Aunque sin grandes alardes, la serie consigue ser divertida y entretenida, pero pierde la oportunidad de ser relevante ante los temas que trata.
Como último recurso para salvar su matrimonio, Pat (Courteney
Cox) y Terry Phelps (Greg Kinnear) invierten los ahorros de
toda su vida y se mudan de un estrecho apartamento en Brooklyn a una vieja mansión
victoriana en Connecticut. Sus hijos adolescentes están furiosos y no pueden estar más distanciados. Terry intenta unir a la familia, pero el rechazo es real. En su
nueva casa, Pat comienza a percibir que los Phelps no están solos. Los Phelps no tardan en saber por qué los agentes
inmobiliarios se han pasado por alto algunos detalles, como un triple homicidio y otras
atrocidades. Sólo Pat puede ver que las cosas se mueven y oír los golpes en la noche.
También es la única que ve el espíritu de la persona que cometió los
asesinatos: Rosemary, un ama de casa de los años cincuenta
que puede, o no, estar intentando apoderarse del cuerpo de Pat.
STARZPLAY continúa ampliando su catálogo de originales con esta
comedia de terror que sin duda no dejará a nadie indiferente. En su
superficie, la ficción es algo parecido una parodia espiritual de 'El resplandor' que se cruza con 'American Horror Story: Murder House' y que por el camino va tomando pequeños elementos de otras
series del género, como puede ser el caso de 'Evil', así como
diversos clichés y referencias del cine de terror -hay una escena sacada
de 'El Exorcista' que perfectamente podría haber formado
parte de 'Scary Movie 2'-. Todo esto hace que la serie de la sensación de ser un cúmulo de ideas dispares y mezcladas que
carecen de un tono y una dirección específicas, como si fuera un monstruo de Frankenstein que camina por nuestra pantalla
sin tener mucha idea de hacia donde se dirige.
En su sustancia, la serie mezcla
la clásica historia de fantasmas con el descenso a los infiernos de su
protagonista. A su vez, el guion cuestiona si el feminismo ha servido para cambiar -o mejorar- el rol de la
mujer en la familia, además de subvertir el papel de la ama de casa al estilo de
'Que te den, Kevin'
o
'Physical'. De hecho,
son abundantes los interesantes temas que se encuentran desperdigados a lo
largo de los episodios, y está claro que no siempre es necesario hacer llegar al espectador esta
clase de cuestiones a través de producciones dramáticas y profundas, como ya
se ha demostrado en otras ocasiones. Sin embargo, tampoco es que la ficción ofrezca una lectura novedosa sobre ellos. Y es que, de una manera u otra, su ejecución la convierte en una propuesta del todo inofensiva en este
aspecto. Incluso uno puede estar
más pendiente de obtener su próxima recompensa en forma de susto o
carcajada que de reflexionar sobre todo lo que nos quiere contar.
Eso sí, esta creación de Sharon Horgan (Motherland) hace que el término 'escritor fantasma' adquiera un significado
literal e hilarante. Aquí es donde entra Pat, nuestra madre y escritora protagonista
interpretada por una estupenda Courteney Cox (Scream), quien
posiblemente disfruta de su mejor papel en años. En plena
mudanza sufriendo una depresión, juzgada por su marido, desconectada de sus
hijos y con un bloqueo del escritor que le impide acabar su próxima novela
erótica, sin esperarlo Pat
encuentra un engañoso alivio al poco de llegar a su nueva casa. En
ella, una fantasma de época desconocida llamada Rosemary (Mira Sorvino)
se erige como una posible amiga que representa todo lo que necesita ser en
esos momentos. ¿O más bien lo que los demás desean que sea? Al fin
y al cabo, su marido Terry (Greg Kinnear) no la cree en absoluto, su
rebelde hija Gaynor (Gus Birney) no la soporta y su gamer y antisocial
hijo Jake (Dylan Gage) vive en otro mundo.
En cambio, poco a poco Rosemary se va apoderando de ella, lo que incluso
desemboca en una felicidad familiar al ver que su madre por fin se comporta
como supuestamente debería comportarse una ama de casa. Una locura. Pero no es que la serie apoye estas ideas, todo lo contrario,
porque tan solo evidencia desde el humor absurdo lo estancada que continúa la posición de
la mujer en la familia heteroparental moderna. Triste, aunque cierto en la mayoría de los casos, y quizá este sea el único
tema que la propuesta se aventure a tratar de una forma tan dura y evidente.
Así, en un juego de posesiones, inspiración y destrucción, Pat y Rosemary
forman una atractiva dinámica que mantiene en pie a la ficción. No es
que el resto de personajes carezcan de interés, sino que el conjunto funciona mucho mejor cuando todos están implicados en la trama
principal.
En realidad, 'Shining Vale' solo funciona como comedia, pues
el terror es inexistente más allá de si podemos sentirnos o no
identificados con los traumas reales de la protagonista. En este sentido, la ficción explota todos los clichés del género y abusa de los 'jumpscares' de una forma tan ridícula como tronchante. De hecho, parece como si estos sustos tuvieran
un papel más acorde a pequeños gags instantáneos que a un recurso para
generar miedo
en el espectador, sobre todo porque
el altísimo volumen de los efectos de sonido exagera tanto las escenas
que a su vez eleva el tono paródico del conjunto. Pese a todo y aunque
sin grandes alardes, la verdad es que
consigue ser una serie divertida y entretenida, en gran parte gracias a
la interpretación de Cox y a la más que digerible duración de sus episodios.
Por desgracia, la propuesta pierde la oportunidad de ser realmente relevante ante los temas
que trata.
Puntuación: 6,5/10
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