Joseph Gordon-Levitt no consigue que su proyecto destaque más allá de su
imaginativa superficialidad, ya que detrás de ella tan solo hay más de lo
mismo.
Josh Corman (Joseph Gordon-Levitt) es un artista de corazón
pero no de oficio. Su carrera como músico no ha funcionado y trabaja como
profesor de quinto grado en una escuela pública en el Valle de San Fernando. Su
ex prometida, Megan (Juno Temple), lo dejó, y su amigo de la
escuela secundaria, Víctor (Arturo Castro), se mudó con él. Él
sabe que tiene mucho que agradecer, aunque se encuentra luchando
contra la ansiedad, la soledad y la creciente sospecha de que es mala
persona.
Apple TV+ estrena este viernes una nueva serie original con el
sello de la productora A24 en la que
vuelve a arriesgar y mezclar géneros. Un proyecto muy personal y algo
egocéntrico del polifacético cineasta Joseph Gordon-Levitt (Proyecto Power) con el cual se plantea
qué habría pasado en su vida si no hubiera tenido tanta suerte -o cuando
un estadounidense no ve realizado el ansiado ‘sueño americano’-. Creada, escrita
y dirigida por él mismo, la ficción comparte algún que otro paralelismo con la
reciente
‘Physical’, aunque es más abstracta y con mucho menos cinismo y mala baba. De esta
forma, la dramedia nos muestra a un hombre blanco que
vive día a día con el recuerdo de sus fracasos y sueños rotos mientras se
enfrenta a una abrumadora crisis de identidad.
Josh, cuyo día a día fluctúa entre la decepción, la ansiedad, la
inseguridad y
los crecientes ataques de pánico que está empezando a sufrir, es de esas
personas que prefiere revolcarse en su propia miseria y de paso arrastrar a los
demás que de cambiar su vida de manera productiva. Es egoísta, poco
empático y todavía menos solidario, aunque mientras escupe sobre sus privilegios
tiene la cara de intentar no decir nunca nada indebido, sobre todo si se
trata de temas como homosexualidad o racismo. A ver, no siempre es todo tan
repugnante en lo que concierne a nuestro protagonista y, de vez en cuando,
la serie intenta hacernos entender el porqué de todo, pero estos momentos
son breves espejismos que
quedan rápidamente opacados por mucho más de lo mismo.
Si a esto le sumamos la repentina aparición del COVID a mitad de temporada
y todo lo que eso implica -paranoia, confinamiento…-,
la ficción llega a alcanzar niveles realmente claustrofóbicos y
asfixiantes. No obstante y como aspectos positivos, Josh y su compañero de piso
Víctor -que goza de su propio episodio- comparten
una relación con mucho menos toxicidad masculina de lo habitual. Además,
un gran reparto rodea al protagonista durante las pocas veces que lo
vemos acompañado en los episodios. Por ejemplo, a medida que avanza la serie nos
iremos encontrando con Debra Winger (Kajillionaire), Juno Temple (Ted Lasso), Hugo Weaving (Mortal Engines), Jamie Chung (Dangerous Lies) o Lucy Lawless (Ash vs. Evil Dead), pero por desgracia sus apariciones
se reducen casi a meros cameos
que demuestran el encapsulamiento de Josh en su depresivo mundo.
Hay ocasiones en ‘Mr. Corman’ en las que Josh se pierde en su propia
mente y a veces la serie lo retrata de forma imaginativa, confusa y onírica, mientras que en otras lo hace de manera realista y más solemne -si
llegan a funcionar es gran parte gracias al buen trabajo del reparto-. Por
ello, no resulta nada extraño
pasar de una escena musical a un melodramático plano cámara en mano o a una
secuencia a lo ‘Scott Pilgrim’. Estos cambios de tono entre un episodio y otro son tan radicales que puede
dar la sensación de
ser una ficción irregular que no sabe hacia dónde quiere ir. Es verdad,
porque la trama no sigue un patrón durante la mayoría de episodios y
tampoco parece haber un objetivo específico -la temporada termina
drásticamente-. Son tan solo
momentos aleatorios de una vida más normal y corriente de lo que a la
sociedad estadounidense le gustaría admitir.
De hecho, aparte de esa manía tan hollywodiense de
mirar lo ‘ordinario’ bajo el prisma de lo inusual e incómodo, la
diferencia entre los momentos alucinógenos y realistas es tal que
en estos últimos la serie carece de argumentos únicos y esclarecedores.
Y es que, a pesar de que a algunos pueda parecerle un retrato fascinante, la
realidad es que hoy en día no hay nada interesante en volver a explorar las
desventuras de otro agrio y miserable hombre blanco que no se siente tan
privilegiado, porque propuestas así existen a montones. En cambio, no
habría estado nada mal cambiar el punto de vista hacia otros personajes, pues
tal y como demuestra el episodio protagonizado por Víctor, seguramente tienen mucho más que añadir, mostrar y opinar al respecto. En definitiva, aunque se nota que Gordon-Levitt lo ha dado todo para
abordar la ficción,
no ha conseguido que esta destaque más allá de su imaginativa
superficialidad, ya que detrás de ella tan solo hay más de lo mismo.
Puntuación: 6/10
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