A veces consigue impactar y otras resulta algo más irregular, pero es el apasionante y escabroso viaje de sus personajes lo que mantiene a la serie en pie.
La nueva serie española de Netflix nos traslada a la Barcelona de finales del siglo XIV y narra la historia del joven Hugo Llor (David Solans
y Yon González), hijo de un marinero fallecido, que trabaja en las atarazanas
gracias a la generosidad de uno de los prohombres más respetados de la
ciudad: Arnau Estanyol (Aitor Luna). Su sueño de convertirse en constructor de barcos se verá truncado cuando la familia Puig, enemiga acérrima de su mentor, aprovecha su
posición ante el nuevo rey para ejecutar una venganza que llevaban años acariciando.
La esperada secuela de la ficción histórica 'La catedral del mar' llega este viernes a Netflix ofreciendo todo lo que se
esperaba de ella. Y es que esta nueva serie basada en la novela homónima de
Ildefonso Falcones no es más que un reflejo de su entrega anterior, para la bueno y para lo
malo. Por ello, nos encontramos ante otra sucesión de dramones y tragedias que
tienen lugar en una época cruel y salvaje llena de fanatismo en cada ley,
costumbre y rincón. Por supuesto,
aquí el papel de gran villana se reserva para una representación algo
unidireccional de la religión católica, pues es la responsable directa o indirecta de muchos de los eventos
que ocurren, ya sea
mediante actos violentos en su nombre, decisiones ilógicas influenciadas
por sus enseñanzas o, como consecuencia del tiempo en el que transcurre la historia,
simplemente por puro interés hacia lo que representa en ese momento.
En sus dos primeros episodios, la serie da el pistoletazo de salida con
una sucesión de escenas que avanzan una tras otra de manera arrolladora y
con numerosos saltos temporales sin mucho sentido, cargando así de información en muy poco tiempo y sofocando en el acto con
tanta catástrofe a trompicones. A partir de ahí, el ritmo decae ligeramente y
se empieza a desarrollar la trama con cierta tranquilidad, pero la
misma sigue avanzando de una forma un tanto brusca. Además, la propuesta
vuelve a cometer el error de querer abarcar demasiado en apenas ocho horas. De todas maneras, esta no es una ficción que tampoco busque recrearse en
largas pausas ni en diálogos extensos, sino que
está más interesada en ir al grano para generar sensaciones de todo tipo lo
más rápido posible y sin demasiada sutilidad, aunque
cuando puede permitirse ser algo más poética y amable no renuncia a ello.
Al igual que en la novela, entre las virtudes de la ficción destacan
sobremanera su reparto y sus personajes, los cuales también
se encuentran llenos de matices y reflejan un gran crecimiento fruto del
extenso y dramático recorrido que realizan a lo largo de la trama. Desde un Hugo (Yon González) al que le ocurre de todo
hasta un Bernat (Rodolfo Sancho) cuyas buenas intenciones
sucumben a las presiones, pasando por una variada nómina de enormes avatares
femeninos,
todos y cada uno de ellos sufren, derrochan fuerza y tienen algo que
decir, aunque es verdad que alguno se encuentra un tanto más desdibujado que otro.
No obstante,
son precisamente las mujeres quienes encarnan a las habitantes más
interesantes
de esta Barcelona medieval. Entre ellas, la Regina de una fabulosa
María Rodríguez Soto (Libertad) se erige como
una de las mayores arpías de la televisión, pero incluso ella
cuenta con una serie de razones lógicas si analizamos todo el trasfondo de
su trágico personaje.
'Los herederos de la tierra' es otra de esas series históricas
españolas recientes que
caminan sobre la fina línea que separa la telenovela de toda la vida y la
espectacular brutalidad medieval de ficciones como 'Juego de tronos'. Un festival melodramático -y un tanto anacrónico- lleno de venganzas,
intrigas políticas, romances prohibidos, mujeres crueles que se pelean por
hombres y hombres peores que se arrodillan ante su dios sin
cuestionárselo, en el que ocurren un abrumador sinfín de desgracias subrayadas más de lo necesario mediante una banda sonora casi
omnipresente. Y entre tanta tragedia,
a veces la ficción consigue impactar sin piedad y otras su ejecución resulta
algo irregular. En especial,
se notan las costuras en sus diálogos y en algunas interpretaciones
puntuales demasiado teatrales, así como en la dirección de sus secuencias más violentas y multitudinarias,
cuya puesta en escena no se encuentra del todo pulida.
Tampoco termina de funcionar su comedia y en ocasiones llega a sonrojar
más de lo deseable, porque usar a una esclava como alivio cómico,
aunque sea un personaje fuerte y Mercedes León (Veneno) lo intente
hasta el final con más pena que gloria, no resulta una decisión demasiado digerible. Pero a su favor, la serie
cuenta con razones de peso que la convierten en una de las propuestas más
interesantes de la semana, y gustará sobre todo a los que disfrutaron de 'La catedral del mar'.
Al igual que esta, la producción tiene un apartado técnico y una ambientación
notables que nos sumergen todavía más en la crueldad de su época. Sin
embargo,
lo que mantiene a la ficción en pie es el largo y escabroso viaje de sus
personajes el cual, pese a no desarrollarse siempre con igual eficacia, consigue
ser del todo absorbente y apasionante en cuanto florece las más mínima
simpatía por alguno de ellos. A partir de ahí, no queda más que
vivir impotentes otra 'tragedia española' en la que la sangre corre con la
misma facilidad que el vino.
Puntuación: 6,5/10
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