Un misterio algo insulso opaca en exceso las implicaciones sociales derivadas
de su premisa.
El futuro inmediato. Nos encontramos en un mundo donde
una prueba de ADN da con tu pareja perfecta: la persona de la que estamos
genéticamente predispuestos a enamorarnos perdidamente. Por muy buena que sea
nuestra relación de pareja,
¿quién puede decir sin faltar a la verdad que no ha pensado si hay alguien
mejor en alguna parte?
¿Y si una muestra de pelo es todo lo que necesitas para encontrar a esa
persona?
La idea es simple, pero sus consecuencias son explosivas. Nunca más
volveremos a ver el amor y las relaciones de la misma manera.
Este viernes, llega a Netflix una nueva propuesta de drama y
ciencia ficción creada por Howard Overman (La guerra de los mundos) y
basada en la novela homónima de John Marrs, cuyo argumento plantea muchas
preguntas interesantes sobre el origen del amor y el concepto de amar. No, su
premisa no resulta novedosa y es inevitable encontrar muchos paralelismos con ‘Soulmates’, la serie emitida a finales del año pasado en AMC España. Al igual
que en la ficción mencionada, aquí nos encontramos con un test que empareja a la persona interesada con su verdadera alma gemela. No obstante, en esta ocasión su ciencia se basa en elementos más naturales
que una extraña partícula con un nombre de fantasía, lo que no quita que el
desarrollo de ambos planteamientos posea un aura un tanto inquietante.
Digo inquietante porque, al contrario de lo bonita que la idea puede
parecer,
esta manera de ‘enamorarse’ tiene el potencial de crear un sinfín de
ramificaciones problemáticas. Al tomar la decisión de ‘emparejarse’, resulta inevitable que surjan
una gran cantidad de matrimonios rotos, hijos abandonados o pérdidas
personales irrecuperables. Y no hablemos de las
secuelas psicológicas o las consecuencias que podrían afectar a los
implicados, pudiendo derivarse en demandas millonarias, suicidios o asesinatos. Por si
esto fuera poco, estar con tu pareja ideal
no implica que esta deje de tener latentes sus instintos primarios, y mucho menos que cambie su forma de ser. Si tu amor verdadero es
un mentiroso compulsivo, un infiel, o incluso un asesino,
nada va a librarte del sufrimiento de sus actos.
Como es lógico, cuando una persona se entera de que está emparejada,
el hecho de encontrarse con su nuevo amor se convierte en una necesidad
inmediata. Esta forma de actuar afecta especialmente a dos de las principales
protagonistas. Por un lado Rebecca (Hannah Ware), una mujer
con un oscuro secreto y que no se detiene ante nada parar lograr sus
objetivos, es la creadora de este test milagroso y la CEO de The One, la
compañía líder mundial en el amor. Por otro, Kate (Zoë Tapper) es una
inspectora de policía que investiga un caso relacionado con la empresa de
Rebecca, a la que pronto señala como posible culpable. Además,
entretanto se ha propuesto buscar la felicidad y
ha decidido emparejarse, pero nada es como lo había imaginado. Por su parte, Hannah (Lois Chimimba) vive obsesionada con la idea
de que Mark (Eric Kofi-Abrefa), su marido,
conozca algún día a su pareja ideal, lo que le hace tomar
una decisión de dudosa moral que pone en peligro su matrimonio.
Con todas las piezas sobre el tablero, incluyendo a
un puñado de personajes masculinos con mucho menos protagonismo,
‘The One’ inicia un misterio algo insulso que se va revelando
mediante flashbacks muy bien calculados según le conviene al guion. Una forma de narrar entre saltos temporales que
puede resultar un tanto confusa en algunos momentos. Por otra parte,
sí que acierta al reducir una premisa con un potencial tan global a una
escala mucho más pequeña,
centrándose solamente en unas pocas subtramas y personas
interrelacionadas en su mayoría. Sin embargo, la serie erra al centrarse tanto en la investigación y en
todo lo que la rodea, opacando en exceso a su interesante propuesta
sociológica. De esta manera, la ficción pierde la oportunidad de ahondar un poco más en las implicaciones
sociales derivadas del test.
En cuanto a las interpretaciones, en general nos encontramos con
un reparto muy sólido -representación española incluida-, algo
habitual en las producciones británicas. No obstante, ese cinismo continuo
con el que dialogan los personajes
es lo peor de un guion ya de por sí demasiado corriente. Pese a ello,
esta mezcla de drama de ciencia ficción al estilo
‘Black Mirror’, con las formas propias de una producción
policíaca de la BBC, resulta lo suficientemente entretenida y adictiva. Es una pena que la ficción de más importancia al morbo de su misterio y
se aleje del camino del thriller psicológico removedor de conciencias. Al final, ojalá que este ‘amor científico’ nunca sustituya al de los
sentimientos forjados a través de las experiencias compartidas, ni al de los
recuerdos marcados a fuego en el corazón. Ya sería el colmo.
Puntuación: 6,5/10
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