Una secuela ordinaria, perezosa e innecesaria que no aporta nada en absoluto.
Melody (Sarah Yarkin), su hermana
adolescente Lila (Elsie Fisher) y sus
amigos Dante (Jacob Latimore) y Ruth (Nell
Hudson) viajan al remoto pueblo de Harlow (Texas) para montar un negocio muy idealista. Pero su sueño se convierte en una auténtica pesadilla cuando molestan sin querer a Leatherface, el desquiciado asesino en serie cuyo sangriento legado sigue acechando a los habitantes de la zona, entre ellos Sally Hardesty (Olwen Fouéré), la única
superviviente de su masacre de 1973, decidida a vengarse a muerte.
Siguiendo la senda de las nuevas películas de 'Halloween', ahora
Netflix estrena una continuación más de otra famosa franquicia slasher.
Dirigida por el desconocido David Blue Garcia, esta secuela directa
'resucita' a un anciano Leatherface casi 50 años después para masacrar a las nuevas generaciones. Y digo lo de nuevas generaciones de forma literal porque, Chris Thomas Devlin, guionista del filme, crea un grupo de protagonistas tan idealistas como hipócritas cuyo desarrollo se basa en soltar sin ton ni
son comentarios muy acordes a la actualidad. Nada más.
Lleno de agujeros, clichés y conveniencias sonrojantes, el guion
utiliza dichos temas de una manera oportunista como si necesitara cumplir con
algo o alguien, pero luego
toda esa perezosa y superficial sustancia desaparece bajo gritos y litros
de sangre para finalmente no decir nada en absoluto. Tampoco nos vamos a mentir
pues, tan solo viendo el tráiler, no es que uno piense en encontrarse con mucho
seso aquí, al menos no en el sentido figurado de la palabra. Así que por esa parte da
lo que se le espera. Y de sobra.
Además, la película copia de la original el tema del choque cultural
entre los jóvenes de ciudad y la gente de pueblo. Incluso los
responsables han optado por la misma duración de 83 minutos los cuales, hay que admitir, se pasan volando. Pero, si la cinta de
Hooper resultaba terrorífica, era gracias a ese caos y esa autenticidad en la
que a veces era complicado distinguir qué era real y qué no. En cambio,
aquí todo resulta
demasiado plástico, medido y cortado por los patrones de la fórmula. No
aterra ni estremece, solo da asco y un poco de vergüenza. Aun así, la
gran ironía es que
precisamente el apartado visual es de lejos su mejor virtud. Aunque
si hay una lectura interesante que se puede sacar del filme, esta reside en
su conflicto geográfico y generacional, porque las intenciones de director y guionista no quedan muy claras.
Si lo miramos desde cierta perspectiva es una forma de matar, eso esta claro
pero,
¿acaso nos están insinuando que la gentrificación y la cultura de la
cancelación pueden ser peores que este asesino sangriento y brutal?
Por otro lado, aunque la plataforma ha vendido como un gran atractivo la
aparición de Sally (Olwen Fouéré), la superviviente original, esta
tan solo funciona a modo de deus ex machina y ni siquiera llega al nivel de la
participación de Neve Campbell en 'Scream' (2022), y muchísimo
menos, se acerca a la importancia de Jamie Lee Curtis en
'La noche de Halloween' (2017). ¿Para qué? Lo que interesaba era dar
más protagonismo a un grupo de millennials y centennials que miran por encima
del hombro a las anteriores generaciones. En cuanto a Leatherface, parece
que ha madurado y ha aprendido demasiadas cosas para haber estado tanto tiempo
tranquilo. Al contrario que el de 1974, este no persigue a sus víctimas gritando y corriendo cual pollo sin cabeza y se
comporta como una criatura realmente calculadora y letal. ¿Tiene sentido? No
demasiado. «Este no es mi Leatherface», dirían algunos. Para colmo, esto lo convierte en un villano mucho más convencional dentro del
género. Un asesino tan ordinario como la propia película.
Puntuación: 4,5/10
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