinn)
se desmelena por completo y sorprende en cada escena, consiguiendo
que su personaje
haga mucho más digeribles estos guiones tan llenos de conveniencias
y casualidades.
En el tiempo que separa a ambas temporadas, Cassie
se ha vuelto una inusual experta en espiar desde una distancia
moderada mientras lidia con su sobriedad. Entre misiones y dramas, nuestra protagonista vuelve a tomar decisiones
frustrantes y a perderse en su mente de vez en cuando -y fuera de ella
también-, pero esta vez con una colección de sus yo anteriores con los que
Cuoco
demuestra su talento a la hora de mostrar todas las capas del
personaje. Con los innumerables estímulos que tiene en su vida diaria, la tarea de
mantener la abstinencia se antoja bastante complicada, por lo que
la serie aprovecha para crear una incógnita constante acerca de si Cassie
será capaz de aguantar o, en su defecto, de cuándo recaerá. Es un morbo cuestionable, pero al fin y al cabo, como espectadores
nos gusta siempre ver a nuestros protagonistas siendo desafiados. Y
la verdad es que aquí Cassie pasa por una etapa universal en la que sufre,
erra y se miente a sí misma tanto como a los demás en
un intento por ser mejor persona que evoluciona desde la positividad
hasta la desesperación.
Esta es una temporada que,
cuanto más se desvía de Cassie y de su escabroso viaje a través de la
sobriedad, peor funciona, especialmente porque hay momentos que implican ciertas subtramas en los
que la ficción se va demasiado por las ramas. De hecho, cuando lo
hace
parece que sea más con la intención de rellenar que de aportar algo
relevante. Por eso, se podría decir que esta segunda tanda de episodios -y volvemos
a doblar cantidad- son dos series en una. Por un lado, nos
encontramos con un retrato del alcoholismo y la crisis de identidad más duro de lo que
parece a simple vista. Y es que, a falta de nuevo material original en el que basarse, desde
luego apostarlo todo a sus protagonistas es un movimiento atrevido a la par que
inteligente. En este sentido, el fracaso y la superación personal tienen un mayor peso
que todos aquellos elementos que brillaban a lo largo de la anterior
entrega, y
esto a su vez provoca que los personajes nos regalen grandes momentos
emocionales -mención especial a la poderosa escena que implica a
Sharon Stone-.
Por el otro, nos damos de bruces con una comedia de espías de segunda algo fallona y más tramposilla de lo
normal, pero que no deja de resultar divertida pese a haber
perdido frescura y complejidad. Aquí es donde la serie
luce un ritmo endiablado, hiperactivo incluso, porque siempre están
ocurriendo varias cosas a la vez que
obligan a Cassie a saltar constantemente de acción en acción y de lugar
en lugar casi sin respiro. Con este recurso, los guionistas
intentan trasladar al espectador toda esa cantidad absurda de estímulos
que la protagonista recibe en cada escena, lo que convierte a la ficción en
un entretenido desastre de eventos y conflictos que a veces hasta nos
hace querer servirnos una copa. En definitiva, y dejando claro que solo he podido ver seis de los ocho
episodios que conforman la temporada, 'The Flight Attendant' vuelve para ofrecernos
otra dosis de entretenimiento tan caótico como disfrutable, pero que
sin duda podría haber dado mucho más de sí renunciando a algunas subtramas
innecesarias.
Puntuación: 7/10
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